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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 6 DE JULIO DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Recuerdos: “La muerte es el camino de la vida”

Por Cayetano Cuesta López


Cuentan de Lope de Vega que al escuchar un cantarcillo que decía: “Por la noche lo mataron al caballero, la gala de Medina, flor de Olmedo...” le inspiró su célebre novela “el Caballero de Olmedo”.

Y habrá millones de historias que han ido inspiradas por un acto aparentemente sencillo.Una cosa parecida ha ocurrido en la transformación de mis ideas y pensamientos. El fallecimiento de un musulmán que tenía un modesto negocio de cambio de divisas, que le había proporcionad una gran riqueza, fue el motivo.

Una pregunta o comentario, que sin venir a cuento le hice a sus sustituto, quien fue el que me dio la noticia motivó su respuesta. La pregunta fue: ¡Con el dinero que tenía!. Y la respuesta “No, no tiene ningun dinero, ni nada”. ¡Ya se ha muerto!

Esta contestación sencilla y rotunda, en aquel momento me despertó del sueño apacible y sosegado que yo gozaba en el devenir de mi vida. Empecé a darme cuenta de la brevedad de la vida y la tragedia ineludible de la muerte. El fallecimiento de mi esposa, hace poco tiempo, me ha confirmado plenamente mis dos pensamientos anteriores.

Y absorbido por estas ideas recordé a diversos escritores que, de una forma u otra, han dedicado sus escritos al tratamiento de la PARCA, con que se conoce poéticamente la muerte.

Recordé a Calderón de la Barca, en “La Vida es Sueño”... ?Qué es la vida?

La vida es frenesí, un sueño, una ficción, etc.etc. Es asombroso que la muerte de una persona, que no es anécdota, porque ocurre diariamente muchísimas veces en el mundo, ha servido en un solo caso para cambiar las coordenadas que sostenían mi existencia. A partir de este suceso me he hecho filósofo en su sentido estricto, intentar buscar la verdad. La primera deducción que obtengo es que el hombre vivie de su muerte, porque no es más que el itinerario seguro hacia ella. Y esta filosofía cuyo fin, también, es buscar la sabiduría, me ha traido al recuerdo aquellos escritores que de una manera u otra trataban en sus poemas el tema de la muerte.

Recordaba los versos de Santa Teresa de Jesús “... Porque al final de la jornada, aqel que se salva sabe el que no, no sabe nada...”

Vino a mi mente, igualmente Jorge Manrique, en la Coplas a la muerte de su padre: “... Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando como se pasa la vida, como se viene la muerte, tan callando...”

Y remeoré los bellos versos de Francisco de Rioja, describiendo lo fugaz que es la vida de las flores y sobre todo, de la rosa que es la que pone de ejemplo en su silva famosa:



Pura, encendida rosa,

émula de la llama

que sale con el día.

¿Cómo naces tan llena de alegría,

si sabes que la edad que te da el cielo

es, apenas, un breve y veloz vuelo?

Y no valdrán las puntas de tu rama

ni tu púrpura hermosa

a detener un punto

la ejecución del hado presusora.

El mismo cerco alado,

que estoy viendo riente,

ya temo amortiguado,

presto despojo de la llama ardiente.

Para las hojas de tu crespo seno

te dio Amor de sus alas blandas plumas

y oro de su cabello dio a tu frente.



Toda metamorfosis que ha sufrido mi mente, me ha hecho intentar, a mi manera, explicarme el motivo de mi existencia de la forma más racional posible. Y lo primero ha sido dirigirme hacia Jesús de Galilea, como persona, ya que para Benedicto XVI es la figura que hizo saltar en la práctica, todas las categorías disponibles y, que no se puede entender la persona de Cristo sin partir del misterio de Dios, que es tan grandioso que no nos cabe en la razón humana su explicación.

Después de la existencia de Dios como principio jerárquico de todas mis tribulaciones, creo que hay que releer muchos libros clásicos qe te ayuden a recordar principios básicos de nuestra educación, que para aquellos pensadores no es la modificación de las ideas y de los hábitos que los hombres experimentan durante su vida lo que hay que hacer, sino que hay que tener para realizarlo un tacto prudente hasta el momento en que nuestra alma ha moderado la inteligencia y los hábitos morales para que quede constituido y fortalecido nuestro talento y nuestro carácter.

