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					El 11 de junio de 1957, el alcalde de Ceuta Francisco Ruiz 
					Sánchez firmó un certificado a José Blein Zarazaga, 
					profesional, que ejerció el cargo de arquitecto jefe en el 
					Ayuntamiento, desde el 28 de junio de 1929 hasta el día 31 
					de enero de 1943. El documento, también conformado por el 
					abogado y secretario Manuel Lupiani Menéndez acredita la 
					autenticidad de la intensa actividad en materia de obras 
					municipales y particulares, que el arquitecto proyectó y 
					ejecutó en la ciudad en estos años de muy elevado nivel 
					económico para la plaza de soberanía. 
					 
					Al observar la amplia y exhaustiva relación de los trabajos, 
					llama la atención una de ellas la “Cruz de los Caídos”, por 
					ser la única obra de la cual se hace una valoración: “de 
					destacada originalidad”. 
					 
					Este detalle, rasgo de vanidad del arquitecto, nos va a 
					servir, con breves apuntes y a modo de acotación, para 
					relatar, el sutil montaje documental del monumento, su 
					composición y el mosaico de miradas y opiniones que su 
					conjunto teje sobre el destino del espacio público donde se 
					ubicó para entenderlo como crónica de lo que ha sido hasta 
					ahora la vida de un rincón, el atrio de la Catedral, nunca 
					despejado. 
					 
					El origen del monumento 
					 
					Los cinco años que trascurren entre 1931 y 1936 son tiempos 
					donde el intenso trabajo del arquitecto José Blein se va a 
					distraer, basculando entre la autodefensa, unas veces por 
					acarreo de partidas de acero de sus obras particulares, 
					factura pagada por el Ayuntamiento, (fechoría que denunciara 
					un concejal republicano a raíz de un comentario en un café), 
					y otras, por las denuncias a su labor por anomalías y 
					deficiencias en la construcción del nuevo mercado de abastos 
					situado en el foso de la Almina cuyo coste ascendió a tres 
					millones de pesetas. Denuncias que le implican diversas 
					suspensiones en su cotidiano quehacer. La última, si bien 
					levantada en mayo de 1936, quedará pendiente de un informe 
					de deficiencias a redactar por el arquitecto José María 
					Tejero, arquitecto que había ofrecido sus servicios al 
					Ayuntamiento en septiembre de 1934, y que está trabajando 
					con él, en un proyecto para el alcantarillado de la ciudad. 
					 
					Son años de colocación del busto del capitán Fermín Galán 
					Rodríguez en los jardines de Rosende en las Puertas del 
					Campo y del monumento al mismo con el también militar, 
					líderes republicanos sublevados en Jaca y fusilados en 
					Huesca en diciembre de 1930, Ángel García Hernández, que 
					diseñará en colaboración con el artesano Cándido Mata para 
					los Jardines de Prim, lugar donde en la actualidad se sitúa 
					el ojo del puente del nudo circulatorio en lo que se ha 
					convertido la Plaza de la Constitución. 
					 
					También son años de disputas con la Corporación, que no eran 
					nuevas (los ingenieros militares que ocuparon anteriormente 
					este cargo también las tuvieron), que empieza a poner en 
					duda la forma de cobro de honorarios por redacción de 
					proyectos, tanto para el Ayuntamiento, como los que realiza 
					para particulares, que él mismo luego informa. Si bien estos 
					trabajos tienen soporte legal, los concejales republicanos 
					lo consideran injusto y más, como denuncian algunos, si los 
					trabajos se han efectuado en horas de oficina y ayudados por 
					personal que costea el Ayuntamiento. 
					 
					En mayo de 1933, cuando tiene 29 años, el arquitecto pide 
					dos meses de licencia para casarse en Valladolid con la 
					ceutí Dolores Sánchez de León Pacheco. 
					 
					Sus distracciones pronto se van a terminar. El 17 de julio 
					de 1936 el delegado de Socorro Rojo Internacional solicita a 
					la Corporación “que le den facilidades para organizar una 
					verbena que van a celebrar el día 25 del mismo mes”. Los 
					militares se le adelantan el día 18 de julio, declarando el 
					estado de guerra. El padre del arquitecto Tejero, el 
					teniente coronel de ingenieros José Tejero Ruiz toma 
					posesión como presidente jefe de la Comisión Gestora que 
					sustituirá a la corporación municipal. 
					 
