Ceuta, playas y gaviotas

Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com
 

Ahora que mi director y amigo Antonio Gómez me va enseñando hacia donde “mirar” para ver con los ojos del alma esta Ceuta marinera, cada vez voy descubriendo nuevos elementos dentro de su multiplicidad de matices y como observo desde el sentimiento, cada pincelada ceutí me aparece aumentada, como vista aplicándole una de esas lupas profesionales que mi esposo, el viejo pintor, utiliza para “sacar” del corazón de sus tablas de madera las miniaturas flamencas. Será que esta tierra de María Santísima la Virgen de África morena de mil soles, azuza al éxtasis y al arrobo por lo estrafalariamente hermosa que resulta en sus quiebros y requiebros geográficos, ora adentrándose en la mar, ora dándole el esquinazo para cobijarse a la sombra de las montañas, ora dejándose lamer por las olas o sorteándolas para que se estrellen contra las rocas.

Y todo parece irse a esta ciudad marinera en hacerle zalamerías a los dos mares que compiten por abrazarla dibujando playas que en la fachada mediterránea se dirían del Algarve portugués, por el aroma fuerte y salino que ya no se encuentra en las congestionadas playas del sur turístico español, por el trasiego de gaviotas que se empeñan de forma cotidiana en trazar arabescos aéreos con osados vuelos rasantes, piruetas aeronáuticas casi imposibles y elegantes aterrizajes en la arena para seguir paseando, aves tripudas que se bambolean y dejar sus huellas en la orilla mojada. Puro simbolismo que me hace caer y recaer en un maremagnum de asociaciones y escarbar en la memoria cronológica de la Historia , porque la huella de la gaviota sobre la arena es el mismo símbolo esotérico y místico de la huella del ánade que salpica la Ruta Jacobea tallada en la piedra viva de las iglesias y ermitas que salpican el Camino Espiritual de Occidente por aquellos grandes iniciados que fueron los Maestros Canteros. ¿Recuerdan la historia? Tres peones picando piedra bajo la calorina, se le pregunta al primero “¿Que está haciendo?” El hombre responde con amargura “Pues ya ve, reventado y ganándome el pan con este calor”, luego al segundo que contesta “Estoy picando la roca para hacer bloques y me va bien”. Se le pregunta al tercero y responde “¿Es que no lo ve? ¡Estoy construyendo una catedral!”. Lo cuento porque de eso sabe mucho el ceutí Pérez Buades, arquitecto de catedrales y diseñador favorito de la Virgen de África a la que mimó con su arte de maestro de maestros canteros.

Todo es pura sincronicidad, frente a la pata de oca del camino de Santiago la huella de la gaviota de Ceuta y aquí preside la ciudad y los mares una Virgen que fue tesoro del Temple y que huyó con los caballeros cuando la avaricia de un rey corrupto les montó la escabechina para robarles sus sagradas reliquias y sus misteriosos ritos iniciáticos esos que mamaron de la sabiduría antigua, de cuando 5.000 años antes de Cristo habló Zaratustra. Así Santa María cruzó los Pirineos en brazo de sus hijos y por el Camino de Santiago siguiendo la ruta del campo de las estrellas y luego mirando al sur llegó hasta Portugal, el pedazo perdido de nuestra Iberia Vieja, al amparo de su monarca y de allí, asumiendo circunstancialmente el papel de la Estrella de los Mares en navío hasta la tierra bendita que la esperaba anhelante y huérfana de madre a la que entregar el corazón.

¿Nuestra Virgen morena, portuguesa? No, europea llegó del frío, arrecidita la criatura y acunando al Hijo y aquí encontró el calor de las almas y un hogar mirando al crepúsculo para empaparse en cada atardecer de esos mil soles que le broncean la cara. Por ello tal vez el Universo quiso dotar a la patria de acogida de la Madre de olores del sur atlántico cuyo oleaje golpea las costas portuguesas y se va embraveciendo conforme se acerca al mágico Finisterre que envía de cuando en cuando hasta estas orillas nuestras oleajes teñidos de saudades celtas y oceánicas brumas neblinosas entre las que no extrañaría toparnos con las luces de las antorchas de la Santa Compaña en su ululante peregrinar.

¿Añoranza druídica y megalítica? La detecto en las calas del Sarchal y me viene en vaharadas cuando tengo la suerte de ejercer el arte de “mirar” en la zona de Playa Benítez de camino a Benzú, porque se diría que por esos lares más asilvestrados pero infinitamente más auténticos, las aguas perfuman con especial intensidad exhalando yodo y un poco exhaustas porque puede que lleguen a Ceuta tras haber golpeado yermos acantilados donde se reza a San Patrick en lengua gaélica. Pienso si la Virgen que atravesó el océano recuerda aún su frío templo de otros tiempos y los perfumes boscosos y de piedra viva del antiguo castillo del Temple, el recuerdo siempre está pero también su vida ceutí y marinera atesora siglos de historias y de leyendas que están llenas de emoción y de devoción. ¿Y se han fijado como muchas gaviotas se alargan al Santuario para realizar danzas acrobáticas sobre su tejado y merodear espiando hacia el interior por tal de tener la ocasión de saludar a la Madre y al Hijo? Pues sí que lo hacen y luego se lanzan hacia alguno de los dos mares para zambullirse en la espuma de nácar con esos gritos que no se sabe si son gatos o si son pájaros y además chillan fuerte, proclamando su querencia por la tierra y cuando hay rebatiño o festejo se exceden en escandalizar y hacer ruido.

Yo conozco a uno que dice que sabe traducir el lenguaje de los chillidos de las gaviotas y me acompañó para hacerme una breve demostración de su ciencia, los pájaros rompían el aire con el griterío, conminé a mi conocido “Venga, dime lo que están diciendo ahora” El tipo escuchó con atención y me informó “Ahora están cantando” No me pareció una buena respuesta “Bueno, pero dime la letra de lo que cantan, a ver” De nuevo puso la oreja antes de responder “Vaya... están cantando “Salve, Estrella de los Mares” eso cantan”.

Natural, que canten “eso” y en Ceuta es natural.