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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Los mejores, pero no son felices
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Los adolescentes surcoreanos arrasaron en el último INFORME PISA, que compara el nivel académico de los países de la OCDE, en las materias de Matemáticas, Ciencias y Lectura.

Conviene recordar que los resultados obtenidos por nuestro país fueron mediocres. Junto a la ciudad china de Shangai, Corea del Sur dio la campanada desbancando a Finlandia del primer puesto.

El sistema educativo del país asiático se considera un modelo de éxito en el resto del mundo. El 98% de los surcoreanos finaliza la educación secundaria obligatoria y casi el 60% obtiene un título universitario; en España, donde este curso no lo hemos empezado nada bien, con cortes presupuestarios y profesores “en pie de guerra”, el fracaso escolar al 30%, que a juzgar por los acontecimientos de nuestros alumnos resulta algo bajo, por lo que se presta a manipulaciones positivas.

Paradójicamente, no sacan pecho. Si los surcoreanos son los primeros de la clase, es a fuerza de codos. Su excelencia se basa en el sobreesfuerzo. Los alumnos están sometidos a una presión enorme. Su nivel de estrés es el mayor de la OCDE. Estudian 50 horas a la semana, 16 más que el resto de los países desarrollados. Y su índice de felicidad es el más bajo, en contraste con los alumnos españoles que lideran esta clasificación.

Si se compara con Finlandia, donde las clases son muy cortas y apenas se mandan deberes, sólo hay un elemento común: la calidad de los profesores. Tanto, que la mayoría de las chicas quieren ser profesoras, en el caso de Corea del Sur.

Dedicarse a la enseñanza, es una elección al ser considerada como una profesión con mucho prestigio y muy respetada. Los maestros tienen buen sueldo y autoridad en clase. Pero también se quejan: las aulas están masificadas y los alumnos, con frecuencia, agotados por las clases extras. De hecho, dos de cada tres se apuntan a una o varias academias privadas.

Afirma un profesor: “Me duele que los padres y alumnos confíen más en las tutorías privadas que en la enseñanza pública”. La razón es que Corea ha sido una meritocracia desde su caída del sistema de casta. Sólo hay una manera de escalar en la jerarquía social: llegar a una universidad de prestigio. Por eso, tanto padres obligan a sus hijos a lograr ese objetivo a cualquier coste. La competencia es cada vez más despiadada y cualquier ayuda puede suponer una ventaja decisoria.

El milagro económico de Corea del Sur, es reciente y va de la mano de su apuesta educativa. En 1945, a mediados del siglo pasado, el porcentaje de analfabeto rondaba el 80%. En los años 60, su riqueza era comparable a la de Afganistán. Pero, desde entonces, la educación se convirtió en una prioridad nacional y contribuyó a compensar la escasez de recursos naturales.

Hoy, Corea es la decimosegunda economía del mundo. Sin embargo, la educación es una obsesión de las familias, pero no tanto del Gobierno, que gasta menos en enseñanza que la media de la OCDE. La primaria es gratis; a partir de la Secundaria, los padres destinan alrededor del 20% de su salario en educación de los hijos. Y eso que la mayoría opta por matricularlos en escuelas públicas.

Pero, las clases de refuerzo en las escuelas particulares, suponen una media de 400 euros al mes. Lo dan por bien invertidos, con tal de que entren en una buena universidad, se convierten en ingenieros y puedan conseguir un trabajo en una gran empresa.

Otra paradoja: Corea del Sur es el país que más estudiantes envía al extranjero: de hecho, copan los primeros puestos en las pruebas de selección de las Universidades más prestigiosas de EE.UU. Pero, derepente, algo falla: cuando ya han conseguido lo más difícil, meter la cabeza en Harward o Yale, se desfondan. Parece como si después de tanto esfuerzo, la relativa libertad de la vida del campus, haga que se relajen en exceso. Además, aunque obedientes y memoricen como nadie, no destacan por su creatividad ni por trabajo en equipo. Muchos acaban aislados y un 44% fracasan…

¿Y nosotros? Si el Informe de la OCDE dice que los profesores trabajan más horas y, además, ganan más, lo cual significa una sorpresa, ¿por qué nuestros estudiantes van detrás de sus condiscípulos, según el informe Pisa? Nos planteamos: ¿Fallan los profesores o el alumnado? Particularmente pienso que lo que falla es el SISTEMA EDUCATIVO, unos planes de estudio que, cambio tras cambio, han sometido a profesores y alumnos a una gran confusión.

Para J. Mª. C, prestigioso veterano periodista y escritor, “el problema está en la calidad de la enseñanza”. Piensa que el fallo principal está en la reducción a “una muestra testimonial” del Bachillerato de dos años, siendo el mismo el eje de toda la enseñanza. “Quienes tuvimos la suerte de estudiar aquel Bachillerato “humanístico” de siete años, en el que se estudiaba Latín y Griego, Integrales y Química orgánica, Geografía, Historia, Literatura española y Universal, nos dimos cuenta de que cuanto sabemos partió de allí… El Bachiller debe saber sobre todo, que ello requiere esfuerzo, trabajo, interés, diligencia, justo lo contrario de lo que se practica en nuestros institutos, cancelando exámenes, permitiendo pasar cursos con un montón de asignaturas pendientes… Permitiendo llegar a la Universidad con unos conocimientos y actitudes más de escuela elemental que de auténticos bachilleres, para desesperación propia y de sus profesores…

Pero, retomando el éxito de Corea del Sur, es conveniente conocer que está permitido el castigo físico legalmente: “Está avalado por el Tribunal Supremo y se sigue aplicando en muchas aulas, a pesar de las iniciativas para erradicarlo. Se utiliza una vara y, a veces, un taco de billar con los extremos serrados. El Gobierno recomienda que el palo no mida más de 1,5 centímetros de diámetro y que el número de bastonazos no supere los diez.

El castigo se aplica en los glúteos, las pantorrillas o los muslos. No hacer los deberes, llegar tarde, hablar sin permiso o suspender un examen se consideran faltas graves que pueden acarrear azotes.

En ocasiones, toda la clase paga por la ofensa de un solo alumno. El uniforme escolar tiene que está impecable. Las chicas no se pueden maquillar y los chicos tiene prohibido llevar el pelo largo. El rigor se extiende al ámbito de las relaciones. Socializar se considera una pérdida de tiempo.
 

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