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OPINIÓN - MARTES, 4 DE OCTUBRE DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

El atrio de los caídos (I)

Por Javier Arnaiz Seco


El 11 de junio de 1957, el alcalde de Ceuta Francisco Ruiz Sánchez firmó un certificado a José Blein Zarazaga, profesional, que ejerció el cargo de arquitecto jefe en el Ayuntamiento, desde el 28 de junio de 1929 hasta el día 31 de enero de 1943. El documento, también conformado por el abogado y secretario Manuel Lupiani Menéndez acredita la autenticidad de la intensa actividad en materia de obras municipales y particulares, que el arquitecto proyectó y ejecutó en la ciudad en estos años de muy elevado nivel económico para la plaza de soberanía.

Al observar la amplia y exhaustiva relación de los trabajos, llama la atención una de ellas la “Cruz de los Caídos”, por ser la única obra de la cual se hace una valoración: “de destacada originalidad”.

Este detalle, rasgo de vanidad del arquitecto, nos va a servir, con breves apuntes y a modo de acotación, para relatar, el sutil montaje documental del monumento, su composición y el mosaico de miradas y opiniones que su conjunto teje sobre el destino del espacio público donde se ubicó para entenderlo como crónica de lo que ha sido hasta ahora la vida de un rincón, el atrio de la Catedral, nunca despejado.

El origen del monumento

Los cinco años que trascurren entre 1931 y 1936 son tiempos donde el intenso trabajo del arquitecto José Blein se va a distraer, basculando entre la autodefensa, unas veces por acarreo de partidas de acero de sus obras particulares, factura pagada por el Ayuntamiento, (fechoría que denunciara un concejal republicano a raíz de un comentario en un café), y otras, por las denuncias a su labor por anomalías y deficiencias en la construcción del nuevo mercado de abastos situado en el foso de la Almina cuyo coste ascendió a tres millones de pesetas. Denuncias que le implican diversas suspensiones en su cotidiano quehacer. La última, si bien levantada en mayo de 1936, quedará pendiente de un informe de deficiencias a redactar por el arquitecto José María Tejero, arquitecto que había ofrecido sus servicios al Ayuntamiento en septiembre de 1934, y que está trabajando con él, en un proyecto para el alcantarillado de la ciudad.

Son años de colocación del busto del capitán Fermín Galán Rodríguez en los jardines de Rosende en las Puertas del Campo y del monumento al mismo con el también militar, líderes republicanos sublevados en Jaca y fusilados en Huesca en diciembre de 1930, Ángel García Hernández, que diseñará en colaboración con el artesano Cándido Mata para los Jardines de Prim, lugar donde en la actualidad se sitúa el ojo del puente del nudo circulatorio en lo que se ha convertido la Plaza de la Constitución.

También son años de disputas con la Corporación, que no eran nuevas (los ingenieros militares que ocuparon anteriormente este cargo también las tuvieron), que empieza a poner en duda la forma de cobro de honorarios por redacción de proyectos, tanto para el Ayuntamiento, como los que realiza para particulares, que él mismo luego informa. Si bien estos trabajos tienen soporte legal, los concejales republicanos lo consideran injusto y más, como denuncian algunos, si los trabajos se han efectuado en horas de oficina y ayudados por personal que costea el Ayuntamiento.

En mayo de 1933, cuando tiene 29 años, el arquitecto pide dos meses de licencia para casarse en Valladolid con la ceutí Dolores Sánchez de León Pacheco.

Sus distracciones pronto se van a terminar. El 17 de julio de 1936 el delegado de Socorro Rojo Internacional solicita a la Corporación “que le den facilidades para organizar una verbena que van a celebrar el día 25 del mismo mes”. Los militares se le adelantan el día 18 de julio, declarando el estado de guerra. El padre del arquitecto Tejero, el teniente coronel de ingenieros José Tejero Ruiz toma posesión como presidente jefe de la Comisión Gestora que sustituirá a la corporación municipal.

El 12 de agosto se re adopta la bandera bicolor y se empieza, como ya es tradición, a cambiar de nuevo los nombres a las calles y barriadas. Entre otras muchas, la de Pablo Iglesias por la del 18 de Julio, la de Giner de los Ríos por la de la Legión, la barriada Pi y Margall por la del general Sanjurjo, y la barriada de Miramar por la del general Orgaz. En esta última será donde en su centro el arquitecto diseñará un monumento a los caídos en la guerra de África. El monumento será demolido en la década del 80 al 90, en la remodelación de la zona prevista en el Plan Especial de Miramar, redactado por el arquitecto Luciano Alcalá Velasco.

En el año 1937 la carencia en la ciudad de materiales de construcción, sobre todo de madera y hierro, hacen al Ayuntamiento, pedir al Alto Comisario que traiga madera de Ketama y que conceda divisas para la adquisición de hierro.

