Hablar de economía en España es hablar del carácter global
de una crisis que es internacional. Es una crisis
especialmente profunda, que está cambiando muchas cosas. De
hecho, está cambiando las bases mismas del sistema
económico. Es una crisis agresiva, cambiante y, por lo que
se puede apreciar, persistente. El origen es lo que
llamaríamos la desregulación sin complejos, que tiene su
nacimiento en la década de los ochenta del siglo pasado y
que estamos pagando sus consecuencias ahora y de una forma
intensa. El resultado de esa desregulación es un
sobreendeudamiento de los países y entre otros los de la
zona euro y también EEUU, así se han producido
desequilibrios en nuestra economía y en la economía mundial.
Pero profundizando en ello, el origen de todo esto es una
decisión política, ya que fue política la decisión de no
regular los mercados. Y la prueba de que fue política es que
cuando la crisis financiera estalla son los políticos, los
estados, el G-20, los que se reúnen para intentar buscar una
solución. Y efectivamente, lo hacen, parcialmente, pero lo
hacen.
Las conclusiones del G-20 de Pittsburgh recogen las medidas
que hay que adoptar para solucionar la situación en la que
nos encontramos, contemplando asuntos tan importantes como
la regulación del mercado financiero, el cambio climático,
el desarrollo sostenible… Todo lo que hay que hacer está
ahí. Resulta triste que solo se hiciera en parte, al
principio, cuando la lluvia arreciaba, y que luego se ha
olvidado. El resultado es que hemos vuelto a recaer. Pero es
verdad que esa reunión del G-20 demuestra que los estados
tuvieron que intervenir porque era una decisión política el
origen de nuestra crisis, al menos en parte, y en segundo
lugar pusieron rumbo a una gobernanza global que es una pena
que se haya quedado a mitad de camino.
Abordar el problema de la economía española, como de la
economía de la zona euro, es hablar de la necesidad de
estabilizar los mercados, y es también hablar de muchas
carencias que esta crisis ha puesto sobre el modelo de
desarrollo de la Unión Europea. Un modelo de desarrollo en
el que avanzamos rápidamente en la unidad monetaria y
dejamos atrás otras cosas que ahora echamos francamente de
menos. Y es por ahí por donde camina la dirección en la que
apunta el programa socialista para las próximas elecciones.
Se trata ni más ni menos de cubrir las carencias que una y
otra vez se han mostrado de una forma clara a lo largo de
estos tres años largos de crisis. Es necesario cumplir el
Tratado de Lisboa, hay que conseguir que la Comisión pase de
representar a Europa a defender Europa, hay que sentar las
bases de un presupuesto europeo, de una armonización fiscal.
En síntesis, se trata de completar el modelo, que no está
completo, de la Europa económica.
El contexto anterior es en el que España aborda su crisis.
Así pues, estos son los datos del problema. España no va a
salir de la crisis por sí sola, saldrá con los demás.
Necesitamos a los demás, esencialmente a la Unión Europea,
pero no solo a ella. El contagio viene también del otro lado
del Atlántico. Por tanto, no vamos a salir solos. Estamos
inmersos en una economía global, para lo bueno y para lo
malo.
Es cierto que nuestra crisis tiene algún hecho diferencial,
la burbuja inmobiliaria que creció desde la década de los
noventa al abrigo de una legislación del suelo
particularmente ineficaz, de numerosas desgravaciones
fiscales, de una demanda desbordada, también por el hecho de
que crecía nuestra población. Por supuesto, del “dinero
barato”. Y el resultado se traduce en ingresos de las
administraciones públicas en caída libre y desempleo en
notable subida.
Con el Gobierno Socialista se ha dedicado el dinero a hacer
investigación, desarrollo e innovación (duplicando el
presupuesto), mejorar la educación, construir
infraestructuras y hacer políticas sociales.
En España tenemos que reconducir los desequilibrios que la
burbuja ha dejado en nuestra economía, para ello es
necesario tener una economía sana y competitiva, que la
podemos conseguir cambiando alguna de las pautas de nuestro
crecimiento. Hemos de aprovechar nuestro capital, que lo
tenemos y que lo hemos construido y mejorado en los últimos
tiempos, el tecnológico, el físico y el humano. Hemos de
tratar de reconducir una parte del ahorro, que lo hay, a
pagar deuda, pero también hacia la inversión reactivadora.
Hay que hablar de una economía que piense en producir y
menos en consumir, que piense más en exportar y menos en
importar. Estas serían las pautas fundamentales.
Por otro lado está la creación de empleo neto, y éste hay
que crearlo aunque sea con apoyo desde el Estado, si
sustituimos subsidios por salarios, mejoraremos la confianza
de los trabajadores que encuentran empleo y de paso de los
inversores. Cambiaremos esa desconfianza y ello es crucial.
Resulta obvio que el empleo es el punto de llegada de un
crecimiento económico sano y competitivo pero lo que se
propone el Partido Socialista Obrero Español, de la mano de
Alfredo Pérez Rubalcaba, es que sea también, en parte, punto
de partida. De modo que proponemos crear empleo para
facilitar la recuperación, una recuperación que de forma
sostenida acabará realimentando el empleo. En resumen, la
propuesta sería: empleo, recuperación, empleo.
PSOE CEUTA
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