					El 12 de agosto se re adopta la bandera bicolor y se 
					empieza, como ya es tradición, a cambiar de nuevo los 
					nombres a las calles y barriadas. Entre otras muchas, la de 
					Pablo Iglesias por la del 18 de Julio, la de Giner de los 
					Ríos por la de la Legión, la barriada Pi y Margall por la 
					del general Sanjurjo, y la barriada de Miramar por la del 
					general Orgaz. En esta última será donde en su centro el 
					arquitecto diseñará un monumento a los caídos en la guerra 
					de África. El monumento será demolido en la década del 80 al 
					90, en la remodelación de la zona prevista en el Plan 
					Especial de Miramar, redactado por el arquitecto Luciano 
					Alcalá Velasco. 
					 
					En el año 1937 la carencia en la ciudad de materiales de 
					construcción, sobre todo de madera y hierro, hacen al 
					Ayuntamiento, pedir al Alto Comisario que traiga madera de 
					Ketama y que conceda divisas para la adquisición de hierro. 
					 
					El jefe local de Falange, en octubre de este mismo año, 
					comunica que “ha quedado constituida la comisión encargada 
					de la construcción de la Cruz de los Caídos y que sea la 
					corporación municipal, quien inicie la suscripción para 
					sufragar los gastos”.  
					 
					El monumento 
					 
					La Cruz de los Caídos, la proyecta José Blein y colabora con 
					él el artesano Bonifacio López Torvizco. Una maqueta será 
					exhibida en el Centro de Falange. Las obras comenzarán el 7 
					de mayo de 1939 y tras los vanos intentos de traer al 
					Generalísimo, se inaugurará el 5 de agosto de 1939, día 
					ferial por la patrona de Ceuta la Virgen de África. 
					 
					Los empresarios Adolfo Orozco y José Fernández serán los 
					constructores, empresarios que junto con 110 obreros, 
					albañiles y carpinteros, no represaliados políticos, 
					celebrarán su terminación el día 21 de julio de 1939, fiesta 
					de Exaltación del Trabajo, con una comida en la playa 
					Benítez. 
					 
					La cruz que destaca el gran compromiso religioso del 
					arquitecto, corona su huella biográfica sobre una 
					construcción refinada de orfebre, monumento estratificado, 
					rotundo y rebosante de fuerza, transmitiendo su latido 
					falangista. Su sístole y diástole será origen de la maraña 
					de monumentos a incluir en una red de tipos que por toda la 
					península empieza a crear un arsenal simbólico de puntos que 
					tendrá su paroxismo en el Valle de los Caídos de Cuelgamuros. 
					 
					Pero no es solo un punto original de partida, una secuencia 
					espacial temporal por haber sido de los primeros en diseñar 
					y en erigir este tipo de monumentos, es también un reflejo 
					de un concepto de la filosofía de la historia, en el meandro 
					del manantial que produce un remolino de agua que extrae del 
					fondo del cauce, el barro y los guijarros de aquello arcaico 
					que encuentra en esta época sus fragmentos en el 
					totalitarismo recuperado y emergente de la Italia fascista 
					de Mussolini y de la Alemania hitleriana de Albert Speer.
					 
					 
					El arquitecto, traduce la imagen codificada de las redes 
					telúricas europeas del espíritu de las legiones romanas. 
					Simplifica, sobre unas gradas, la teatralidad de la 
					vanguardia racionalista de la estatuaria clásica, en una 
					envolvente meticulosa y elegante. 
					 
					Hay que reconocer el encanto de la sencillez de la tramoya 
					fascista, imagen codificada con contornos precisos y 
					estratos perfectamente definidos. Aspectos formales cuyo 
					trazado respondía a unas ideas muy determinadas, cuyo camino 
					conducía al reencuentro y recuerdo de los recientes ceutíes 
					muertos en la contienda bélica. 
					 
