El deseo de Alberto y Carlo de parar en Melilla no fue
posible hasta el trayecto de vuelta, debido a que en nuestra
ciudad no hay posibilidad de repostar combustible. Según
Carlo, hijo de Paloma Gómez Borrero, ésta es la única pega
que ha encontrado a Melilla, ciudad que les ha causado “una
sorpresa muy agradable” y que prometen volver a incluir en
el próximo viaje que planifiquen.
En cierto modo, esta familia tiene vinculación con Melilla,
ya que el Fuerte de Rostrogordo fue construido por Francisco
Roldán, tatarabuelo de la conocida periodista, que era
ingeniero del Ejército. “Hemos hecho peregrinaje familiar”,
comentó con una gran simpatía Alberto de Marchis, que se
mostró muy contento de que el Fuerte se conserve en tan buen
estado.
Padre e hijo abandonarán Melilla después de llegar el
domingo. Su visita a la ciudad forma parte ya del amplio
anecdotario de este viaje de aventuras que culminarán dentro
de pocos días, cuando regresen a Roma. Desde que salieron de
la capital italiana el pasado 6 de agosto, Alberto y Carlo
han recorrido 10.000 kilómetros y han pasado por cinco
países. Además de Italia y lugares de España como Jerez y
Lanzarote, han parado en Mauritania, Senegal y Marruecos.
Todo ello, en 30 horas de vuelo en una avioneta de un solo
motor, construida en 1975 y pintada a mano por su anterior
propietario, un cuidador de delfines estadounidense, que
decoró la chapa de la aeronave con este mamífero y el
retrato desnudo de la mujer. Para no ofender a los países
islámicos, Alberto y Carlo han tenido que tapar dicha imagen
en este viaje.
Hoy, cuando emprendan rumbo de regreso a Roma pasando por
Alicante o Baleares, Alberto y Carlo destaparán a la mujer,
que permanece en la avioneta por la superstición de que los
cambios de pintura en las aeronaves traen mala suerte.
Paloma Gómez Borrero no les ha acompañado por su miedo a
volar. “No le gusta nada, y menos en una avioneta de un solo
motor”, afirma su hijo Carlo, que está encantado no sólo con
el viaje que ha hecho estos días con su padre, sino también
por la buena impresión que se llevan de Melilla.
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