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                     Soy socio de la protectora de 
					animales, creo que desde su fundación. Mi cariño por los 
					animales me llevó a ello y, por tanto, ni que decir tiene 
					que soy un protector de los animales, sobre todo de animales 
					de compañía, esos que todos los que los poseemos les 
					llamamos nuestras mascotas.  
					 
					Y dentro de las llamadas mascota, siento predilección por 
					los perros, animales maravillosos que te entregan toda su 
					fidelidad y cariño sin pedirte nada a cambio. No hay mayor 
					fidelidad de la que te da un perro. 
					 
					Por eso no entiendo, a aquellas personas que les compran a 
					sus hijos un perro, sin saber que ello conlleva cierto 
					sacrificio, puesto que el perro es un ser vivo, que no 
					humano, pero que como todos los seres vivos necesitan 
					ciertos cuidados. 
					 
					Un perro no es un juguete de peluche, que, cualquier día 
					cansado de él, se puede tirar a la basura o dejarlo olvidado 
					en el baúl de los recuerdos. Y son, precisamente, los que 
					piensan de esa forma, los que compran un perro al niño, y 
					viendo los cuidados que necesitan los suelen abandonar en 
					cualquier carretera, para que en el mejor de los caos, el 
					animal desorientado deje su cuerpo bajo las ruedas de algún 
					vehículo. 
					 
					Nadie obliga a nadie a comprar un perro, para regalárselo al 
					niño o niña de turno, en los reyes o en su día de 
					cumpleaños. Si no estas dispuesto a darle al perro los 
					cuidados que necesita, no lo compres. Te hace un favor ti 
					mismo y al animal que, de ninguna de las maneras, merece ser 
					abandonado. 
					 
					Y ya que estamos hablando de mascota y, sobre todo, de 
					perros, vamos a contar la historia real, vivida por un perro 
					y su amo, en la travesía de Ceuta – Algeciras, por una 
					compañía que, de momento, no vamos a dar su nombre. 
					 
					El dueño del perro, cuyo nombre tampoco lo vamos a dar, 
					preguntó a la compañía si le dejaban viajar con su perro. Le 
					dijeron que no había problema alguno. Embarcó con su 
					vehículo y cuando ascendió a cubierta, una azafata le dijo 
					que el perro debería viajar en el garaje en una jaula que 
					había para los perros. 
					 
					El señor que no quería dejar sólo en la travesía a su 
					mascota, cosa que nos pasa todos los que tenemos perros, por 
					lo que sufren los animales al encontrarse en un lugar 
					extraño sin ver a sus dueños, les dijo que bajaría al garaje 
					y que se quedaría en su coche con el animal. Le siguieron 
					insistiendo que tenía que ir en la jaula, cosa a la que se 
					negó.  
					 
					Solicitó que les trajesen el documento que obligaba a tal 
					situación y un certificado de sanidad sobre el estado de las 
					jaulas. Le trajeron el documento de la UE y el certificado 
					de sanidad. 
					 
					Y aquí, en el certificado de sanidad, es donde viene lo 
					bueno. La fecha del mismo, era de hacía seis meses. Creen 
					ustedes qué un certificado con seis meses de antigüedad a la 
					fecha de los hechos, tiene la garantía de que las jaulas se 
					encuentran en perfectas condiciones sanitarias. 
					 
					Oiga, de verdad, que el hecho es real como la vida misma, 
					que no es broma lo del certificado. En qué condiciones 
					sanitarias se encuentra un barco que lleva un certificado de 
					sanidad de hace seis meses. 
					 
					Se me olvidaba decirles que ante ese certificado se negó 
					rotundamente al llevar el perro a la jaula. Por cierto, el 
					autor del asunto, no quiso nunca decir que era veterinario. 
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