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OPINIÓN - JUEVES, 6 DE OCTUBRE DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

El atrio de los caídos (III)

Por Javier Arnaiz Seco


Para el regidor, que tenía trabajo pero no tiempo, y necesitaba incrementar el Producto Interior Bruto de la ciudad, el atrio, era ya según cotilleos ciudadanos, una zona selvática que amenazaba la salud emocional de los caballas.

Un técnico que interpretará las raíces como tumores y como medida de progreso, la actividad del hormigón, redactará un proyecto que titulará “Remodelación de espacio frente a la Santa Iglesia Catedral” donde en la memoria descriptiva como dato de partida afirma que el encargo para su redacción ha sido una orden verbal del Presidente de la Ciudad Autónoma. Que en el lateral de la fachada de la Catedral se encuentra un pequeño espacio con cuatro árboles que debido a su crecimiento ha levantado la solería existente, no permitiendo el uso de la misma.

Comenta que para el desarrollo de la composición “se han eliminado los árboles que están levantando el pavimento y se han sustituido por una rampa de acceso a la Catedral y un espacio previsto para la futura colocación de un monumento a la Asunción de la Virgen…sin embargo no se contempla en el presente proyecto. Continúa que “además se ha previsto la colocación de cuatro jardineras movibles”. Y como remate final afirma que “se dotará a todo el jardín de un nuevo equipamiento urbano en el que se incluirán bancos, papeleras, fuentes, farolas, balizas y pilonas”. El presupuesto material de licitación ascenderá a 315.623,87 €.

Con el proyecto aprobado las obras darán comienzo en octubre de 2004, y poco después, alrededor del 20N, a los arqueólogos se les aparecerá la virgen.

La disolución de la instancia

Ocupado el lugar, sin ningún tipo de plegaria, de los talados naranjos por jardineras movibles, serrados y abatidos, en martirio, los ficus. Convertidos los mendigos sedentarios, de nuevo en nómadas, el atrio será un descampado, un lugar fantasma, un espacio descarnado, un nuevo escenario donde se establecerán unos nuevos nómadas que escalpelo en mano van a echar una ojeada al pasado.

Como todo el mundo sabe, todos los compuestos biológicos contienen sustancias químicas y de no talarse los arboles, en un alarde de opinión futurista, se hubiera podido analizar su savia, que ya habría adquirido grandes niveles de complejidad, esta les hubiera conducido a los restos arqueozoológicos de elefantes, cerdos y cabras, de los cuales se habría alimentado. Por los vasos de irrigación de las hojas existentes hubieran encontrado esparcida toda la malacofauna e ictofauna del lugar y en el color purpura que se prueban sus flores, observarían como se balanceaba unas de las especies de gasterópodos oreando sus granos de polen.

Los arqueólogos como familia refinada y cuadriculada, sobre una retícula, tramo ortogonal de cordeles, ejes de referencia de una superficie de 170 m2, irán al fondo de los 0,50 m del asunto, que no era otro que encontrar los 9700 objetos cerámicos para buscar en ellos el gen de los eslabones perdidos donde historiar el ADN de la ciudad.

Estos nómadas, especialistas en ruinas, convertidos en arqueólogos del futuro, sedentizaran todo el recuento de su peregrinaje en el libro, “El asentamiento protohistórico de Ceuta”. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del estrecho de Gibraltar. Un sólido y de marcado carácter científico libro donde Joan Ramón Torres, José Suárez Padilla y el arqueólogo municipal Fernando Villada Paredes, hacen terapia de grupo, armando un relato, cuya narración confirmará las actuaciones de los arquitectos municipales al aflorar el espacio porticado de la época “para facilitar zonas de sombra y cobijo” y que tendrá como eje de fondo, la resonancia que se establece al circular desde el espacio limitado de una calle fenicia hasta un tiempo sin límites.

Para unos, se podían haber dejado los árboles para su análisis, por representativos y por contener unos criterios mínimos de fiabilidad estadística en la investigación.

