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OPINIÓN - SÁBADO, 9 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Siguiendo la estela
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Hubo, en este país, un tiempo en que vivía un personaje intangible que se apellidaba Censura y que tenía la costumbre de meter en la cárcel a quienes opinaban libremente y con la verdad por delante. Disponía de un enorme poder, como el de la Iglesia.

Es cierto que decir la verdad duele terriblemente, aunque no físicamente, y carcome la moral de cualquiera. Eso hace que la rabia se acumule en la razón y hace ver cosas que se suponen son válidas para defenderse.

Nunca he tenido miedo en expresarme ni nunca me he mordido, ni me morderé, la lengua en decir las cosas como son. Cosas que están ahí y que no son imaginarias. Cosas sobre las que escribo sin prejuicios latentes ni siquiera escudándome en la hipocresía.

¿Por qué no puedo hacerlo? ¿Por qué no puedo escribir la verdad?

Si hay gente que se ofenden con mis escritos, con aportar pruebas de que es mentira lo que escribo ya tiene una justificación real para ir en contra… pero las cosas y los hechos están ahí, ahí delante de todos y palpablemente reales. ¿Por qué no puedo escribir sobre ello?

Duele que señale a cualquier persona o colectivo con unos motivos que sólo a mí me incumbe y que considero que puedo expresarlo, de la manera con la que expreso mis opiniones, porque no todo va a ser rositas lanzadas con mano trémula.

Si a pesar de que la realidad está ahí, delante de todos, y se sigue insistiendo en defender cosas que son realmente perjudiciales para la humanidad, es que me ha tocado vivir en una época en que la sinrazón domina a todo lo demás.

Cambiando de tema, si en el mundo se toleran agencias que califican a los países como les viene a cuento, con sus cálculos y recálculos interesados (obvio es que en esas agencias de calificación dominan los especuladores), condenando de paso a esos países (caso Grecia y pronto Portugal) a la quiebra real…, no entiendo, ciertamente, el valor real que se les da a esas calificaciones totalmente perjudiciales para la economía europea en general.

¿Estos manejos especulativos no se denuncian? ¿Decir verdades si se denuncia?

En fin, si me toca vivir en una época en que la civilización es demasiado efusiva por un lado y tremendamente fría por otro… ¿Qué le vamos a hacer?

Ciertamente no tengo por qué rectificar lo que escribo. Es una opinión de alguien que opina, nada más. No se puede ir por la vida fingiendo lo que no se es, como tampoco se puede exagerar, en esa misma vida, lo que uno es.

Escrito esto, vuelvo a tomar el camino que la estela va dejando.

He estado viajando y aprovechando mi paso, visité la ciudad donde residí muchos años. Esta ciudad cobija el aeropuerto internacional, al que le ha dado nombre. Estoy hablando de El Prat de Llobregat, donde residen algunos de mis hijos.

He notado un enorme cambio en la misma: los inmigrantes apenas se notan. No así en la ciudad donde resido actualmente, Mataró, donde un barrio entero está, casi totalmente, ocupado por inmigrantes musulmanes y subsaharianos y otro barrio lleva camino de ser idéntico.

Esto que acabo de escribir ¿es ofensivo? No lo veo así, es una realidad palpable que está ahí delante de todos y que sirve para que otros critiquen, con murmullos y miradas atravesadas, la existencia de estos colectivos. No sé si me entienden.

Ciertamente asumo la responsabilidad de todo lo que escribo y nunca voy a escudarme con tapujos hipócritas ni cargar el muerto a otras personas o entidades. Opino como quiero opinar, nada más.

Si el editor censurara lo que escribo, toreando la libertad de expresión y de opinión, poco puedo decir ya que yo no mando… pero me queda la opción de dejar de escribir en un medio en que primaría el miedo objetivo y subjetivo.

En fin, la vida sigue, yo también.
 

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