					La grada, que es la base de la envolvente piramidal, no sólo 
					es un pedestal, que tiene la misión de elevar la obra del 
					suelo y subrayar su carácter erecto, sino también, expresa 
					el volumen pesado, sólido y macizo del monumento. El 
					pedestal es soporte de un altar, ara de ofrenda de flores a 
					los Mártires de la Cruzada, y ubicación del Escudo Nacional 
					con las dos columnas de Hércules con el lema de Plus Ultra, 
					encarnación de la época de Carlos V. Escudo Nacional bajo la 
					también vigilia tensa y constante de un águila, recuerdo 
					tanto de la España Imperial, como del evangelista San Juan. 
					Sobre lo anterior y enmarcado con un “presentes” que la 
					Falange había tomado de sus homólogos italianos y entre dos 
					fechas claves del Movimiento, 1936 y 1939, el arquitecto va 
					a situar el emblema del particular escudo de armas de 
					Falange ya utilizado por los Reyes Católicos, del yugo y haz 
					con cinco flechas, presentes rosas de la victoria. A lomos 
					del yugo y las flechas y de la iluminación mística de los 
					cuatro luceros del alba, cirios de fuego perpetuo, el 
					monumento se remata con una sencilla cruz.  
					 
					Es en definitiva, un monumento parlante, un monumental Cara 
					al Sol, un utilitarísimo mando a distancia con Dios. 
					Religioso espacio de concesión a las hipnóticas doctrinas 
					arquitectónicas imperantes, donde lo que cuenta no son las 
					cantidades de acartonados comodines y collages de 
					geometrizados aderezos, sino la belleza vampírica de sus 
					proporciones. 
					 
					El telón de fondo 
					 
					La plaza de África y específicamente el atrio de la Catedral 
					será el lugar elegido para ubicar el monumento. Lugar 
					emblemático, como el atrio de la ermita de san Antonio en el 
					monte Hacho, elegido para colocar, el monolito en 
					conmemoración del paso del Convoy de la Victoria, en el 
					mismo lugar, donde el general Franco, en un día de intensa 
					niebla, presenció y dirigió el milagro del trascendental 
					hecho del cruce de sus tropas por el estrecho de Gibraltar 
					camino de Algeciras. Este icónico monumento, lo diseñará 
					José Blein “con sencillez y modestia, características de 
					nuestro caudillo” reciclando, como si de un resto 
					arqueológico se tratara, las silueteadas huellas de unas 
					botas del general, colocadas a los pies de un retablo de la 
					virgen de África y de una corona de laurel cuyo circulo 
					enmarca con un texto, el primer año triunfal del hecho. Más 
					tarde se colocará el mástil del cañonero Dato, la nave 
					heroica que protegió el convoy. El monolito será inaugurado 
					la misma mañana del mismo día y pocas horas después que el 
					de la Cruz de los Caídos´ La colina se urbanizará por el 
					arquitecto Jaime Antón en 1970.  
					 
					En esta inicial toma de posiciones, serán los edificios de 
					los ahora serviles eclesiásticos, que se dejan colonizar 
					estos territorios, los teloneros de esta horda de monumentos 
					conmemorativos. 
					 
					La historia había establecido una pinza religiosa sobre la 
					plaza de Armas, centro de la ciudad antigua, anclando dos 
					edificios, la Catedral y la iglesia de África. 
					 
					Gaspar Blein, estaba haciendo reformas y saneamientos en el 
					santuario de la Patrona en el burbujeo del 27 al 29, 
					dibujando un pórtico en su alzado lateral norte, que 
					reflejará después, en el proyecto de ensanche de 1930, 
					cuando diseñe dos plazas ajardinadas delante de las fachadas 
					de ambas iglesias, dentro del ejercicio de modernidad del 
					proceso de regeneración urbana que propone rasgando de este 
					a oeste, la trama del casco histórico, para abrir una vía 
					rápida como espina vertebral del Ensanche del Campo 
					Exterior. 
					 