Para otros, no había lugar para ir mas allá de las glosas históricas, los panoramas descriptivos , las crónicas de salón o las piruetas moralizantes del arquitecto municipal que practicaba la cursilería autoritaria de lo sentimental, para, cometido el sacrilegio de abrir la fosa, levantar sus diversas costras y comprobar la arqueología dietética de los mensajes misteriosos de esta colina, centro de sabiduría ancestral, donde los dioses comparten de manera sobrehumana la azarosa suerte de sus criaturas, proceder a taparlos.

Las tejavanas

La memoria es anterior a la acción de pensar, completada esta, realizada la excavación de la marmórea escombrera del paganismo politeísta, arrancados de la tierra los valiosos objetos, convertidos los arqueólogos, figuras del verdadero philosophe herederos del espíritu de la antigüedad en anticuarios herederos tan solo de sus fragmentos, e inventariados y catalogados estos camino de las vitrinas, quedaba la tarea fundamental de cicatrizar la cesárea efectuada, quitar los puntos de referencia y empezar a pensar que hacer con las huellas y retazos que sobre el terreno, se habían abandonado hechos trizas, después del científico despojo.

Si a los arqueólogos les bastaba remover la tierra para hacer resurgir los viejos dioses a los arquitectos les tocaba resolver su morada, realizar una notable intervención sobre la liturgia del recuerdo, construir un templo donde pudieran practicar la oración los nuevos nómadas del maná económico, que para los políticos, eran los fieles turistas de la industria del viaje.

Para poder resguardar, si valían la pena, los restos de la ocupación humana, la Comisión de Patrimonio Cultural de la ciudad decidirá, de momento, enjaularlos, solución que por su composición volumétrica evitaba que el espíritu del homo nunca llegara a erectus. Esta aprobación de urgencia, que pudo ser consecuencia del talado de los árboles que aumento el dióxido de carbono, gas residual, al que se le puede achacar el calentamiento global de los cerebros de los miembros de esta comisión, se apoyará en dos proyectos, uno el realizado y otro, igual de taciturno que el anterior, esperando su turno, proyectos tragados por la empecinada trama de una realidad que desvanece la confianza en la arquitectura. Proyectos técnicos irresistiblemente atractivos, porque muestran estructuras tradicionalmente ¿no arquitectónicas?, para recrear, con preocupación esnobista, las tipologías edilicias más espectaculares, rancias y castizas de Ceuta el “barracón adosado” y la popular “tejavana”, eso sí, los cobertizos y tejadillos, conectados a la realidad social y al desarrollo tecnológico de su tiempo, al igual que el barracón que adosado al muro de la vicaría servirá de percha para colgar preciosos azulejos pedagógicos.

Una vez salidos de las trincheras arqueológicas a través de estas tipologías ligadas a los nombres de determinados arquitectos catequistas, que han encontrado el triunfo del adornismo en la metafísica del catálogo, el nuevo proyecto debería transitar hacia la búsqueda de soluciones que hablen de una nueva voluntad arquitectónica decidida a encarar positivamente la realidad del atrio. Una voluntad que necesita de nuevos mecanismos de reflexión, desde una mirada intuitiva con precisión intelectual y siempre desde la ambición teórica de una nueva reflexión que bascule por las relaciones críticas que se establecen entre la historia de la arquitectura y el proyecto contemporáneo.

Epílogo

Los árboles jamás podrán reclamar justicia ni demandar memoria.

El ejército, ejerciendo de trapero de la historia, para cuadrar el círculo, conservará visibles algunos retazos, que repartidos por la ciudad como la cruz se aferran a la vida. Los escudos, como cascotes de información, se encuentran depositados en el museo del Desnarigado.

Nota: La documentación gráfica ha sido facilitada por Rocío Valriberas y José Luis Gómez Barceló, del Archivo Central de Ceuta, el fotógrafo profesional Fidel Raso, el alférez de Caballería Andrés Martínez Palacios, el arqueólogo municipal Fernando Villada, los arquitectos Angel Moreno y Francisco José Pérez Buades y el aparejador de la Oficina de la Barriada del Principe Alfonso Salvador Niebla.

Bibliografía

-Edgard Glaeser “el triunfo de las ciudades”. Ed. Taurus.

-Slawomir Mrozek “el árbol”. Ed. Acantilado.

-Zira Box “España año cero”. Alianza Editorial.
 

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