Muchos escritores de la antigüedad reconocieron a Jesuscristo como la figura cumbre de la pedagogía de la humanidad. Y lo veían en la sencillez de sus principios y de sus actos. Rescató a los hombres de la esclavitud, exigió respeto para la dignidad de estos. Hizo a los labriegos filósofos al predicarle un Dios salvador igual para todos. Elevó el matrimonio a la categoría de sacramento e inculcó a la familia, padres, madres o hijos de una sagrada excelencia, que por desgracia se ha perdido a consecuencia de las continuas modificaciones en ideas y hábitos que los educadores actuales han implantado.

Es necesario rescatar antiguas costumbres aunque piensen los modernos pedagogos que no puede haber retroceso en la educación, como si ésta fuera una ciencia exacta e inequívoca.

Hace tiempo leí un párrafo de una epístola atribuida a San Bernardo, que decía, entre otros temas: ... “No levantes la mano a tu hijo o a tu hija, sino enséñales, desde su juventud, el temor de Dios y el RESPETO A LOS MAYORES”...

Para ir finalizando este escrito en el que he expuesto parte de mis ideas sobre la vida y la muerte que me han brotado casi espontánea, quiere recordar que me ha servido de espuela la cercanía del día cinco de julio próximo que se cumplen dos años del fallecimiento de mi adorada esposa, y no tengo dudas, como dije antes, que su recuerdo ha sido la palanca que ha removido mis sentimientos... A ella quiero dedicar el resto de lo que me queda por escribir para finalizar este trabajo.

Querida Tere: Ya son dos años de tu ausencia corporal, digo corporal, porque tu espíritu me acompaña siempre. Esas conmigo en misa, escucho los latidos irregulares de tu bondadoso corazón, siento el calor de tus manos, y como si estuvieras a mi lado te doy la paz y te dirijo la contestación del beso soñado que me dabas en la mejilla cuando nos concedíamos mutuamente la paz.

¡Qué solo me dejastes, Tere! ¡No sé como puedo vivir sin tí!

Eras tan extraordinaria persona, que tengo que repetirte que si en vida eras mi fuerza y mi sostén, en la actualidad, eres mucho más desde la santidd que disfrutas en el Cielo.

Yo se que escuchas mis plegarias¡

¡Ayúdame Tere! Por que sin tu ayuda no soy capaz de caminar por este mundo que lo veo lleno de tinieblas.

Quiero recordarte parte de un poema que me inspiraste hace tiempo, porque me sirve de desahogo y bálsamo para detener el torrente de lágrimas que salen de mis ojos resbalando en mis mejillas. Ya te decía entonces: “El recuerdo de tu sonrisa y tus caricias me producen, además de la iluminación de mi rostro, una ternura inagotable en mi ánimo.

Quiero reflejarte el manantial de mi amargura y que me ayudes a no caminar por sendero equivocado.

¡Qué difícil es, sin tí, mi triunfo en el incierto devenir de cada día en el emblema de la infinitud que me rodea!

¡Qué secreto! Impresionar la bondad de tu alma invisible.

¿Qué burril gravó la bondad de lo divino en tí ?

¿Dónde estás mi Dios que tropiezo en tu clemancia?

¿Por qué Señor me niegas tu sosiego?

¿Por qué me arrancaste la cepa que daba luz a mi vida?

¡Inyéctame Señor en el tallo vetusto de mi ser la luz radiante de tu soplo!

¡Guíame Señor en la terrible soledad que me arrebata!

¡Alúmbrame la negrura insondable de mi pena!

¡Haz que tu atorcha aclare mi camino!

¡Búscame la salvación con tu clemencia!

¡Eleva mis ojos que encuentren tu mirada!

¡Dadme la claridad que necesito de recibir la paz de tu Enviado!

¡Y Señor, por piedad, concédeme la gracia de estar junto a mi amada!
 

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