PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - DOMINGO, 28 DE AGOSTO DE 2011

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Tres mejor que uno
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Leer es un placer. Lo dicen aquellos que tienden a la lectura como una obligación. Que no se sienten felices sin un libro en las manos. Y para muchos, una fuente de información, independientemente de los temas tratados.

Una reciente encuesta da a conocer que es en el verano cuando más libros se leen. En cierto modo es lógico, ya que, coincidiendo con las vacaciones veraniegas, se dispone de mayor tiempo libre, en particular todos aquellos que se encuentran comprometidos, todavía, con obligaciones laborales.

En mi caso, ya superado ese largo período laboral, me encuentro todavía con ese hábito de lectura en período veraniego.

Yo tenía enormes deseos de iniciar la lectura de los libros escritos por Arturo Barea, cuya obra más importante está formada por la “La forja de un rebelde”, una trilogía que redactó en Inglaterra, entre 1940 y 1945, y que, al publicarse juntas, tomaron el título ya referido. Su caso es singular y raro. Hasta la Guerra Civil fue un perfecto desconocido. Presa de desengaños y crisis nerviosas, Barea se marchó de España a mediados de 1938. Desde 1940, hasta su muerte, Barea trabajó para los servicios de la BBC en Español, singularmente con destino a América Latina, donde la voz de Barea llegó a ser muy famosa. Según el propio autor, retrata más lo colectivo que individual. En el primer tomo “La Forja”, narra la niñez y adolescencia de un chico de pueblo, cuya madre es lavandera en el Manzanares.

El segundo tomo de la trilogía es “La ruta”. Apareció en inglés entre 1941-44, y fue publicada en español en Argentina en 1951. Prohibido por la censura, no apareció legalmente en España hasta la llegada de la democracia, en 1977. Las duras condiciones de vida de África con el telón de fondo de la novela. La escasez y las enfermedades eran la compañía cotidiana de los soldados. El protagonista se licencia por fin y emprende una nueva vida civil en Madrid… El éxito de la obra en inglés fue enorme, hasta el punto de que se pensó en Barea, a fines de los 40, para el Premio Nobel.

El tercer tomo de la “La forja de un rebelde”, “La llama”, se dedica a la Guerra Civil. La idea de Arturo Barea era explicar narrativa y novelísticamente, cómo se había llegado a esa guerra fatídica, tras la miseria, la dictadura y el caos. En síntesis, la trilogía de Barea es la obra excepcional de alguien que luchó por un mundo mejor, que no llegó a conocer. En el prólogo de uno de sus libros dice Barea: “Después de todo, la España que quiero enseñar al lector inglés, ha de ser, un día, parte de la paz mayor”. En el 2º libro de la Trilogía, “La Ruta”, a lo largo de su estancia en Ceuta, refiere muchas situaciones, vivencias, lugares… Estos, en especial, hoy, sin apenas referencias, lo que su ubicación resulta difícil.

Arturo Barea, en el 2º libro de la Trilogía, “La Ruta”, dedica un capítulo a nuestra ciudad. Fue sargento de Ingenieros. Así describe su cuartel: “Era un edificio con dos grandes terrazas, una enorme casamata de madera, un gallinero, cuadra, talleres, enfermería…”

“En 1922, los acontecimientos se desarrollaron rápidamente en Marruecos y en España. Es nombrado Alto Comisario de España en Marruecos el General Burguete. Se preparó un desfile para rendir el tradicional homenaje a la Imagen de Nuestra Sra. Virgen de África, a quien él iba a ofrecer su bastón de mando. El General quiso asomarse al balcón de la Comandancia General y, desde allí, presenciar nuestro desfile en columna de honor”.

“El amanecer es rápido en el Norte de África. Cuando llegué a la playa, el estrecho estaba inundado de sol. Sus rayos sesgados pintaban de cobre las casas blancas. Ceuta estaba vacía aún. El olor pesado del mar, acumulado durante la noche quieta, inundaba la ciudad y todo está cubierto de una capa finísima de rocío que se evapora rápidamente bajo el sol, oliendo a sal…”.

“Detrás de las rocas de la playa del Sarchal, me quité las ropas y me metí en el mar. El agua estaba aún fría de la noche. Me calenté desnudo, tumbado al Sol, me vestí y me fui a la taberna de pescadores…”.

“Mi amigo Sanchiz me llevó a la Taberna del Licenciado… Las paredes rojas, ahora, eran de color crema y el mostrador similar al de millares de tabernas en España. Un tablero en encina y sobre él la columna de grifos sobre la pila de estaño. El licenciado se había cambiado en un comerciante próspero y satisfecho, enfundado en su mandilón a rayas verdes y negras. La mayoría de los clientes eran aún soldados del Tercio y prostitutas de la ‘Barría’…”.

“Una mañana cuando paseaba por la Calle Real, me llamó la atención una mujer que caminaba delante de mí… cuando llegamos al Hotel “María Cristina”, la muchacha se metió en una de las puertas de servicio…”.

“Me decía mi amigo Sanchiz: Mira esto es Ceuta, donde tú, como Sargento de Mayoría de la Comandancia de Ingenieros, eres casi un personaje… Me llevó a uno de los mejores burdeles… Cárdenas pidió la cena de Corales para dos de las muchachas y para nosotros…”.

“Así, que volví atrás y me encaminé a la ‘Perla’. Porque ser Sargento en Ceuta suponía pertenecer a una clase social… En la Calle Real que atraviesa el pueblo de extremo, los soldados marchaban siempre por el medio de la calle…”.

“Evacuado a Ceuta, me encontré con el Hospital Docker, para enfermedades infecciosas, a dos Km. de la ciudad, sobre un cerro que domina el Estrecho de Gibraltar…”

“La pesca me dio excusa para escaparme de la vida de Cuartel. Nos íbamos a lo largo del muelle de la Puntilla… Sobre las escolleras me puse a pescar… Y picó un enorme pez, que con ayudas conseguimos levantar… ¡Era una “murena” de más de 40 Kg…”.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto