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                     En éste país nuestro se ha llegado 
					a prohibir tantas y tantas cosas, que nada es de extrañar 
					que se haya prohibido incluso quitándola del diccionario de 
					la RAE, la palabra dimitir. Aquí, pase lo que pase, no hay 
					un dios que sea capaz d dejar el sillón, del que no lo 
					quitan ni echándole agua caliente. 
					 
					No se qué tendrá ese sillón, para que nadie sea capaz, ante 
					una debacle de grandes magnitudes, levantarse y decir me 
					voy. No se lo qué hago aquí si el personal no me quiere. Eso 
					ha quedado demostrado, de forma palpable, en las pasadas 
					elecciones donde el personal ha dicho un no rotundo a la 
					forma de llevar el país el actual Gobierno presidido por 
					Zapatero. 
					 
					El presidente ha reconocido la gran derrota sufrida en las 
					pasadas elecciones pero ha sido incapaz de extraer sus 
					consecuencias, asegurando que va a seguir gobernando como si 
					esa derrota no se hubiese producido.  
					 
					Incluso en su discurso, una vez conocido los resultados que 
					habían llevado a su partido a una auténtica debacle, anunció 
					que iba a seguir gobernando continuando con las reformas 
					pendientes. O sea, no ha pasado nada, las elecciones no se 
					han producido y aquí todo es de color de rosa y viva España 
					cañí. 
					 
					Han sido ya las voces de auténticos pesos pesados dentro del 
					partido socialista, las que se han alzado pidiendo un 
					congreso extraordinario, del que sin necesidad de unas 
					primarias, salga el hombre que tome el timón de la nave 
					socialista que, en estos momentos, está haciendo agua por 
					sus cuatro costados. 
					 
					Sea, como sea, lo que está claro es que el partido 
					socialista debe tomar una determinación, que sea capaz de 
					entregar el partido a alguien con capacidad suficiente para 
					que manejando el timón de ese barco a la deriva, sea capaz, 
					con tiempo suficiente, de llevarla a buen puerto,  
					 
					De seguir el mismo timonel al frente de la embarcación, será 
					imposible achicar la gran cantidad de agua que está entrando 
					por los cuatro costados de la embarcación, que amenaza con 
					irse a pique. 
					 
					Y cuando una embarcación se va a pique, es muy difícil 
					devolverla a la superficie. Y si se lleva a cabo la 
					operación de su rescate, además de ser muy costosa esa 
					devolución, pasarán años para que reparando la embarcación, 
					está esté en condiciones de navegar. Esto es una verdad 
					indiscutible. 
					 
					Y mucho cuidado con la tripulación de la embarcación, sobre 
					todo con los oficiales del barco, que ven y expresan su 
					descontento con la forma en la que está llevando el actual 
					capitán la nave que, cada día que pasa, la pone más y más en 
					peligro de naufragar. 
					 
					Si no se hace ese congreso extraordinario que están pidiendo 
					a voces los pesos pesados del partido socialista, mal camino 
					lleva la nave en manos de su actual capitán, en el que ya 
					han perdido la confianza, no sólo la marinería, parte 
					importante de la misma, ya ha abandonado el barco 
					enrolándose en otro, sino sus oficies más importantes, que 
					buscan la manera de quitarle el mando a su actual capitán. 
					 
					No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que 
					el que no quiere oír. 
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