PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - LUNES, 8 DE AGOSTO DE 2011

 

OPINIÓN / ESCRITOS CABALLAS

Barlovento - Estirpe inmortal (y II)
 


Javier Cherllarám
javiercherllaramt@elpueblodeceuta.com

 

Al quedarme embobado mirando el verde como un mar de septiembre, la cortina como un pergamino chino, puse mis ojos en ella, ojos como tornillos en un portalòn, en sus murales pintados sobre la tela de la cortina, había pescadores ribereños en mareas celestiales, parecían pintados allá en el mismo cielo, era un clamor idilico cuando se iluminaba con la vieja lampara de la mesita de noche. También tenia en la mesilla, esa caja de galletas inglesas, caja de metal de esas antiguas que invitaba al oxido sepulcral, pero que ahí seguía en pie. Al fondo en una esquina estaba el espejo con una especie de lavabo de palangana, una reliquia de antaño, donde colgaban jarros y los peinitos y avios de afeitar del abuelo Bernardo, todo muy marino y muy curioso. El silencio se rompía de vez en cuando, con la suave brisa que entraba por la ventanita y revoloteaba la cortina de ribereño.

Fueron pasando los meses, los años como una singladura de un bergantín dando la vuelta al mundo, y yo me fui haciendo un mozalbete que tenia mucha pelusila encima del labio superior,. Como el limo a una quilla varada en un astillero, ya las visitas al puente del abuelo, fueron en compañía femenina…. Algunas mocitas me estaban esperando en un rincón como pescante de navío encallado, que me silba como una sirena entre escolleras, que me despedia de nuestro encuentro entrañable con las saladas arengas y fiel consejo de quien, podia navegar con los ojos cerrados. El abuelo que asomaba ojo avizor por el puente de mando, me veía perderme unos grados a babor, con una niña a mi lado cual patrullero que se abraza por navegar con el crucero, en su singladura, como esfumandome por la bocana, los mecíos de mi locura.

De la leyenda y de la fantasía, el legado de las aguas fueron dando paso a la realidad, mi abuelo me llevó hecho un mozo al despacho de buques de la Armada, entre dos anclas con cien años de historia, historia de reclutas y de marinos, ante sus lujosas y limpias escaleras, ya estaba yo entregando a los brazos de la Armada, el folio de inscripción maritima, ya era mio y mi nombre ya era del mar, y los dos nos echanmos un cabo, a ver por donde se estiraba más, por el lado mio o por el lado de la Armada, en la familia muchos hacian cuentas , cabalas y chismorreos de comentarios, como en las lonjas sus pregones, a ver quien daba un duro mas, por uno de los dos la Marina o yo…

Hasta que llevado un tiempo que medité la decisión que era mejor di el paso adelante, la estacha me unió como al molinete, de un lado a otro, ya tenia el papel de voluntario en mis manos, Marinero de la Armada me convertí en San Fernando en la Tacita de Plata, la parte de mi propia estirpe se fue materializando, no podía ser de otra forma, así lo habia sentido, rozado y querido, desde mis primeros pasos ,vestido de marinero en la Primera Comunión, así una vez mas otra vez de marinero, la primera foto que me hice ¡ para el abuelo! El colocó esa foto justo enganchada con los demas marinos ilutres que formaban la familia. Fotos que adornaban su sala de marineria, como banderines y gallardetes. Aquella sencilla y modesta morada, ya formaba parte yo tambien del recuerdo de la misma, vestido de faena y con la cabeza rapada, al paso de una maquina que rasuraba cual vestigio impuro antes de encomendarte a tu nuevo recaudo de servir a la Patria. Los acordes del Himno Nacional, la Banda de Musica del Cuartel , con los cambios de guardia a ritmo de pasodoble, con el mosquetón sobre el hombro, era un cosquilleo fiel vello erizado como rocas mecías por cristalinas aguas, con los pies allí y la mente puesta en el recuerdo del abuelo, como promesa guardada en el fondo de mi corazón. Por sopresa me presenté en casa ,de permiso en Ceuta en esta tierra, que une dos continente, es mi Ceuta la tierra de mi alma, mis hermanos pequeños casi asustados entreabrieron la puerta, a un desconocido marinero, que se fue niño y venia hombre. Tras los abrazos y entusiasmo por el muchachito marino en la familia, el reconfortable café con los pasteles del dia, me fui corriendo a ver quien mas lo merecía, como homenaje en este mundo, el abuelo. El comandante de mi v ida, la mili de mis sueños, que le hice en un rincón de su casa, casa que me dio cariño y amor sublime por encima de todo, con el temblor de las piernas como al que besa a su amor por primera vez, tantos años esperando y nuestro bello encuentro, la puerta vieja dejaba a verlo a medias, esos besos y abrazos, de misión cumplida de un nieto con su abuelo. Me vió durante unos momentos emocionado, vestido de marinero, el abuelo se quitó años de encima ya que se puso el Levanto en la cabeza, el gorro de marinero, y pude comprobar con lo que estudie en Cádiz, que todo sobre leyes penales y afirmaciones de rango militar y su tratado sobre Ejercito y Armada, las conservaba con total lucidez. Fueron pasando los encuentros, los regalos mutuos, los recuerdos del Cuartel de Instrucción de Cadiz, mi nuevo destino aquí en Ceuta, cintas de marchas militares ,de desfiles por doquier.

Y fuimos agrandando y enriqueciendo nuestro conocimiento y pasión por el mar, porque tantos adelantos, tantos avances y muy doy cuenta, que con el mar no pueden, te guarda tantas cosas, tan bello y tan cruel tan sereno y tan traicionero , pero yo Javier no puedo estar sin el.

Ya al abuelo la vida la edad y los achaques le fueron venciendo, su caldera se iba apagando, se iba quedando sin fogón, sus helices se fueron entrecortando como sus latidos y su barco iba rumbo a encallarse a perderse en el fondo del mar.

Pero no sin despedirme de este legado de Barlovento Estirpe Inmortal, el agradecerte mirando el horizonte del mismo cielo, veinte años se han cumplido de tu adiós por los mares eternos, del recuerdo de un domingo de marzo, como el que reposta seco en un avituallamiento, me diste quinientas pesetas, en tu beso de aquella tarde, en nuestra cita de costumbre ese dinerillo que esta solo en mi bolsillo, me sirvió para convidar a una mocita en aquella primavera, en un paseillo por la calle Real y por la Marina en su balustrada, aquella niña con sus ojos azules como el mar, es hoy mujer y la madre de mis hijas. Veinte años hace ya que nos dejaste para siempre, no te dio tiempo a verme casado, ni a ver en este mundo a dos nietos mas Vestidos de Marinero. Aquí termino mi Barlovento, ya me tiembla el timón de mi pluma, el aire que golpea mi quilla , si alguna vez no puedo con la Estirpe de nobles colosos, tu me darás fuerza desde el cielo, para seguir a las generaciones venideras contarlas como tu hacias con nosotros querido Abuelo, historias de amor por el mar..
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto