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OPINIÓN - JUEVES, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN / ANÁLISIS

Calumniar no debe salir gratis


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Resulta extremadamente curioso el que, en el curso de una vista oral, tanto imputados como testigos se dejen mutuamente con los traseros al aire y con la apariencia de que, lo que les ha sentado en el banquillo ha sido una especie de “mala gestión de la rumorología” adobada con varios cientos de “malentendidos malintencionados”. “Facer un entuerto” no necesita traducción por más que pertenezca al antiguo “román paladino en el cual suele el pueblo fablar a su vecino” y cuando el “entuerto” adquiere la alevosa consistencia de una calumnia por escrito y con publicidad el tema adquiere gravedad, máxime cuando deja constancia del caracter proceloso de la acusación formulada el que apareciera “no-firmada” con el socorrido y cobarde recurso del pseudónimo. Si los indicios contrastados con la realidad adquieren el carácter de prueba, evidencias hay y no indicios de que el periodista Luis Aznar al ahorrar sus nombres y apellidos en la “desinformación” de marras, no las tenía todas consigo. De haber poseído una total constancia y conciencia de que la noticia era verídica y exacta ¿Para qué ocultar el nombre del autor si no decía más que la verdad?. Solapamiento, ocultación, Iván Chaves y Antonio Vázquez ponen en boca de Aróstegui, que a su vez, pone en boca de Mohamed Alí unas frases que el propio Alí desmiente con rotundidad. Y a partir de ahí se desmorona el contubernio, porque calumniar sale gratis si se tiene a mano la herramienta irrenunciable de la “exceptio veritatis” la excepción de la verdad y si se puede demostrar la autenticidad de lo dicho con pruebas fehacientes “no hay más tu tía” no existe la calumnia y procede la absolución.

Pero en este supuesto que nos ocupa donde la imagen de José Antonio Muñoz, su credibilidad, su honradez y su decencia fueron puestas “a los pies de los caballos” de forma voluntaria y artera, sin que quepa ni la menos excusa y mucho menos el echar mano de “errores” o de “malas interpretaciones”, la conclusión de los hechos está poco menos que cantada y los fundamentos de derecho aparecen claros y cristalinos porque quienes realizaron el montaje difamatorio que afectó gravemente al Presidente de la AD Ceuta fueron conscientes en todo momento de su falsedad y no obstante “se arriesgaron” con manifiesta temeridad a lanzar una información falsaria. Pero la clave era Mohamed Alí y de su afirmación o de su negativa a que los hechos se hubieran producido tal y como aparecían en la prensa, dependía en exclusiva la setencia exculpatoria o condenatoria. Mohamed Alí fue pura negativa, Aróstegui algo tenue, Aznar firmando con un pseudónimo con la creencia de que podía “hacer sangre sin mojarse” y Rafael Montero teniendo que encajar la responsabilidad de ser el editor del invento y tener que asumir el “entuerto”.

Se dice que “los grandes pecados tienen largas sombras” y en este caso las imputaciones efectuadas por escrito y con publicidad contra José Antonio Muñoz revestían especial gravedad por los hechos de los que se le hacía responsable en concepto de autor. Hechos claramente delictivos. Y falsos. Un puro montaje construído sobre una información capciosa sin coincidencia alguna con “ninguna” realidad. Las consecuencias penales son evidentes y no resultan creíbles ni testimonios que son puras divagaciones ni las explicaciones rozando el absurdo de los testigos, indefinición, vaguedades, rectificaciones nada creíbles y ni una explicación coherente que de pábulo a las reiterativas autoexculpaciones, no es ya el típico “Donde dije digo, digo Diego” sino tratar de negar una evidencia: la existencia de una imputación falaz, falsaria e injusta. Y llevada a cabo con una sola, diáfana y evidente intención: causar un daño irreparable. Rectifico, en apariencia “irreparable” porque la ley tiene ampliamente previstos estos supuestos y sabe muy bien como reparar el mal causado y resarcir a la víctima inocente.

Porque el intento de la publicación fue acusar y victimizar al Presidente de la AD Ceuta sin otro fin que perjudicarle “faciendo un entuerto” que en la vista del juicio oral y aquejados los imputados de una oportuna “amnesia de banquillo de los acusados” parecían no recordar. Amnésicos o no, las leyes son claras y el tipo delictivo no admite duda alguna, por muy patéticas que fueran las torpes excusas para exculparse que no presentaban ni el mínimo rasgo de credibilidad. Ni rastro de “A lo hecho, pecho”. Pero, aunque tampoco se esperaban posturas de “Don Rodrigo en la horca”, el espectáculo fue lastimoso, patético y sin el menor rasgo de dignidad.
 

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