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OPINIÓN - LUNES, 18 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

La cárcel de los Rosales
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

No hay cosa que me moleste más que hablar u oír hablar de una prisión, por el hecho mismo de estar hablando de un lugar en el que las personas quedan convertidas en nada sin que las más mínimas libertades las puedan ejercer quienes están allí, naturalmente, en contra de su voluntad.

Es lo peor que me podría pasar, tener que ir, no por mi voluntad, a un centro de estos y si además es como el de Los Rosales, mucho peor.

Poco, pues, se habla de estos lugares y si alguna vez, como en este caso, es alguien que ha estado y sigue estando allí, todo lo que nos cuente es como para ponernos con la carne de gallina.

Y un interno de Los Rosales hablaba, hace muy pocos días, para nuestro periódico y empezaba por denunciar falta de higiene, o lo que es lo mismo nos ponía en situación de la cárcel de Los Rosales como si se tratara de un centro de este tipo, en otros países muy inferiores al nuestro.

El recluso hablaba sobre este asunto, aludiendo a que sus compañeros se han contagiado de hongos en la prisión y que las condiciones son tan ínfimas que hay algunos que duermen en el suelo.

Un poco exageradas parecen sus palabras, pero hay otras fuentes que, en ocasiones precedentes, han venido apuntando a algo similar a esto.

Así pues, al referirnos a este centro penitenciario, no podemos estar hablando de nada bueno y menos cuando algunos de los presos han llegado a contagiarse así, en la misma cárcel.

El centro, es sabido, es viejo ya, posiblemente si tuviera que pasar una inspección para ver la viabilidad de que “vivan” en él tantas personas, no sería satisfactoria esa inspección, ni de lejos.

Esto implica un mal estado, que es lo que se trata de denunciar, en el que se encuentran las instalaciones de Los Rosales.

Por resumir las condiciones existentes, en un par de líneas, diríamos que hay falta de higiene, hay saturación del lugar, hay escasez de funcionarios y por si todo esto fuera poco, también aparecen ratas o cucarachas.

En definitiva, se trata de un lugar inhabitable para lo que son nuestros días, con la particularidad de que hay necesidad de compartir los “chabolos”, hasta por seis personas.

¿Cuál es la solución a esto?. Digamos que solución no hay ninguna, aunque existe la opción, con todo lo que ello acarrea, de traslado a la península.

Todos estos datos, ya lo hemos dicho, han llegado a nuestro medio, a través de un interno que ahora disfruta del tercer grado y que ha querido dar todos los detalles, para que se conozca, también fuera, lo que hay que soportar dentro. Naturalmente, no ha dado su nombre, aunque lo hubiera dado no se habría sacado a la luz, para así evitar posibles represalias.

Es difícil en cuarenta o cincuenta líneas, hacer un recorrido completo de cómo viven más de 330 internos, que habrán llegado, no cabe duda, por sus propias acciones, pero que merecen una situación más digna.

Mires por donde mires la situación, no aparece nada positivo, con un techo de hormigón que “está para demolerlo”, con escasez de mantas en los meses de invierno y exceso de calor en el verano, con cortes de luz y de agua, así como otros cientos de incomodidades que cada día se van añadiendo a las ya existentes.

Sinceramente, hay que decir que los presos necesitan otro tipo de tratamiento, al menos en cuanto a instalaciones.
 

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