El jefe local de Falange, en octubre de este mismo año, comunica que “ha quedado constituida la comisión encargada de la construcción de la Cruz de los Caídos y que sea la corporación municipal, quien inicie la suscripción para sufragar los gastos”.

El monumento

La Cruz de los Caídos, la proyecta José Blein y colabora con él el artesano Bonifacio López Torvizco. Una maqueta será exhibida en el Centro de Falange. Las obras comenzarán el 7 de mayo de 1939 y tras los vanos intentos de traer al Generalísimo, se inaugurará el 5 de agosto de 1939, día ferial por la patrona de Ceuta la Virgen de África.

Los empresarios Adolfo Orozco y José Fernández serán los constructores, empresarios que junto con 110 obreros, albañiles y carpinteros, no represaliados políticos, celebrarán su terminación el día 21 de julio de 1939, fiesta de Exaltación del Trabajo, con una comida en la playa Benítez.

La cruz que destaca el gran compromiso religioso del arquitecto, corona su huella biográfica sobre una construcción refinada de orfebre, monumento estratificado, rotundo y rebosante de fuerza, transmitiendo su latido falangista. Su sístole y diástole será origen de la maraña de monumentos a incluir en una red de tipos que por toda la península empieza a crear un arsenal simbólico de puntos que tendrá su paroxismo en el Valle de los Caídos de Cuelgamuros.

Pero no es solo un punto original de partida, una secuencia espacial temporal por haber sido de los primeros en diseñar y en erigir este tipo de monumentos, es también un reflejo de un concepto de la filosofía de la historia, en el meandro del manantial que produce un remolino de agua que extrae del fondo del cauce, el barro y los guijarros de aquello arcaico que encuentra en esta época sus fragmentos en el totalitarismo recuperado y emergente de la Italia fascista de Mussolini y de la Alemania hitleriana de Albert Speer.

El arquitecto, traduce la imagen codificada de las redes telúricas europeas del espíritu de las legiones romanas. Simplifica, sobre unas gradas, la teatralidad de la vanguardia racionalista de la estatuaria clásica, en una envolvente meticulosa y elegante.

Hay que reconocer el encanto de la sencillez de la tramoya fascista, imagen codificada con contornos precisos y estratos perfectamente definidos. Aspectos formales cuyo trazado respondía a unas ideas muy determinadas, cuyo camino conducía al reencuentro y recuerdo de los recientes ceutíes muertos en la contienda bélica.

La grada, que es la base de la envolvente piramidal, no sólo es un pedestal, que tiene la misión de elevar la obra del suelo y subrayar su carácter erecto, sino también, expresa el volumen pesado, sólido y macizo del monumento. El pedestal es soporte de un altar, ara de ofrenda de flores a los Mártires de la Cruzada, y ubicación del Escudo Nacional con las dos columnas de Hércules con el lema de Plus Ultra, encarnación de la época de Carlos V. Escudo Nacional bajo la también vigilia tensa y constante de un águila, recuerdo tanto de la España Imperial, como del evangelista San Juan. Sobre lo anterior y enmarcado con un “presentes” que la Falange había tomado de sus homólogos italianos y entre dos fechas claves del Movimiento, 1936 y 1939, el arquitecto va a situar el emblema del particular escudo de armas de Falange ya utilizado por los Reyes Católicos, del yugo y haz con cinco flechas, presentes rosas de la victoria. A lomos del yugo y las flechas y de la iluminación mística de los cuatro luceros del alba, cirios de fuego perpetuo, el monumento se remata con una sencilla cruz.

Es en definitiva, un monumento parlante, un monumental Cara al Sol, un utilitarísimo mando a distancia con Dios. Religioso espacio de concesión a las hipnóticas doctrinas arquitectónicas imperantes, donde lo que cuenta no son las cantidades de acartonados comodines y collages de geometrizados aderezos, sino la belleza vampírica de sus proporciones.

El telón de fondo

La plaza de África y específicamente el atrio de la Catedral será el lugar elegido para ubicar el monumento. Lugar emblemático, como el atrio de la ermita de san Antonio en el monte Hacho, elegido para colocar, el monolito en conmemoración del paso del Convoy de la Victoria, en el mismo lugar, donde el general Franco, en un día de intensa niebla, presenció y dirigió el milagro del trascendental hecho del cruce de sus tropas por el estrecho de Gibraltar camino de Algeciras. Este icónico monumento, lo diseñará José Blein “con sencillez y modestia, características de nuestro caudillo” reciclando, como si de un resto arqueológico se tratara, las silueteadas huellas de unas botas del general, colocadas a los pies de un retablo de la virgen de África y de una corona de laurel cuyo circulo enmarca con un texto, el primer año triunfal del hecho. Más tarde se colocará el mástil del cañonero Dato, la nave heroica que protegió el convoy. El monolito será inaugurado la misma mañana del mismo día y pocas horas después que el de la Cruz de los Caídos´ La colina se urbanizará por el arquitecto Jaime Antón en 1970.

