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                     Es difícil, en los momentos que 
					vivimos, marcar una línea clara y casi única, en la 
					vestimenta, para ser elegantes, para ser clásicos o para ser 
					progres, pero de la progresía barata. 
					 
					Y a estos, muy especialmente, me tengo que referir hoy, por 
					algo que hace pocos días me sucedió, con una de mis camisas, 
					mejor dicho niki. 
					 
					No me duelen prendas en decir, sin ser de ninguno de los 
					extremos, que me gusta cuando en alguna de las prendas que 
					me pongo aparece la bandera española. 
					 
					Ser seguidor y acérrimo defensor de la bandera de España se 
					convirtió, especialmente el pasado año, en la moda de todo 
					el verano de 2010. 
					 
					La Selección Española nos había cautivado a todos y portar 
					nuestra bandera ya no era una cosa de simples “fachas”, sino 
					de españoles de todas las tendencias y con todos los 
					derechos. 
					 
					Eso me agradaba, porque para mí la bandera, la que es de 
					todos, es el símbolo de la verdadera unidad, sin pararse en 
					memorias históricas o en otras idioteces que gustan mucho a 
					la seudo progresía de ciertos ámbitos. 
					 
					Iba yo tan tranquilo con mi niki blanco y su lagarto como 
					distintivo de marca, pero con los colores de la bandera 
					española en el cuello y en las mangas, cuando se me acercó 
					un conocido, hasta entonces casi amigo y me dijo:”¿Cómo eres 
					capaz de llevar eso?”. En principio no caí a lo que se 
					refería y yo, totalmente inocente, le respondí:” es nuevo, 
					no creo que esté manchado”, pero él yendo al grano me 
					insistió:”No se trata de eso, sino de la bandera facha que 
					llevas”. 
					 
					No pude resistir el primer impulso:”Los hijos de puta 
					califican a los demás de lo que ellos quisieran ser”. 
					 
					La conversación, fuera de esto, no subió de tono y mucho 
					menos cuando yo le decía que lo puramente discutible hubiera 
					sido llevar las marcas convencionales o trasnochadas, 
					depende de para quien, como la hoz y el martillo, las 
					enseñas del Vaticano, el capullo del PSOE o las siglas del 
					PP, por ejemplo. 
					 
					A todo eso se le podría poner algún pero, por parte de 
					quienes no comulguen con esas ideas, pueden ser símbolos muy 
					queridos o rechazados, según por quien, pero con respecto a 
					la bandera, sólo aquellos que no saben distinguir entre lo 
					propio y lo ajeno, o aquellos que se quieren ir apartando de 
					lo que les pertenece, pueden rechazarlo. 
					 
					A partir de entonces, como me va la marcha en ese sentido y 
					como sé hacia qué partes les molestan ciertos colores y sus 
					emblemas, he procurado hacerme con más de un niki de estos, 
					para siempre tener de reserva y para que mi ex amigo, y 
					ahora, tan sólo, conocido rechine lo dientes, desde su 
					progresía mal entendida. 
					 
					Y que conste que haría lo mismo si un día alguien de la otra 
					parte criticara que uno llevara un jersey o una cazadora 
					roja, cosa que, también, molesta, pero a los del signo 
					contrario. 
					 
					Y es que yo me resisto a tener que vestir con el uniforme 
					que alguien, desde sus colores, me marque para ahora y para 
					el futuro. 
					 
					Las casas de moda, cada año, buscan y tratan de promocionar 
					unos colores en sus pasarelas, pero esos colores fuera de la 
					pasarela pueden atenuarse mucho, o incluso cambiarse, sin 
					marcar la moda que todos tengamos que seguir. 
					 
					A partir de ahora y muy especialmente en la época de verano, 
					desde mayo hasta octubre, en más de una ocasión vestiré “con 
					la bandera a cuestas” en el cuello y las mangas de mis nikis, 
					sin importarme un bledo que eso moleste a los progres 
					baratos. 
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