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OPINIÓN - VIERNES, 20 DE MAYO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aróstegui se está ganando una camisa de fuerza
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El hombre tiene derecho a la felicidad. La felicidad se conquista. El tema de la felicidad ocupó un amplio lugar en la mayoría de los filósofos del siglo XVIII. Había felicidad del equilibrio en Montesquieu, del ensueño en Rousseau, de la acción útil en Voltaire, etc. Pues bien, ahora quedamos enterados de que Juan Luis Aróstegui ha encontrado, al fin, su felicidad. Eso sí, su felicidad política; que es la más importante para él. Felicidad que ha venido persiguiendo desde que tuvo uso de razón; aun a costa de desdeñar cualquier otro momento de satisfacción.

Pero ahora, henchido de gozo, no duda en decirnos que se siente plenamente satisfecho por haber conseguido hacer realidad todos los sueños de su juventud. Y, por si fuera poco, nos da una lección de lo que él considera la verdadera felicidad: “La felicidad es la sensación de saber que te encuentras en el camino correcto”. Y apostilla: “Ese sentimiento, se refiere al sentimiento de la felicidad, provocado por la esperanza del horizonte incierto, relativiza todos los hechos y circunstancias infundiendo un estado de serenidad inigualable”.

Más claro agua: Aróstegui nos dice, sin ningún tipo de tapujos, que hasta ahora había vivido equivocado en relación con los derechos de los musulmanes. Pero que, tras tener muchas charlas al respecto con Mohamed Alí, llegó a la conclusión de que había estado metiendo la pata desde 1983. Y no se explica, todavía, cómo pudo vivir con semejante ceguera.

Por consiguiente, en estos momentos, reforzado con la enorme fe de los conversos, Aróstegui se expresa como si fuera el hombre esperado por los musulmanes para que los saque del túnel de los oprobios en que los cristianos desean seguir teniéndolos. Y nos habla, como si fuera un profeta, de abrazos fraternales entre las dos comunidades, un tipo convencido de que ha sido elegido por la Divina providencia, además, para “reeducar a todas las mentalidades oxidadas que defienden privilegios ancestrales”. O sea, según el hombre que manda en Caballas, los cristianos son unos trogloditas. De la misma manera que lo son todos los musulmanes votantes del PP, del PSOE, de la UDyP y de otros partidos.

Y el profeta, o sea, Aróstegui, después de llamarles víboras a esos votantes y a quienes no comulgan con sus ideas, tiene la desfachatez de alardear de su lucha constante para hacer de Ceuta una ciudad exenta de racismo, justa e igualitaria.

Leyendo lo que ha escrito Aróstegui, uno termina pensando en que éste, si no ha perdido la chaveta, poco le falta para que le veamos deambular por las calles, absolutamente desnortado, aleccionando a musulmanes y cristianos sobre cómo han de empezar a comportarse a partir de ahora. Para hacer de “esta hermosa tierra que nos acuna, un hogar cálido y acogedor para todos”. Y acaba rematando su faena, convencido de que es un filósofo a la antigua usanza: “Mi presentida utopía ha sido bendecida por todos mis compañeros y compañeras de Caballas. Que me han venido expresando su gratitud. Por el camino que he emprendido”.

Y, tras lo dicho, me han contado que Aróstegui está siendo objeto de estudio por siquiatras dispuestos a impedir que este hombre siga disparatando de manera que cause problemas en una ciudad donde cometer desatinos, de tal índole, es peligroso. Muy peligroso.
 

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