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OPINIÓN - VIERNES, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

La pavana de las 108 vivivendas

Por Manuel Corral


Esta bien podría ser una historia real, también ficticia, pero les invito a ustedes, sabuesos lectores de este periódico, a que pongan las cosas en su sitio, los puntos sobre las íes, la chicha y la limona, lo literario y lo fantástico, que lo que sea sonará. Silencio, se sube el telón.

Cierto día del invierno pasado una pavana en cuestión tuvo la suerte de pico, obvio, ya que el ave palmípedo tuvo el desliz de “aterrizar”, nadie sabe cómo ni por qué, en un patio de luces de un bloque de las denominadas 108 viviendas. ¿Hasta aquí todo bien verdad? Vale, pues como decía el ave se coló en la vecindad de un hombre bueno, culto y justo además de amante de los animales, al que por mucho que estas gaviotas (pavanas las llaman aquí) ruidosas le caguen la fachada salpicando de paso con sus corrosivas heces la ropa que su mujer le tiende amorosamente al rácano sol de la “tronera” o patio de luces, no rechista y, hale, otra vez a poner la lavadora. Con lo que ello cansa.

La historia gira a que el palmípedo, que imaginemos se durmiera en vuelo de placer dejándose llevar por la mano del viento a ras de la falda del monte Hacho – jo, que relax-, pudo ser víctima de un tiro trasero tras el gatillazo de un cazador miope, que a saber si consiguió los papeles para vestirse de rambo gracias al galeno amigo o por un garrafal error burocrático, que habrá que investigar, o bien resultó tocado por una pedrada lanzada con “malage” desde la onda, tirador o brazo de uno de los gamberretes anónimos que, hartos de tanta play-station y jueguecitos bélicos, buscan nuevos pasatiempos con ánimo de hacer pupa, ya sea contra la propiedad privada, idem con el mobiliario urbano, con los coches de la policía, bomberos, sanitarios – de los políticos no, que lotería -, dejando herida a nuestra protagonista que se llegaba a merced del viento amigo, teniendo la suerte de caer ahora sí en manos de la providencia.

Ni corto ni perezoso el ciudadano, viendo cómo el ave se iba a desplumar vivito intentando en vano coger altura desde el pie del patio de luces que al animalito mas bien le debía parecer una chimenea, solicitó pronto auxilio requiriendo por la urgencia del caso no al 112, sino a la vecindad próxima, que no dudó ni un segundo en echar una mano.

Las gaviotas, por más blancas que no puras sean, no vean como trasegan ya no digo pesca, que la tienen a mansalva y fresca aquí, sino desperdicios, basura, mierda en la vía pública (se salva la pareja que acude con puntualidad británica cada mañana y se infiltra entre las piernas de la clientela de Pepe, el carnicero del mercado del Mixto, que las alimenta gratis de restos de canales de vacuno y pollo, de cerdo también –cualquier dia de estos las pavanas empiezan a exigir, como por derecho, lo que ven, sabiendo que van ganando plaza, solo restos de comida halal. Olé sus…plumones- para regocijo de los transeúntes, que apuestan por cúal de las dos hunde primero su pico y levanta el mejor trozo de carne hasta la cercana cornisa. Buen provecho maja, bsaja.

Ahora bien, la gaviota de esta cita que es protegida, apadrinada, consentida, mimada de mi vecino a la vez es de atractivo bonita como pocas por su pelaje brillante de blanco uniforme, fotogénico, y pico anaranjado –de cuya fuerza así como de las patas belicosas alguno puede dar cuenta, ayyy -, la misma que suele batir las alas con alegría desmedida, como queriendo agradecer su libertad al humano salvador que es visto por ella, y claro grana o chilla o grita o uno qué sabe lo que sale de su profunda garganta con estrépito y bullicio tal que uno de estos días al “autobusero” de turno lo va a atemorizar, porque no vean como se lanza en picado tal vez emulando al más loqueras piloto kamikaze de uno de aquellos “Zero” japoneses que en barrena hacían cundir el pánico entre el enemigo, justo antes de hacerse añicos ambos, y adiós. Al chófer, decía, con el miedo metido en el cuerpo o en las visceras se le suelta…el volante de entre sus dedos huéspedes y ¡Cras, plaf, pum..! Se lío la gorda. No que la gorda la lió, ojo. Que si la tienda de la Leo a poco se va al garete, con el verde morro del City-Class empotrado contra el acristalado mostrador, que ni el vecino del portal, en un intento heroíco pero fallido de emular a su ídolo Víctor Valdés pudo evitar. Penita pena, pues de enterarse el gran Guardiola de tal gesta, otro gallo le cantaría ahora a Manuel, alías “Pichí” para sus amigos, que son jartá.

Será cosa de solicitar del vecino amigo y buen samaritano le rebaje los mimos a su protegida alada, la pavana de las 108 viviendas, porque ya bastante alterado está el barrio con nuevos chismes de separaciones, robos, peatones que son pisados en la acera por motos incontroladas, bocinazos de coches de chuletas haciendo rugir el motor cual león al que le pisan la cola, más ruido nocturno, botellones.Vamos, lo normal, mi buen amigo…

* Dedicado a don Manuel de la Torre, de quien ya supongo tendrá puesta cara al articulista (ahora queda el abrazo con pasión), gracias a esta gaviota despistada que un buen día, como caída del cielo, propició la suerte del encuentro entre el Maestro y el discípulo, dos amantes de la literatura. Que también es vida.
 

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