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                     El jueves pasado, coincidí con 
					Inmaculada Ramírez en la sala de estar de un hotel. 
					Inmaculada ha sido, durante cuatro años, diputada y portavoz 
					del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de la 
					Ciudad. Inmaculada es una mujer extraordinaria, cuyo paso 
					por la política activa no creo que le haya aportado 
					beneficio alguno. A pesar de su evidente preparación y del 
					entusiasmo con el cual abordó sus funciones.  
					 
					Cuando se lo recuerdo, Inmaculada, que es una gran señora, 
					me responde que ser diputada le ha supuesto adentrarse en un 
					mundo que desconocía: el de la política vivida diariamente y 
					con intensidad. Y me dice que también ha conseguido algo a 
					lo que ella le concede su valor: Saber aceptar las críticas 
					negativas de los medios sin perder la compostura. Lo cual 
					considera que no es tarea fácil. Puesto que reconoce que 
					hubo momentos en los que estuvo a punto de perder los 
					estribos. 
					 
					Intento tirarle de la lengua, diciéndole que nunca entendí 
					como una mujer como ella, que tiene maneras y saber estar, 
					pudo aceptar el cargo de portavoz de su partido frente a una 
					mayoría absoluta que no era propicia para el lucimiento. 
					 
					Pero Inmaculada se mantiene en sus trece. Mira, Manolo, 
					mentiría si no te dijera que llegué verde a mi escaño. Y que 
					necesité un tiempo para adaptarme a ejercer un cometido que 
					me era desconocido. Aunque no es menos cierto que puse todo 
					el empeño del mundo en la tarea. Y, sobre todo, creo haber 
					conseguido el respeto de todas las personas que me han 
					tratado durante cuatro años. Al margen de los desencuentros 
					tenidos en los plenos y en otras discusiones internas.  
					 
					Pero no me negarás, estimada Inmaculada, que los políticos 
					no se caracterizan por lo que hacen, que suele ser poco, 
					sino por lo que dicen, que siempre es muchísimo.  
					 
					-Yo no tengo tan mal concepto de los políticos como parece 
					que lo tienes tú. Quizá sea debido a que he estado cuatro 
					años participando activamente en la vida pública. Y quiera 
					que no, Manolo, una termina teniendo apego por los 
					compañeros. Es más, ese afecto es casi general. Y es que ya 
					sabes lo que se dice del roce…  
					 
					Inmaculada, al paso que vas, acabarás negándome lo que era 
					un secreto a voces: que tu partido, el Partido Socialista, 
					no te ayudaba lo más mínimo en tu labor de portavoz.  
					 
					-Pues te lo niego. Es más, aprovecho la ocasión para dar las 
					gracias a tu periódico, ‘El Pueblo de Ceuta’, por el trato 
					que le ha dispensado a José Antonio Carracao, durante 
					la campaña electoral. Y qué decir de ti. Aunque no te hayan 
					gustado las declaraciones hechas por José Antonio acerca de 
					la reducción de cargos del PP. 
					 
					Resumiendo, señora Ramírez, que tu paso por la política no 
					ha sido tarea en balde, sino que te ha dado la oportunidad 
					de aprender. Y, por encima de todo, según me has afirmado, 
					te ha servido para domeñar tus nervios en momentos donde el 
					cuerpo te pedía guerra.  
					 
					-Cierto. Por lo que a partir de ahora me será posible 
					mostrarme mucho más templada en situaciones donde antes me 
					costaba mucho esfuerzo morderme la lengua.  
					 
					Inmaculada Ramírez, gran señora, te deseo lo mejor. Y te 
					aseguro que has dejado huella en tu paso por la Casa Grande. 
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