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OPINIÓN - SÁBADO, 4 DE JUNIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Juan José Zapico está en su tierra
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es viernes. Y me encuentro leyendo la prensa. Suena el teléfono. Y es Tamara, compañera en este periódico, la que me llama para decirme que Antonio Rivas desea hablar conmigo.

Antonio Rivas es yerno de Juan José Zapico, años sin verlo. Y lo primero que hace es comunicarme que su suegro, tan estimado por mí, ha venido a Ceuta para pasar unos días. Y que desea verme.

-¿Cómo se encuentra Juan José?

Y AR me responde que bien. Tan bien como le permiten estar los achaques que se suelen tener cuando se han cumplido 82 años. Y aprovecha ya el momento para enterarme de otras situaciones que eran desconocidas para mí, relacionadas con su suegro.

En cuanto termina mi conversación telefónica con Rivas, afluyen a mi mente recuerdos de aquellos años ochenta, vividos intensamente en el tantas veces mencionado ‘Rincón del Muralla’.

Un rincón que daba cobijo a una tertulia cuyos miembros se comprometían a cumplir un ideal de conducta expresado en varios lemas. Si bien, todo hay que decirlo, las frases que condensaban ese ideal de conducta y de acción, eran a veces obviadas por algunos. Y, sobre todo, por quienes incumplían el más importante eslogan: “Antes de irse pagar”.

De aquellos que no pagaban nunca, y que luego eran los que más murmuraban de lo que se pudiera cocer en aquel rincón famoso, tengo yo sus nombres marcados a fuego en la sesera. Y no crean que los mismos carecían de medios económicos. De ningún modo.

Eran tacaños de nacimiento. Individuos pertenecientes a la cofradía de los que jamás llegarían a padecer molestias en el codo. Ya que bebían y comían, cada vez que aparecían por el rincón, de bóbilis. De balde, de gratis; es decir, por la cara.

Mañana –hoy para ustedes-, en cuanto vaya a ver Juan José Zapico y le dé el abrazo de mi sincera amistad, seguramente nos pondremos a hablar de aquel tiempo pasado que, si nunca puede ser mejor, nosotros, al menos, sí coincidiremos en que fueron estupendos.

Y en nuestra charla trataremos de recordar de qué manera se mostraba Eduardo Hernández, como moderador de todo aquel entramado; de la forma de ser de José Villar Padín; de cómo era Carlos Chocrón con 30 años menos; de lo orgulloso que estaba Ricardo Muñoz -recientemente fallecido- de ser alcalde de su pueblo; de Francisco Lastra y del estilo inconmensurable que destilaban sus acciones; de Pepe Ríos, y de Francisco Fraiz, a pesar de que éste como alcalde era intratable; y de tantos otros.

Sería injusto olvidar a las mujeres que con su asistencia a la tertulia hicieron posible que el rincón tuviera un aire especial, que a todos nos agradaba sobremanera. Pero fueron pocas. Amén de que sus nombres han ido perdiendo vigencia en la alacena de mi memoria.

Y sacaré a relucir, con tu permiso, mi querido Juan José, acciones tuyas. Comportamientos tuyos. Tiques tuyos. Caprichos tuyos. Y te preguntaré si has conseguido quitarte de la cabeza esa hipocondría que a veces se apoderaba de ti. Y si continúas enamorándote del amor. Porque eras, entonces, enamoradizo y un tanto romántico.

Y también eras y lo seguirás siendo, por encima de todo, mi querido Juan José Zapico, una extraordinaria persona. Un tipo sensacional. De mirada clara y afable. Y dispuesto siempre a prestarle ayuda a cualquiera que te la pidiera. Bienvenido a tu tierra.
 

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