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OPINIÓN - DOMINGO, 12 DE JUNIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Sesión plenaria constituyente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llegó el día esperado. El día en el cual los diputados electos debían tomar posesión de sus escaños a la par que sería elegido Juan Vivas presidente de la Ciudad. Y había que cumplir con el protocolo. Que no deja de ser un conjunto de reglas de etiqueta y comportamiento establecidas para las ceremonias oficiales.

El salón plenario estaba de bote en bote. Lo que en el mundo taurino se suele denominar como un lleno hasta la bandera. Los indignados pudieron cumplir con su cometido en el interior del salón y todos tan contentos. Hablando se entiende la gente. Los indignados, en realidad, eran muy pocos. Y, además, carentes de tirón. Daba grima verlos situados frente a la puerta del Ayuntamiento, respondiendo a quienes trataban de mofarse de ellos, desde la acera de enfrente. No en vano, había algunos indignados a los que conocía y por los que siento simpatía. Pero hay tareas condenadas al fracaso. Y ésta era una de ellas. Otra vez será…

La primera sorpresa fue que Fatima Mohamed no asistiera al acto. La diputada de la coalición Caballas dijo, a toro pasado, que se encontraba indispuesta y que no había, por tanto, que hacer ningún tipo de cábalas acerca de que no se hubiera presentado a prometer su cargo. Lo cual no deja de tener su miajita de guasa. Y, desde luego, es motivo suficiente como para que cada cual podamos pensar lo que nos apetezca.

Me consta que Fatima Hamed es una señora que ha sabido ganarse el respeto de casi todos los que la han venido tratando. Y tengo la certeza de que goza de la simpatía de tirios y troyanos. En mi caso, debo decir que he hablado con ella una sola vez; pero que me fue suficiente para catalogarla como señora estupenda. Una señora educada, culta, afable y dispuesta a oír cuanto se le diga.

No obstante, su deserción del pleno no está clara. Por más que Fatima Hamed haya salido a la palestra, con celeridad, para negar que su ausencia se haya producido por no estar de acuerdo con ciertas cosas… Y que, de haberlas aireados, habrían sido contraproducentes para la estabilidad de la coalición.

En fin, que la ausencia de la diputada de la coalición Caballas, como número dos, ha sido lo más comentado entre quienes han asistido al acto de toma de posesión de sus escaños de todas las personas elegidas por las urnas. Unas urnas que al fin, después de muchos años, han hecho posible que Juan Luis Aróstegui vuelva a ser concejal. Y lo primero que ha hecho es lo normal en él: tratar de poner el mingo. O sea, intentar por todos los medios hacerse el visto. Destacar. Sobresalir. Dar la nota. ¿Cómo?

En principio, vistiéndose con ropaje inadecuado para el acto que se iba a celebrar. Iba el hombre en mangas de camisa. Por cierto, de color azul mahón. Lo cual da que pensar… Y alguien debería haberle recordado al concejal de la coalición Caballas que hasta los republicanos usaban la corbata en tales actos, y, cómo no, muchos anarquistas. Porque la corbata no era, ni es, símbolo de señoritismo, sino de autoridad. Esa autoridad que otorgan los votos de los ciudadanos. Y, por si fuera poco, nuestro hombre se negó a posar para el daguerrotipo de la inmortalidad junto al resto de la Corporación. Para irle metiendo el miedo en el cuerpo a Vivas. Altivez que debe estar tasada, más o menos, en… bueno, hoy no toca hablar de viviendas protegidas. Ni nada por el estilo.
 

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