					El pórtico no se construirá pero en el lugar su hermano José 
					emplazará la estatua del militar González Tablas. El 
					monumento proyectado en julio de 1935, sostiene su figura en 
					piedra realizada por el escultor Pérez Comendador, y su 
					composición, ya adelanta por analogías, el relato y desliza 
					el transitar decó, que el refinado arquitecto, con las armas 
					de su dibujo siempre perfecto, realizará con la misma 
					teatralidad y pirotecnia visual en la Cruz de los Caídos. 
					 
					En la parte suroeste, el vestíbulo de la plaza de Armas, 
					plaza de la Constitución, era un fondo de saco, con una 
					puerta de acceso a la playa de la Ribera. Sus jambas las 
					constituían, por un lado, el cuartel de Artillería, hoy 
					hotel Muralla, y por el otro, junto al atrio de la Catedral, 
					dos edificios, uno con dos plantas, pabellón residencia del 
					coronel, y otro, de una sola planta, adosado a la Catedral, 
					propiedad de una farmacéutica que posteriormente, lo legará 
					a Falange. 
					 
					La iglesia ocupado el atrio, inicia en mayo de 1939, obras 
					de reforma interior de la Catedral, levantando y trasladando 
					el coro y cambiando su solería por una de mármol, con las 
					iniciales diez mil pesetas, supuestamente donadas por el 
					Alto Comisario. 
					 
					De regreso al orden, en 1944, el nuevo Proyecto de 
					Ordenación Urbana ordenado redactar en la Dirección General 
					de Arquitectura, por el alto comisario Tte. General Orgaz a 
					los arquitectos Pedro Muguruza Otaño y Manuel Muñoz 
					Monasterio, sustituye lo planeado por Gaspar Blein, recoge, 
					reordenar todo este ámbito. Proponen, siguiendo los 
					pensamientos ideológicos más radicales de Falange, el 
					traslado del monumento, fuera de la raya fronteriza de lo 
					sagrado sobre un espacio ajardinado, justo donde se situaba 
					el pabellón del coronel y la entrada de la puerta de acceso 
					a la playa de la Ribera. El monumento en la situación 
					propuesta pierde su posición excéntrica para centrarse en el 
					eje de la perspectiva simbólica que cerraba el eje norte sur 
					de la plaza. En la ya denominada plaza de África se volvía a 
					diseñar un nuevo pórtico, esta vez, como no podía ser de 
					otra forma, de estilo neo herreriano que ocupará en su 
					desarrollo el antiguo y posteriormente derribado edificio 
					del gobierno militar.  
					 
					El traslado del monumento tampoco se realizará, y el espacio 
					previsto lo ocupara una de las religiones más caras de la 
					historia con uno de sus principales dioses, los automóviles, 
					que van a circular sobre un vial que conecta la plaza con la 
					nueva comunicación enlace de la ciudad con Tetuán. 
					 
					La nueva carretera en cornisa, cruza el foso de agua de las 
					Murallas Reales por un viaducto con arcos esviados que 
					proyecta en marzo de 1939 el ingeniero del puerto Marciano 
					Martínez Catena y que será inaugurado el 5 de agosto de 1945 
					por el alto comisario Tte. General Varela. 
					 
					Todo este ámbito lo rediseña el arquitecto municipal José 
					Antón, urbanizando la zona, se desplaza la puerta de la 
					Ribera a un lateral, acceso que será recubierto con parte de 
					la antigua portada del derribado Angulo de San Luis. 
					 
					En su regionalismo tradicional, el arquitecto Francisco José 
					Pérez Buades en 1997 con su “Anteproyecto para casa museo de 
					Santa María de África” volverá a intentar ocupar el solar, 
					adquirido por acuerdo del Ayuntamiento en 1968 por 1,4 
					millones de pesetas, del Gobierno militar (antigua 
					circunscripción), diseñando también un nuevo pórtico que 
					soportaba un edificio para cumplir el programa establecido. 
					 
					La plaza de África cambia de escenario en su lado oeste, con 
					el derribo del Cuartel de Artillería y con la construcción 
					del hotel parador Muralla proyectado por el arquitecto José 
					Luis Picardo en 1965, en cuya fachada principal propuso, 
					aunque no se edificó, trasladar o reconstruir la torre del 
					reloj, campana y balcón, edificada en 1730 por orden, del 
					conde de Charny. 
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