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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE JUNIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

El hermano Pepe
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Debido a lo que se viene escribiendo acerca de los problemas existentes entre el Gobierno local y quien dirige la Casa Familiar de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, he terminado por acordarme de Pedro González Márquez, quien fuera delegado del Gobierno en esta ciudad, hace la friolera de más de veinte años.

Pedro González Márquez, natural de Tarifa, tuvo unos asesores con los que casi siempre mantuve buenas relaciones. Con Fernando Rodríguez (a quien hace ya la tira de tiempo que no consigo verle), por ejemplo, nuestro buen entendimiento acabó en una sincera amistad. Lástima que nuestras obligaciones actuales, y el modo de vida tan distinto que ambos llevamos, nos impidan frecuentarnos para seguir dándole vida a esa relación afectuosa de la cual hablo.

González Márquez era muy amigo de otro buen amigo mío: Juan Luis Bandrés. Director general de la naviera ISNASA, que fue asesinado en su despacho por un malvado que lo fulminó a tiros. Un día de diciembre de 1988.

Pero no es de eso de lo que yo quiero hablar hoy. De lo que yo quiero hablar hoy es de cómo el delegado del Gobierno, PGM, se desvivía por ayudar a la Cruz Blanca. Tal vez porque el hermano Pepe, superior de la Casa, había conseguido ganarse la voluntad del delegado a tiempo completo. Y a lo mejor, por qué no, por el mero hecho de ser Pedro González una persona que se compadecía con el dolor ajeno. Y ese dolor no faltaba entre los acogidos en la Casa de la Cruz Blanca; carentes de familiares algunos, desconocedores de su existencia otros, y la mayoría arrastrando problemas físicos o psíquicos. O sea, todos ellos necesitados de afectos y de cuidados.

El hermano Pepe llegó a convertirse en una persona importante. Muy importante. Caminaba por Ceuta pisando fuerte. Su palabra era respetada como si fuera palabra directamente pronunciada por Dios. Su figura parecía sagrada. Y hubo un momento en que dejarse ver con Pepe daba prestigio en esta ciudad.

Ni que decir tiene que el hermano Pepe entraba y salía de los despachos principales cuando él quería. Imponía sus reglas y lograba casi todo lo que se proponía. Había que verle cuando llegaban los programas navideños de los medios encaminados a obtener fondos para la función social de la Cruz Blanca, frotándose las manos de satisfacción ante los éxitos económicos.

El hermano Pepe, que le tenía tomada la medida al delegado del Gobierno y a los ceutíes en general, tenía otra vida. Una vida oscura que quedaba oculta entre los pliegues de sus abundantes carnes de tipo satisfecho por sentirse lo suficientemente inteligente como para poder engañar a toda una ciudad durante un tiempo considerable.

Cuando se supo quién era y lo que era capaz de hacer, el hermano Pepe, la gente se hacía cruces. Y por todos los sitios se hablaba del embaucador que había estado a punto de ser tenido como persona que bien podría haberse ganado la beatificación en vida.

Desde entonces, el Gobierno local hace muy bien en exigir justificaciones de los gastos que se hacen con los dineros que pone al servicio de Cruz Blanca. Obra necesaria, sin duda alguna, pero que debe cumplir con el requisito imprescindible de la transparencia en sus cuentas. Para que puedan cobrar, algo que es de suma importancia, los trabajadores de la Casa.
 

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