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					No me pregunten por qué deseo que este verano se marchite ya 
					¿o nos tocará padecer todavía el veranillo de San Miguel, 
					conocido también por “el del membrillo”?. Este verano que es 
					latazo ya, por largo, tedioso y canicular y que además ha 
					venido con la zozobra de sufrir enésimos y prolongados 
					cortes de suministro de luz y agua, tan necesarios para la 
					cotidianeidad de la vida ceutí, que nada bueno dice de 
					quienes tienen la potestad de que ello no suceda en la era 
					moderna en que vivimos. Chapuzas. 
					 
					Que joden los continuos cortes de suministro de agua en la 
					mañana porque sí, sin venir a cuento, sin anunciar, que te 
					dejan pasmado amén de ridículo en pelota viva cubierta tu 
					piel de gel en la ducha, que nada mas se ven tus ojos de ira 
					entre la espuma, huidiza la única gota de agua que se 
					escurre por la alcachofa, plim, y dejas de cantar jotas y 
					rumbas; solo maldices en altavoz en recio castellano, 
					arameo, dariya, caló.. Que va a ser cosa de cambiar los 
					hábitos de aseo, mira a la vez me ahorro unos eurillos, 
					caminando con dirección a los baños árabes del Paseo de la 
					Marina Española y, para no desentonar - en vez de calzarte 
					con chanclas y vestir con el albornoz blanco que burlaste 
					del hotel aquél ruinoso del galleguiño feo, patizambo, nariz 
					de sapo, ancho de hombros estrecho de culo ¿sigo?, que no te 
					ponía ni papel del WC, a lo mejor trataba de limpiarte él, 
					menos siquiera te dejaba la pastillita de jabón “La Toja”, 
					que le dén.. (¿Como propina, como castigo?) -, vas embutido 
					altanero con el yabador y las babuchas tangerinas que tantos 
					recuerdos te traen moro, a mucha honra, y alehop, a eliminar 
					bacterias, grasa y mosqueos que poca salud te dan.  
					 
					Mas no son los únicos cortes, que ahora vienen de luz en la 
					tarde-noche porque también -que habrá que echarse unos 
					velones de esos que portan los monumentos en los pasos de la 
					semana santa ceutí, de gran arraigo aquí, chapeau, y más 
					céntimos de eurillo pa la buchaca-, porque tienen empatía 
					con los “aguadores” al igual que tienen las granadas de mano 
					fallas que los sargentos de infantería y un cabucho colorao 
					orgulloso de reenganche y repetidor estulto de las normas de 
					seguridad, véte al peo hijo…., nos enseñaban a estrellar 
					entre las rocas calcáreas del campo de tiro de Fòncalent, en 
					Rabasa, Alicante, cuando uno no tenía mas que pajaritos en 
					la chola. Decía, que estas bombitas cual piña piñonera 
					detonaban a la par por simpatía, no sé si científica o 
					ilusoria, con lo que la buena, tras corto y arqueado vuelo 
					desde la trinchera terrosa, actuaba de guía o líder para la 
					torpe o traidora que, ahora sí, explosionaba con un 
					estallido tal que a uno por muy recluta gastador que fuera 
					se le hacía extasiador…¡boum, booouumm!  
					 
					Nuevos cortes. De liquidez monetaria en plena noche esta vez 
					porque igualmente erraste al envidarle al azar -que mira que 
					te lo avise, cenizo, capullo, que a ti por no tocarte no te 
					toca ni la lotera y eso que está de chupa pan y moja, para 
					comérsela vamos..-, encima hombre vaya que si me descuido, 
					lo que faltaba…¡Saca las posaderas del mercedes antes de que 
					empiece a correr el taximetro, que aún la lías!, que todavía 
					no tas enterao que las del bingo, sí, esas que tanto te 
					sonreían y guiñaban el ojo izquierdo para embaucarte a 
					soltar la pela, no te han dejao “flus” ni para viajar 
					siquiera en el manillar del carrito ese con ruedas que 
					arrastra el barrendero, encima. Y por lo que se aprecia, 
					mucho mejor que el destino que arrastras tú. Majadero.  
					 
					Cortes de sueño después, porque a ver quien es el guapo que 
					sucumbe a morfeo en el lecho, teniendo al dios baco 
					ahogándote la traquea, hip hip, por un lado, y a la diosa 
					fortuna haciéndote un corte de mangas, por el otro, aupada 
					para más coña marinera, en el carajo del carrusel de las 
					risas. Y tú que no estás para troncharte precisamente.  
					 
					Como tampoco se retuercen de risa las autoridades que se ven 
					desbordadas, aunque lo nieguen, casi como la ciudadanía 
					ejemplar que apechuga sin levantarse en jarras, igualmente 
					sin cachiporras en mano, atemperando tantísima presión de 
					culturas extrañas, de fuera y de dentro, conste. Ciudadanos 
					sensibilizados con la diáspora de los tiempos, también 
					apenados ante la entrada masiva de subsaharianos alentada 
					por organizaciones mafiosas, lucrativas, que traen lo peor 
					para la humanidad: la desesperanza. 
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