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                     No podía imaginar el protagonista 
					de esta “historia” que el 15-M le traería fatales 
					consecuencias. Él, como muchos jóvenes de nuestro país, 
					sintió la necesidad de abandonar su pueblo, ubicado en la 
					provincia de Toledo, donde sólo trabajos eventuales fueron 
					objeto de su actividad laboral. Tenía algo más de veinte 
					años cuando se decidió a dar el paso decisivo para 
					trasladarse a la capital de España. Sólo una breve 
					experiencia en trabajos del campo y una incompleta 
					formación, donde no llegó a conseguir titulación académica 
					elemental, aunque él “presumía” de saber leer, escribir y 
					hacer cuentas. Con un breve equipaje, se lanzó a la 
					aventura. 
					 
					Y no tuvo muchos problemas para encontrar un puesto de 
					trabajo: una ferretería, ubicada en la madrileña Puerta del 
					Sol, donde, en principio, y como era lógico, desempeñó 
					funciones de meritorio, hasta que, transcurrido unos meses 
					de aprendizaje, se convirtió en un empleado eficiente, a 
					satisfacción de los dueños del establecimiento. 
					 
					Unos años después, consiguió un modesto piso en las 
					proximidades de su lugar de trabajo, posiblemente con la 
					intención de formar un hogar, con su novia de toda la vida, 
					que había quedado allá en el pueblo y que, con cierta 
					asiduidad, lo visitaba. 
					 
					Pero aparece, para él, de forma inesperada, el 
					autodenominado 15-M, convirtiendo la madrileña Puerta del 
					Sol en epicentro del movimiento que toma esa denominación, 
					por acontecer a mediados del mes de Mayo, a una semana de 
					las Elecciones Autonómicas. 
					 
					Grupos de ciudadanos “indignados” salieron a la calle para 
					expresar su rechazo a la clase política y reclamar un cambio 
					sustancial en el sistema. 
					 
					No importaba la edad, aunque la mayoría eran jóvenes, 
					tampoco la ideología, aunque avispados dirigentes de uno y 
					otro signo a la caza de votos, no tardaron en mostrarles sus 
					simpatías o tomar la callada por respuesta, para no dar un 
					paso en falso que pusiera a la multitud en contra. 
					 
					Simplicio, todo este movimiento lo vivió de forma pasiva, 
					con cierto asombro, al producirse de forma inesperada, 
					escuchando los primeros gritos de “lo llaman democracia y no 
					lo es”. 
					 
					Acamparon en decenas de plazas públicas, en vísperas de las 
					elecciones y, pese a que la Junta Electoral Central prohibió 
					sus concentraciones, el Ministerio de Interior decidió no 
					desalojarlos. 
					 
					Pero aquello que parecía “flor de un día”, resultó que se 
					prolongó por muchos días, originando un enorme deterioro en 
					la Puerta del Sol, en aquellos establecimientos colindantes, 
					perjudicándoles notoriamente en la venta de artículos y las 
					consiguientes pérdidas, elevándose a porcentajes muy altos. 
					 
					Simplicio, por un momento, temió lo peor: de prolongarse la 
					situación, su trabajo peligraría, por lo que se venían abajo 
					todos sus proyectos y se vería abocado a formar parte de esa 
					ya larga “legión” de “indignados”. 
					 
					En síntesis, las propuestas del llamado 15-M eran: 1) 
					Eliminación de los privilegios de la clase política. 2) 
					Lucha contra el desempleo y jubilación a los 65 años. 3) 
					Derecho a la vivienda. 4) Especial atención a los servicios 
					públicos. 5) Control de las entidades bancarias. 6) 
					Fiscalidad, aumento de impuestos a las grandes fortunas. 7) 
					Libertades ciudadanas. 8) Reducción del gasto militar. 
					 
					En un paréntesis producido por los “indignados” y, recobrada 
					la normalidad, el dueño de la ferretería donde trabajaba 
					Simplicio, lo inquirió en su despacho con los deseos de 
					hacer una exposición sobre la situación originada por los 
					acampados: crisis total en todos los comerciantes de la 
					zona. Y el modesto empleado se temió lo peor: despido, por 
					las nulas o escasas ventas de artículos que se habían 
					producido en esos días. El cuerpo le temblaba, viendo cómo 
					se veía irremediablemente a quedarse sin empleo. No se 
					cumplieron sus vaticinios de forma inmediata, lo que su jefe 
					le pidió es que comprendiera que si no se realizaba en esos 
					días una total recuperación de la normalidad, sí que se 
					produciría el despido de forma inmediata. 
					 
					Pero, ¿por qué se produce en estos momentos este movimiento 
					de protesta? El movimiento del 15-M puede ya apuntarse el 
					tanto de haber rescatado de los sótanos de la Historia la 
					idea de la utopía (posible) para el imaginario colectivo. Se 
					trata, sin ningún género de dudas, de una pequeña revolución 
					cultural. Los eslóganes del 15-M no dejan lugar a dudas. “No 
					somos anti-sistemas, somos cambia-sistemas”. “Tu futuro es 
					ahora”. “Ya ha empezado”. “Hemos vuelto a recuperar la fe en 
					el futuro”. “Y la capacidad para imaginarnos un mundo 
					mejor”. 
					 
					Ahora que los manifestantes de la Puerta del Sol gritan “lo 
					queremos todo y lo queremos ahora” ha llegado el momento de 
					preguntar por qué la utopía había desaparecido del horizonte 
					cultural contemporáneo, qué papel jugó la ideología 
					dominante (el libre mercado) en su caída en desgracia y qué 
					función política cumplen los textos utópicos literarios. 
					 
					A los participantes de estas concentraciones les une una 
					común indignación ante una situación que les parece 
					insoportable… Nos encontramos ante una manifestación de 
					justa cólera que, afortunadamente, se ha expresado de forma 
					pacífica. No se sabe lo que ocurrirá. Es difícil valorar los 
					movimientos sociales en su origen… 
					 
					El porvenir de Simplicio está en un punto de incierta 
					espera. Ser un “indignado” o no serlo, no depende de él. Sin 
					duda, no se trata de un único caso, si tenemos en cuenta que 
					los movimientos de protestas se han realizado en Barcelona, 
					Valencia, Salamanca, Mallorca, Burgos… y siempre en lugares 
					céntricos, por lo que los problemas laborales originados en 
					ellos son similares a los de Madrid. 
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