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                     Ha hablado de sosiego un tío que 
					confunde lo útil con todo lo que a él pueda reportarle 
					beneficios. Y que cuando no consigue tener la vaca cogida 
					por la mamella, decide armar la marimorena.  
					 
					Ha hablado de sosiego un sujeto que lleva la friolera de 
					veintitantos años siendo un elemento discordante en esta 
					ciudad, excepto el tiempo en que anduvo a gusto en el 
					machito. Tiempo que si bien fue corto, no nos cabe la menor 
					duda de que lo aprovechó con creces en el Ayuntamiento.  
					 
					Ha hablado de sosiego un Fulano que siempre destacó por ser 
					violento de palabra, faltón empedernido y siempre bravucón y 
					arrogante, desde que pudo usar las siglas de CCOO a modo de 
					burladero (a propósito: ya veremos que pasará el día en el 
					cual sea posible que alguien meta las narices en la 
					contabilidad de ese sindicato). 
					 
					Ha hablado de mantener la calma, y comportarse bien a partir 
					de ahora, un individuo que es capaz de echarle en cara a su 
					sombra de tener la culpa de que los ceutíes le hayan vuelto 
					a demostrar que no le quieren ver ni en pintura. Que lo 
					aborrecen. Que ha conseguido evidenciar una vez más que los 
					ceutíes, ya sean pertenecientes a la religión musulmana, ya 
					a la cristiana, o bien a la hindú o hebrea, lo detestan. O 
					sea, que Juan Luis Aróstegui se ha ganado a pulso un 
					rechazo descomunal. 
					 
					Pero no crean que la calma recomendada por Aróstegui, cuyo 
					carácter ha sido comparado, en ocasiones, al de Quintín el 
					amargao, haya sido motivada por los tres mil votantes que ha 
					perdido Caballas. Por su culpa. Por esa culpa que causa la 
					animadversión que suscita su presencia en las calles de esta 
					tierra. De ningún modo. La calma que reclama el sujeto, en 
					estos momentos, es la que dice necesitar para impartir 
					clases de ideas políticas. Ideas que hagan posible que todos 
					los votantes del PP, del PSOE y otros partidos comprendan el 
					error que han cometido no votándole a él; es decir, a 
					Caballas.  
					 
					Eso sí, como pedagogo sabio que es, al menos, así lo cree 
					él, aún no ha dicho que los alumnos tendrán derecho a 
					bocadillo y refrescos, pagados por las subvenciones 
					recibidas por CCOO, del Gobierno de España. Y tampoco ha 
					hecho pública cuál será la instrucción a la que serán 
					sometidas las personas que decidieron, mediante coacción 
					(!), no confiar en él. Porque carece de tirón electoral, de 
					prestigio, de educación, y porque lleva la tira de tiempo 
					apareciendo en los medios como si fuera Churchill redivivo.
					 
					 
					En fin, que Aróstegui, con ínfulas de hombre de Estado, 
					tratará por todos los medios de impartir lecciones 
					encaminadas a forjar una auténtica “conciencia ciudadana”. 
					Será una “conciencia de encogimiento de hombros”. Y que me 
					atrevo a sintetizar en estas expresiones: En esta ciudad 
					todo es inútil. En Ceuta no hay que molestarse en votar, 
					porque se pierde el tiempo. En Ceuta no hay que preocuparse 
					de los derechos que uno tiene e intentar defenderlos, porque 
					nada se consigue. En esta ciudad lo mejor es encogerse de 
					hombros, hacer cada uno lo que le dé la gana, y putear a los 
					adversarios. En Ceuta, todo debe romperse. Hasta conseguir 
					que yo sea presidente. Y lo primero que Aróstegui se propone 
					hacer, tal y como ha dicho, es empezar a desasnar 
					políticamente a los ciudadanos de esta tierra. Para que le 
					voten. No me digan que este tío no es un… caso perdido. 
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