En esta inicial toma de posiciones, serán los edificios de los ahora serviles eclesiásticos, que se dejan colonizar estos territorios, los teloneros de esta horda de monumentos conmemorativos.

La historia había establecido una pinza religiosa sobre la plaza de Armas, centro de la ciudad antigua, anclando dos edificios, la Catedral y la iglesia de África.

Gaspar Blein, estaba haciendo reformas y saneamientos en el santuario de la Patrona en el burbujeo del 27 al 29, dibujando un pórtico en su alzado lateral norte, que reflejará después, en el proyecto de ensanche de 1930, cuando diseñe dos plazas ajardinadas delante de las fachadas de ambas iglesias, dentro del ejercicio de modernidad del proceso de regeneración urbana que propone rasgando de este a oeste, la trama del casco histórico, para abrir una vía rápida como espina vertebral del Ensanche del Campo Exterior.

El pórtico no se construirá pero en el lugar su hermano José emplazará la estatua del militar González Tablas. El monumento proyectado en julio de 1935, sostiene su figura en piedra realizada por el escultor Pérez Comendador, y su composición, ya adelanta por analogías, el relato y desliza el transitar decó, que el refinado arquitecto, con las armas de su dibujo siempre perfecto, realizará con la misma teatralidad y pirotecnia visual en la Cruz de los Caídos.

En la parte suroeste, el vestíbulo de la plaza de Armas, plaza de la Constitución, era un fondo de saco, con una puerta de acceso a la playa de la Ribera. Sus jambas las constituían, por un lado, el cuartel de Artillería, hoy hotel Muralla, y por el otro, junto al atrio de la Catedral, dos edificios, uno con dos plantas, pabellón residencia del coronel, y otro, de una sola planta, adosado a la Catedral, propiedad de una farmacéutica que posteriormente, lo legará a Falange.

La iglesia ocupado el atrio, inicia en mayo de 1939, obras de reforma interior de la Catedral, levantando y trasladando el coro y cambiando su solería por una de mármol, con las iniciales diez mil pesetas, supuestamente donadas por el Alto Comisario.

De regreso al orden, en 1944, el nuevo Proyecto de Ordenación Urbana ordenado redactar en la Dirección General de Arquitectura, por el alto comisario Tte. General Orgaz a los arquitectos Pedro Muguruza Otaño y Manuel Muñoz Monasterio, sustituye lo planeado por Gaspar Blein, recoge, reordenar todo este ámbito. Proponen, siguiendo los pensamientos ideológicos más radicales de Falange, el traslado del monumento, fuera de la raya fronteriza de lo sagrado sobre un espacio ajardinado, justo donde se situaba el pabellón del coronel y la entrada de la puerta de acceso a la playa de la Ribera. El monumento en la situación propuesta pierde su posición excéntrica para centrarse en el eje de la perspectiva simbólica que cerraba el eje norte sur de la plaza. En la ya denominada plaza de África se volvía a diseñar un nuevo pórtico, esta vez, como no podía ser de otra forma, de estilo neo herreriano que ocupará en su desarrollo el antiguo y posteriormente derribado edificio del gobierno militar.

El traslado del monumento tampoco se realizará, y el espacio previsto lo ocupara una de las religiones más caras de la historia con uno de sus principales dioses, los automóviles, que van a circular sobre un vial que conecta la plaza con la nueva comunicación enlace de la ciudad con Tetuán.

La nueva carretera en cornisa, cruza el foso de agua de las Murallas Reales por un viaducto con arcos esviados que proyecta en marzo de 1939 el ingeniero del puerto Marciano Martínez Catena y que será inaugurado el 5 de agosto de 1945 por el alto comisario Tte. General Varela.

Todo este ámbito lo rediseña el arquitecto municipal José Antón, urbanizando la zona, se desplaza la puerta de la Ribera a un lateral, acceso que será recubierto con parte de la antigua portada del derribado Angulo de San Luis.

En su regionalismo tradicional, el arquitecto Francisco José Pérez Buades en 1997 con su “Anteproyecto para casa museo de Santa María de África” volverá a intentar ocupar el solar, adquirido por acuerdo del Ayuntamiento en 1968 por 1,4 millones de pesetas, del Gobierno militar (antigua circunscripción), diseñando también un nuevo pórtico que soportaba un edificio para cumplir el programa establecido.

La plaza de África cambia de escenario en su lado oeste, con el derribo del Cuartel de Artillería y con la construcción del hotel parador Muralla proyectado por el arquitecto José Luis Picardo en 1965, en cuya fachada principal propuso, aunque no se edificó, trasladar o reconstruir la torre del reloj, campana y balcón, edificada en 1730 por orden, del conde de Charny.
 

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