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OPINIÓN - JUEVES, 28 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Nunca le pongo título a mis artículos, pero si hoy tuviese que ponérselo, no lo duraría ni un segundo, lo titularía “Quo vadis, España”.

Hemos retrocedidos al menos cincuenta años. Para nuestra desgracia hemos vuelto a la emigración hacia otros países en busca de un salario que nos pueda dar para sobrevivir. De nuevo aparece con fuerza la canción de ese fenómeno del cante que se llamó Juanito Valderrama, “El Emigrante”.

Canción que se mete en el alma de todos aquellos que, un día, tuvimos que emigrar hacia otros países, buscando una vida mejor. Canción que te desgarra esa alma de español, cuando escuchas cantarla y llega esa parte que dice: “y aunque soy un pobre emigrante, jamás en la vida podré olvidarte”.

La cosa, para todos los que van a emigrar, va a ser lo mismo que en los años cincuenta, sólo va a cambiar el medio de transporte y las maletas. No irán en aquellos trenes de carbón, clavándote los asientos de madera en el trasero, ni llevarán las celebres maletas de cartón piedra atadas con cuerdas, ni el chorizo y el queso, liado en papel de periódico. Ese papel de periódico, lleno de grasa, pero que lo leerás mil veces recordando a España.

Hoy viajarán en buenos trenes esos que les harán llegar antes a su destino y llevarán, aunque sean falsificadas mochilas de “marca”. Ni les llevarán a barracones donde descansarán para empezar a trabajar al día siguiente.

Esa será la única diferencia que encuentren, con los que tuvimos que emigrar en los años cincuenta. El resto será lo mismo, soñar cada día con volver a España. Llorar en silencio muchas noches recordando su pueblo o su ciudad, los amigos y esa novia con la que se espera casar en cuanto pueda reunir unas pesetas.

Duro los dos primeros años de esos emigrantes, trabajando a destajo en uno o dos trabajos, tratando de reunir ese dinero necesario para volver y casarse con la novia que le espera. Para una vez casado, iniciar el regreso y ponerse los dos a trabajar como esclavos, guardando moneda a moneda, con la única esperanza de reunir lo suficiente para volver a España.

Pero la realidad es otra muy diferente que acaba, en la mayoría de las ocasiones, con ese sueño de volver a España. Se tienen hijos y estos se casan, creando su propia familia de la que nacen los nietos.

Y es entonces, cuando desaparecen esos sueños de volver, porque no se pueden abandonar a los hijos y mucho menos a los nietos que, además, se siente ciudadanos de los países en los que han nacido, con su idioma, su cultura y sus tradiciones. Y es precisamente, en esos momentos, cuando España sólo es un sueño del que nunca despertaremos, para poder hacerlo realidad.

Para saber que es la emigración y el enorme dolor que supone dejar España, hay que vivirla. No vale lo que le cuente a uno, pues la realidad superará con creces a la ficción.

Que pena que nuestra juventud, la más preparada, tenga que emigrar haciendo, con ello, que halla menos españoles en España. Hemos vuelto a los años cincuenta. Por eso, sin duda alguna, hoy titularía mi artículo “Quo vadis, España”. ¿Y la clase política?. Bien, gracias.
 

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