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                     Hace muy pocos días la Legión 
					celebró el 91 aniversario de su creación. No es poca cosa, 
					porque mira por donde está a punto de ser un cuerpo 
					centenario, cosa importante donde las haya y, como en otros 
					muchos acontecimientos de orden militar Ceuta aparece en 
					todo lo alto, como la “cuna de la Legión”. 
					 
					En la celebración de esos 91 años, entre otros aspectos, 
					hubo unas palabras llenas de hondura, cuando se dijo 
					que:”quien no ha pisado dicha cuna no ha podido sentir ese 
					escalofrío que hace estremecerse al cuerpo al son del Novio 
					de la Muerte”. 
					 
					Y es que van completamente unidos, sin poderse despegar el 
					uno de la otra, la Legión y el Novio o los novios de la 
					Muerte. 
					 
					El recuerdo del Credo Legionario avivó el espíritu del 
					Tercio, cuando se acaban de cumplir los 90 más 1 años de 
					existencia. 
					 
					Y hubo unión, más unión diría yo, entre los asistentes que 
					se iban acercando a los legionarios, aunque fuera, tan sólo, 
					para poderse hacer una foto con ellos. 
					 
					La Legión es, siempre lo fue, un cuerpo muy especial, no se 
					parece a ninguno, que dio todo, que arriesgó, desde el 
					mismísimo día de su nacimiento y que jamás se echó para 
					atrás cuando había que cumplir con su “sagrado deber”, algo 
					que se ha demostrado durante esos casi cien años de 
					existencia, hasta hoy mismo, sin que haya habido ningún tipo 
					de paréntesis en todo este tiempo. 
					 
					No ha vuelto la espalda nunca, no perdió la cara jamás, 
					hasta estos momentos en los que nos estamos acercando al 
					siglo de su misma existencia. 
					 
					Igual que en años precedentes, lo mismo que en cada 20 de 
					septiembre, el Tercio celebró su “cumpleaños”, ese 
					aniversario de su creación, con la solemnidad que ello se 
					merecía. 
					 
					Llegados a este punto ¿Qué es lo más llamativo en todo 
					esto?. Y uno no puede esquivar la realidad, sin lugar a 
					dudas sus símbolos, comenzando por su propia indumentaria, 
					ese inconfundible uniforme verde, su camisa, casi 
					totalmente, abierta con el pecho al descubierto. 
					 
					A esto hay que añadirle el chapirí en la cabeza y además sus 
					botas negras. Sencillo, pero original. 
					 
					Pero lo verdaderamente original es su cabra. La mascota que 
					ha venido y sigue acompañando al Tercio, para de aquí pasar 
					a lo “sublime”, el himno que todo legionario canta, que todo 
					legionario sabe y que es el fiel reflejo de la idea inicial 
					y de la trayectoria de la Legión:” Nadie en el Tercio sabía 
					/ Quien era aquel legionario / Tan audaz y temerario / Que a 
					la Legión se alistó”. 
					 
					Son pocos versos, pero mantienen, en sus cuatro líneas, todo 
					lo que es, la idea de la que se partió y el sentido de lo 
					que viven los propios legionarios, desde que entran al 
					Tercio. 
					 
					Sin duda alguna, su gran ideal, lo hemos comentado ya antes, 
					es ese de “el Novio de la Muerte”. Eso es todo y es lo más 
					que puede, y todos ellos lo son, llegar a ser un legionario. 
					 
					Porque, como venimos comentando, son 91 años, pero 91 años 
					de tentar a la muerte de lo que se enorgullecen, se jactan 
					de ser “los novios de la muerte”, algo que son todos los 
					legionarios, porque si no es así uno no es legionario. Y eso 
					ha sido, es y seguirá siendo, mientras la Legión siga viva, 
					con su ritual y su forma de vivir. 
					 
					Novios de la muerte que han tenido casi 10.000 muertos. ¿Se 
					comprende hoy lo que es, ha sido y puede seguir siendo la 
					Legión?. Seguro que no. 
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