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cultura - SÁBADO, 27 DE AGOSTO DE 2011


jarra en verde y negro nazarí. c.r.

reportaje / arqueología
 

De la excavación a la vitrina

Seguimos el viaje de una de las
piezas de cerámica encontradas en la
excavación del Pasaje Fernández en la campaña 2009-2010, desde su hallazgo, pasando por su restauración, hasta
su puesta a punto para Museo
 

CEUTA
Cristina Rojo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Si se quisieran catalogar y acondicionar todas las piezas que la Consejería de Educación, Cultura y Mujer, a través de su departamento de Patrimonio, conserva en este momento de las distintas excavaciones arqueológicas que se han llevado a cabo en Ceuta durante los últimos años, serían necesarios como mínimo cinco años de trabajo. Es una estimación, aunque basta con ver los cientos de miles de pequeñas piezas cuidadosamente recopiladas, para pensar en un período todavía más largo.

Entre todas esas piezas, algunas de las últimas en llegar han sido las de la ciudad medieval que se encontró recientemente bajo el Pasaje Fernández, una zona que ya está protegida a nivel patrimonial como nivel uno. De las miles encontradas allí, ya están catalogadas unas 350. Entre todas ellas, una pequeña jarra policromada puede servir como ejemplo para observar todo lo que una pieza de cerámica puede decir sobre el periodo histórico al que pertenece.

Esta talla, de aproximadamente quince centímetros de altura y coloreada en verde y negro nazarí, provendría del siglo XIV. “La jarra nos habla de la relación entre Ceuta y Granada, cuando Granada era parte del reino Nazarí, y es de un diseño fino, de cierta calidad, por tanto nos habla de una familia con dinero que podía permitirse piezas que estaban más o menos de moda, y utilizaba distintos utensilios de cocina para cada una de las necesidades que surgen en ella”, explica el personal de la Consejería.

“Contextualizando, es muy probable que perteneciera a alguna familia adinerada que, después de haber vivido en Granada, regresó, como hicieron otros muchos musulmanes en aquella época. Ceuta era entonces la gran ciudad del norte de África”.

¿Cómo se llega a estas conclusiones a partir de una pieza de dimensiones tan reducidas? En la Consejería de Educación, Cultura y Mujer, explican que es un proceso “largo y laborioso”, pero que lo importante es que cada pieza “tiene mucho más significado dentro de su contexto”.

Elegir las piezas significativas, las más adecuadas para dejar de ser parte de los miles de fragmentos conservados por Patrimonio y convertirse en una de las que serán observadas desde las vitrinas de un museo es complejo, y a la vez muy subjetivo.

“Entre todas las piezas que clasificamos, elegimos las que tienen mayor potencial para contar una historia, las que tienen una lectura más sencilla o son más visuales. De hecho la función del Museo es esa, el ser capaz de contar historias a través de lo que contiene”, explican. Según ejemplifican desde la Consejería, una jarra como ésta es mucho más identificable que una cantimplora, por ejemplo. De igual forma no dice tanto una pieza en solitario como un conjunto agrupado por contexto.

Para llegar al estado de conservación en el que se encuentra ahora, esta jarra ha pasado por un delicado proceso de limpieza, en el que se le quitaron primero las sales pegadas. Después, y tras haber sido clasificada en grupos y subgrupos junto a otras piezas, se ordena en base a su función y el material con el que está compuesta. La restauración de esta jarra ha sido llevada a cabo por el arqueólogo municipal, quien explica que la pieza ya está lista para su incorporación a cualquiera de los museos de la Ciudad.

Tras más de seis siglos desde su origen, la jarra de agua catalogada como PF-4112 nº42, podría pasar a formar parte en cualquier momento de las piezas que, en sí mismas, cuentan la historia de nuestro pasado desde las salas de un museo.

“Ahora solo falta que alguien la necesite. Bien para servir en una exposición sobre modos de vida, sobre cerámica del periodo nazarí, o para un monográfico sobre todo lo encontrado en el mismo Pasaje Fernández”, dicen en la Conserjería.

Mientras ella espera su turno, otros cientos de miles de piezas aguardan el suyo para poder relatar su historia a los ceutíes.
 

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