¿Un café 1,80?

Nuria de Madariaga
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No hay excesivos “peros” a la Estación Marítima de Ceuta porque siempre se está remozando y en Navidad la decoran de pelicula con lo que demuestran la elegancia social de ser deferentes con los viajeros. Falta eso sí un buen quiosco de prensa que en todas las estaciones y aeropuertos lo hay, incluso en la cochambre estilo arquitectura “soviet” años sesenta de Algeciras aunque es tan lóbrego que prefieres enterarte de los sucesos por los comentarios de la gente en la fila de embarque antes que entrar allí a comprar un periódico. Bueno, en Ceuta hay que llevarlo comprado ¿Y es posible en pleno siglo XXI no poder comprar el Hola o BOE de la realeza en una estación? De AVE, de Talgo, de autobús, marítima o de aviones que sería un aeropuerto (¿Se van a echar las cuentas de los dineros gastados por el ZP en construir multimillonarios aeropuertos que acumulan multitudinarios pasajes de doce personas contando mal y pronto?) El periódico pase, pero el Hola es de primera necesidad para un público marujil que necesita desconectar y ahí me incluyo y considero convicta y confesa. ¡Que cutrez más ignominiosa! Y eso no lo compensa el que junto a la escalera mecánica de subida se instale un vendedor con una canasta llena de gloria bendita donde, necesariamente, hay que comprar al menos un euro de las mejores almendras garrapiñadas de la ciudad, crujientes, bien azucaradas y de un irresistible color rojo. Van en un cartucho de papel pero aconsejo meterlas en el bolsillo pasando de cartucho porque es más cómodo y hace que se soporte mejor la espera en el largo pasillo de embarque, suelo impóluto, cintas transportadoras que parecen no haber funcionado nunca, cristales impecablemente limpios y sin churretes ni chafarriones. Y el pasaje atendiendo pacientemente a que llegue el barco y desembarquen los recién llegados pero, como se han olvidado de poner los necesarios bancos o sillas hay que sentarse en el filo de la cinta transportadora ¿Y si el chisme echa a andar de manera improvisada por algún tema de poltergeist o fenómeno oculto? Pues se llevaría arrastrando a los viajeros ¿Y quien soporta tamaña aprensión? Razón tienen quienes viajan con maletas rígidas y las aprovechan como improvisado asiento. Porque las esperas no son cortas y encima no se puede comprar el Hola para pasar el tiempo enterándote de los últimos modeletes de la realeza o de a qué inauguración han ido esta semana los niños de Nati Abascal. Nada, por eso aconsejo comprar garrapiñadas y al menos corren los minutos entre mascar y crujir de dientes (ñam,ñam ¡que sabrosas! Pero con un punto de amargor, para muchos que se pasa con el colorante rojo). Pero embarcar embarcas, yo ayer en el barco de las doce treinta de acciona donde tuvieron la deferencia de ofrecernos un acercamiento a los rigores invernales con el aire acondicionado funcionando a toda leche. ¡Un frío! Me tuve que encomendar “Santos Serafines tened compasión de mí y que no me acometa una pulmonía, que voy de juicio” Acallada plegaria, que no callada, porque aquello era siberiano así que, como otros y después de llenarme de ansiedad los pormenorizados consejos del tío de la grabación para caso de naufragio, ya saben, siete pitidos cortos y uno largo, los chalecos salvavidas, la ropa de abrigo, quitarse los zapatos y todo el mundo acojonado por el mal vagío de tanto hablar de tragedias. ¡Un susto! Vuelvo a la temática inicial, como muchos me acerqué a la cafetería a tomarme un café. Calidad regular, vaso de plástico y un euros ochenta de precio, igualito que en locales medianos de Puerto Banús donde ves a gente guapa, estás sentada al sereno, pasan los coches, los catetos se hacen fotos junto a los coches. Y hay glamour y encima la cafetería no se mueve ni los camareros te hacen horrorosas admoniciones anticipadas de los planes de evacuación en caso de caerse el techo del local, vamos, que no te cortan el cuerpo para que te acucie la necesidad de tomar algo caliente para reconfortarte. ¡Y nos quejamos de los precios espanta-turistas del billete! ¡Pues no vean si al turista le entra o hambre o sed en el trayecto y encima en un barco lleno de imprevisiones donde no existe a mano una oficina de Unicaja para pedir una línea de crédito y poder pagar las consumiciones! Repito, las navieras nos tienen de rodillas, cautivos y con mala leche. ¿Llegará en esta Campaña Electoral el “Contra el abusón, intervención”? No hay más remedio, no queda otro remedio que abrir al público y al pueblo la autovía marina del Estrecho y modernizar el asunto. Ni Hola, ni asientos, ni una manta para paliar el helor del aire acondicionado y una cafetería cutre con precios del Ritz. Bueno, por lo menos al entrar saludan a los viajeros y debemos dar gracias al Altísimo de que no nos desembarcan pegándonos collejas.