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					El tríptico eucarístico de la Santa Iglesia Catedral, cuya 
					restauración comenzó en diciembre de 2010, se encuentra ya 
					en la última fase de su recuperación. El grupo de 
					restauración pictórica, compuesto por un restaurador y seis 
					auxiliares, prevé la culminación del mismo para el próximo 
					diciembre, con lo que los tres óleos podrán ser devueltos a 
					su emplazamiento original, en una de las naves de la 
					catedral. 
					 
					Ocho meses después de que se iniciara el proceso de 
					restauración del tríptico eucarístico localizado en una de 
					las naves laterales de la Santa Iglesia Catedral, las 
					fotografías mediante las que se ha ido documentando todo el 
					proceso muestran el importantísimo lavado de cara al que se 
					han sometido estos tres cuadros, obras anónimas 
					“probablemente hechas a medida” para la propia catedral en 
					el siglo XVIII, según explica el restaurador del proyecto, 
					Jesús Pérez Rivera.  
					 
					Los tres lienzos, de 2,9 metros de altura por 1,45 y 1,15 de 
					ancho respectivamente (el cuadro central es más estrecho que 
					los laterales) relatan varios pasajes bíblicos: ‘Las bodas 
					de Canaán, ‘La Recogida del Maná y ‘La Santa Cena’. Todos 
					ellos se encontraban en un estado de conservación bastante 
					malo, según explican en el equipo de restauración, que 
					actualmente se afana en el estucado de lagunas pictóricas, o 
					lo que es lo mismo, la reintegración volumétrica de las 
					lagunas donde se ha perdido la pintura por el paso del 
					tiempo.  
					 
					Hasta el momento, los cuadros han pasado ya por un minucioso 
					proceso de recuperación que comenzó por su análisis 
					físico-químico con la observación a través de microscopio y 
					luz utravioleta y continuó, entre otras fases, con la 
					retirada del bastidor, el empapelado de protección de la 
					capa pictórica, la fijación de la capa pictórica, limpieza 
					mecánica y desinfección de la tela por el reverso, 
					consolidación del soporte mediante reentelado, o el montaje 
					de la tela en un nuevo bastidor móvil previamente tratado 
					contra ataques biológicos.  
					 
					Según Pérez Rivera todas y cada una de las fases de la 
					restauración tienen una gran importancia para conseguir un 
					buen resultado, aunque destaca la consolidación del soporte 
					como algo vital para la recuperación de los cuadros. “Es 
					algo invisible pero trascendente para la pervivencia del 
					lienzo a lo largo del tiempo”, explica. Para ello, el grupo 
					de restauración pictórica ha reforzado cada uno de los 
					lienzos originales con un tejido sintético que sella 
					termoplásticamente los cuadros. Todas las mañanas, mientras 
					se desarrolla la eucaristía o en el silencio de la catedral, 
					el equipo de restauración, compuesto por el restaurador 
					Jesús Pérez Rivera y las auxiliares María del Carmen Reyes 
					García, Rosa Alamino Escalante, Luisa Rodríguez Baró, Saida 
					Mustafa Mohamed, Concepción Haro Quero y María García 
					Carrillo, trabaja meticulosamente, algunos de ellos incluso 
					con una faja para proteger la zona lumbar, que puede 
					resentirse al trabajar en la postura que exigen cuadros de 
					estas dimensiones.  
					 
					Las fotografías de los lienzos, tal y como se encontraban 
					cuando se empezó a trabajar sobre ellos, hablan por sí 
					mismas de la belleza que se encontraba literalmente 
					sepultada bajo el efecto del paso del tiempo. Mientras los 
					restauradores siguen afanados con paciencia y delicadeza en 
					distintos rincones de los cuadros, cada vez queda menos para 
					poder redescubrir qué es lo que escondía el tríptico 
					catedralicio. 
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					Un conjunto pictórico con gran calidad narrativa dentro de 
					la liturgia cristiana  
					El restaurador del conjunto que 
					forman ‘Las Bodas de Canaán’, ‘La última cena’ y ‘La 
					recogida del maná’ valora los cuadros que componen este 
					tríptico especialmente por su “sentido compositivo” y “su 
					forma de narrar a efectos litúrgicos”. Según explica, aunque 
					los cuadros, que datarían de finales del siglo XVII o 
					principios del XVIII, “no presentan un buen estudio 
					anatómico, o de la luz como el que podría observarse en un 
					lienzo del periodo barroco maduro”, tienen un gran valor 
					patrimonial en su conjunto, siendo quizás de los cuadros más 
					antiguos de estas dimensiones que se conservan en la 
					Catedral.  
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