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					Ese día no fuí al trabajo. Bien porque no me apetecía, bien 
					porque me lo tomé a modo de fiesta, bien porque los 
					políticos todos me la repampinflan, o bien porque no tengo 
					que dar más explicaciones, caramba. Que si el pasado viernes 
					día 2 era algo para festejar, me lo expliquen. Que este 
					aspirante a caballa no acaba de entender, cortito que es 
					uno, la causa de ser fiesta sólo para organismos oficiales, 
					no para el pueblo llano y callado. Pero que muy callado.  
					 
					Asi decidí acercarme al quiosco de confianza y con la prensa 
					adquirí unos cupones que sólo se venden aquí en tierras 
					caballas –lo que a tenor de la satisfacción del gentío, 
					supongo que también de los directivos de la Cruz Roja local, 
					es todo un éxito- y que creo debería ser copiado en otras 
					ciudades. Como de la lectura y descanso matinal quedé pronto 
					saciado, algo intuitivo me dejó caer por el currelo para, 
					luego de convenir acallar el rumor de las tripas y de paso 
					restar el amargor de la fiesta sosa que ni espumea ni 
					gasifica, menos todavía endulza, sino que asquea, salir por 
					la manduca y..¿Saben ustedes a quién de la canalla le tocó 
					ir a por el pollo? 
					 
					Jarreaba agua como diluviando, que a punto estuve de ver 
					aparecer al bueno de Noé (nó mi anterior casero, al que 
					desde aquí mando saludos ¡Y suerte..!) en la proa del arca 
					haciendo aspavientos como de querer acercarse al alféizar de 
					la ventana de un segundo piso a recoger al presunto huído, 
					la iguana, no sé el sexo del bicho pero me lo imagino por 
					sus andanzas, que parecía se debatía entre saltar al vacío 
					para acojonar al personal, que ya bastante tenía con 
					defenderse del temporal, o descender por la pared para 
					jalarse los huesillos humeantes de los infelices pollos.  
					 
					En éstas llega un colega afincado allí en el polígono, 
					calcadito al actor estadounidense “Victor Mature”, y aunque 
					al asador no entra apechugando con el característico aire de 
					dandy del otro sí que lo hace con la facha hecha una 
					fregona, escurridito de agua de la cabeza a los pies, mas 
					así y todo para frenarlo ante su incontinencia verborrea 
					sobre el trabajo - larga vida a la de sin hueso que siempre 
					versa sobre lo mismo, copón -, es invitado a una birra 
					espumeante para solaz de su cuerpo y tragaderas, pues alarga 
					sus dedos-pinza a por las patatas que a modo de entretiempo 
					o por pura cortesía nos ha puesto el del negocio. Lo que es 
					de agradecer.  
					 
					Como el dichoso pollastre no acaba de dorarse - hay mucho 
					trabajo y los moteros están agotados entre el peso de los 
					pedidos y el agua que los empapa, menos mal que se aprecia 
					su dominio sobre la montura -, la cháchara gira al compás 
					del horno cercano, si bien la calentura de aguantar al amigo 
					es contrarrestada por la templanza de la mujer que me dio la 
					vez (media hora larga ya, pero no importa pues ella aun 
					siendo pureta como uno es hermosa y llena la vista) y tal 
					vez la alegria del día, quien desgrana con voz cálida sus 
					cuitas que escucho con verdadero placer. Ojalá que no tarde 
					en cruzarme con ella, y, tras un cumplido y respetuoso 
					saludo, tenga uno los arrestos para invitarle a un exquisito 
					café, ya sea donde la Tere en Zurrón o en el Vicentino del 
					Revellín.  
					 
					¡¡Bingoooo!! Salió el pollo del infierno y con él ya en mis 
					zarpas - nuevo gesto de servicio al cliente, gracias de 
					nuevo jefe- un joven y larguirucho musulmán que llega raudo 
					con dos barritas de pan protegidas del aguacero persistente. 
					“Chocran”, le digo acompañado de la mejor de las sonrisas, 
					bueno ején casi pues ésta se la había llevado la mujer de 
					buen conversar, que a Dios agradezco por haberse marchado 
					instantes antes de llegar un madero que no arrastraba la 
					corriente precisamente, sino el tiempo muerto de la frontera 
					terrestre, al que cortésmente saludo por si las moscas 
					porque supongo que habrá muchos ángeles de azul entre los 
					nacionales del comisario Torres, pero también algún demonio 
					de negro. Y ligón.  
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