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					El objetivo es concienciar a los niños de la riqueza 
					biológica de Ceuta”, explica Joaquín Díaz, monitor de la 
					Fundación-Centro de Estudios marinos ‘Museo del Mar’. “El 
					mar no está a simple vista, así que para enseñar a los niños 
					qué hay debajo del agua, los traemos aquí, donde aprenden al 
					estar observando los huesos de los animales que viven en el 
					mar”, añade Díaz.  
					 
					Veintiún niños del curso 2ºA del colegio ‘Andrés Manjón’ 
					visitaron el centro marino. “Nos sabemos los mamíferos, que 
					los hemos estudiado en clase, pero todavía no hemos dado las 
					tortugas”, explicaba uno de los niños, mientras enumeraba 
					todos los cadáveres de animales qué había visto en su visita 
					al Museo del Mar: “Tortugas, ballenas, delfines...” 
					 
					Durante estas excursiones al puerto de Ceuta, además de 
					observar huesos de animales y paneles informativos, donde, 
					por ejemplo, explican cuál es el proceso para obtener el 
					esqueleto de una ballena, los niños encuentran objetos 
					propios de los submarinistas, como trajes de buzo antiguos. 
					 
					Un juego llamado ‘El pez arcoiris’ es la última actividad 
					del día. Consiste en la lectura de un cuento que narra las 
					aventuras de un pez de muchos colores pero muy pocos amigos, 
					debido a su mala costumbre de no querer nunca compartir. El 
					pez aprende a medida que los escolares van realizando un 
					mosaico de fichas acerca del valor de los amigos, también 
					bajo el agua.  
					 
					Aunque en esta ocasión los descubridores del mundo submarino 
					no rebasaban los siete años, también hay visitas para 
					adultos, donde los monitores explican los tesoros del mundo 
					submarino “de una manera más técnica”, según comenta Díaz. 
					 
					La catalogación  
					 
					La base de datos del Museo del Mar cuenta con “entre sesenta 
					y ochenta cetáceos, además de más de ochenta tortugas”, 
					explica Juan Antonio Rosa Montes, encargado de catalogación 
					del centro. “Además, sin catalogar todavía hay unos cinco o 
					seis delfines y tres tortugas boba”, añade. 
					 
					“Los cadáveres de animales suelen aparecer en la playa, 
					nosotros los limpiamos, los desinfectamos con agua oxigenada 
					y los secamos”, explica Rosa. El siguiente paso es 
					catalogarlos. “La catalogación de huesos es complicado, a 
					veces es como montar un puzzle”, explica el trabajador, que 
					añade que, a pesar de ello, el trabajo es “muy gratificante, 
					especialmente cuando ves a los niños emocionados, o al 
					comprobar lo mucho que aprendes”. Por ejemplo, cómo una 
					ballena tuvo una herida que no le cicatrizó.  
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