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OPINIÓN - JUEVES, 23 DE JUNIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Celebrando la llegada del verano
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llegó el verano. Y lo celebré en el Hotel Parador “La Muralla”. En su terraza. La que ni siquiera el transcurrir de los años ha conseguido quitarle un ápice de su encanto. Tras cenar en el comedor exterior, decidí sumarme a la fiesta programada por la dirección del establecimiento. Había corrillos por todos los sitios.

De pronto, se me vino a la memoria otra noche de un verano donde la voz de Romero San Juan, tan íntima, llenaba el jardín del hotel de canciones exquisitas: “Cuéntame”. “Pasa la vida”. Y otras que fueron éxitos indiscutibles.

Eran otros tiempos, le dije a la persona con quien compartía conversación, mientras Mabel Deu pasaba por mi lado y me hacía un guiño de complicidad que yo entendí perfectamente. Por cierto, hacía ya mucho tiempo que no mencionaba yo a la consejera de Educación, Cultura y Mujer. Consejera que se ha ganado con creces el que uno le preste más atención.

Decía que eran otros tiempos aquellos en los que el jardín del hotel se llenaba de bote en bote para presenciar actuaciones de artistas sobresalientes. Años ochenta y noventa del siglo pasado. Años en los que yo también recordaba en los corrillos de entonces en el espacio más destacado del hotel, cómo eran los veranos de la década de los cuarenta y cincuenta.

Yo les llamaba los veranos del albornoz. Ya que el calor se afrontaba sin quitarse ni una sola prenda de las habitualmente admitidas por el convencionalismo social. Y quien se atreviera a lucir sus carnes, en cualquier playa, se exponía a que la pareja de la Guardia Civil, siempre vigilante, le devolviera a la realidad de unas normas puritanas, dictadas al alimón entre autoridades civiles y eclesiásticas.

Así que aquellas hermosas playas mediterráneas, que tanto hubieran podido tonificar el organismo de mayores y jóvenes de la época, con baños de mar y de sol a partes iguales, estuvieron desiertas. Tan desiertas como que parecían estar haciéndoles la competencia al desierto del Sahara.

-Hasta que llegó el fenómeno del turismo –Quien me responde es Fernando Jover. Un Jover que recuerda cómo a las playas llegaban hombres vistiendo calzón corto y mujeres escasamente tapadas con atrevidísimo “bikinis”.

Y es entonces, continúa Jover hablando, cuando se planteó en España un problema de aquí te espero. Vamos, de los de aúpa. Porque entraron las dudas en las autoridades: o se seguían aplicando las normas de todos con albornoces en las playas o bien se hacía la vista gorda y se le facilitaba el camino a las divisas que eran tan necesarias. Se optó por lo segundo. Y se les permitió a ingleses, suecos, franceses y alemanes frecuentar las playas ligeritos de ropa. A pesar de que los integristas no cesaban de gritar desaforadamente contra algo que consideraban pecaminoso.

De hecho, Fernando, vuelvo yo a tomar la palabra, en Ibiza, en el año 1971, los turistas más que ligeros de ropa iban sin ella; es decir, practicaban nudismo. Y los policías tenían orden de detenerles. Y lo hacían. Si bien, en cuanto llegaban al juzgado sito en la calle Juan de Austria, pagaban una multa con derecho a volverse a quedar en pelota picada durante el resto del día. En fin, que metido en conversación tan refrescante, debo decir que me lo pasé bomba estrenando el verano en el Hotel Parador “La Muralla”.
 

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