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                     Es presidente de la Federación de 
					Fútbol de Ceuta. Un presidente a quien no he tenido el menor 
					inconveniente en recordarle, una y otra vez, la obligación 
					que tiene de auditar las cuentas del organismo que preside. 
					 
					Mi insistencia al respecto, podría haberme granjeado el odio 
					eterno de García Gaona. Cualquier otra persona en su 
					caso me habría declarado la guerra. Hubiera dicho impropios 
					contra mí y hasta me hubiera perdido el respeto. Con o sin 
					razón. Que la verdad absoluta no la tiene nadie. 
					 
					Pero el presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta supo 
					hacer algo que es muy recomendable: optó por consultar al 
					corazón. Y éste le dijo en bastantes ocasiones que había que 
					aceptar las críticas. Unas críticas siempre encaminadas a 
					evitar que un presidente tuviera que comerse el marrón de 
					los muchos dispendios ocasionados por otro que había 
					dirigido la federación a su aire. Como si ésta fuera una 
					finca suya.  
					 
					Por ello, no me ha sorprendido, en absoluto, la forma de 
					actuar de Antonio García Gaona cuando acompañado de 
					Vicente del Bosque iba camino del comedor del Hotel Tryp. 
					En ese momento, García Gaona tuvo un gesto que evidencia su 
					saber estar. Y que me permite a mí destacarlo con suma 
					complacencia. 
					 
					El gesto consistió en decirle a Del Bosque que muy cerca de 
					él estaba yo, Manolo de la Torre, un profesional del 
					fútbol de los años de Maricastaña. Y Vicente, a pesar de ser 
					marqués, no tuvo el menor inconveniente en venir a mi 
					encuentro. Del Bosque, me dijo lo siguiente: “Creo que nos 
					conocemos”. 
					 
					Y mi respuesta no se hizo esperar: Por supuesto que sí nos 
					conocemos. Nos vimos un día en el Rincón de Pepe de Murcia. 
					Un hotel extraordinario. Allí estaba alojado el Madrid 
					entrenado por Miljan Miljanic. Un día en el cual 
					Paul Breitner, extraordinario jugador alemán, con 
					inquietudes políticas, fumaba como un carretero. Y cuando yo 
					le pregunté al técnico macedonio por qué le permitía fumar 
					tanto, me respondió así: “Porque es el que más corre en los 
					partidos”.  
					 
					Más tarde, dada la amistad que mantuve con Miljanic, tuvimos 
					la ocasión de hablar en un trofeo de verano celebrado en las 
					Baleares. Y pude darme cuenta de que tú acabarías siendo un 
					técnico de tronío. En fin, Vicente, que me alegro muchísimo 
					que estés disfrutando de un triunfo tan sensacional como es 
					ser seleccionador de un equipo Campeón del Mundo. 
					 
					Tras las palabras dichas, nos despedimos. Mientras yo volví 
					a charlar con Javier Troncoso. Un empresario de Arcos 
					de la Frontera que se lo pasó en grande durante el 
					intercambio de impresiones que mantuvimos Del Bosque y yo. 
					Por cierto, esa conversación ha quedado inmortalizada por 
					Nico. Un profesional del daguerrotipo que siempre está 
					en el sitio justo. 
					 
					Ahora bien, no tengo más remedio que insistir en el buen 
					hacer de Antonio García Gaona. Un tipo a quien le he zurrado 
					la badana de lo lindo y, sin embargo, jamás ha perdido el 
					oremus. Es decir, nunca tuvo un mal gesto hacia mí. Supo 
					morderse la lengua en momentos donde entiendo que le apreté 
					las tuercas de lo lindo. Y a un tipo así, que sabe encajar 
					tan bien los golpes, no hay más remedio que destacarlo. 
					Máxime si es capaz de echar mano de su buena educación en 
					momentos claves. Gracias, presidente.  
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