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ACTUALIDAD - LUNES, 10 DE OCTUBRE DE 2011


control en el príncipe. archivo.

EL BARRIO SIN LEY
 

Bomberos y Policías sufren el incivismo diario de algunos vecinos del Príncipe

Apedreamientos constantes, los agentes del
Servicio de Extinción de Incendios de la Ciudad han sido apedreados en dos ocasiones en este fin de semana; la Policía, cada día

CEUTA
Antonio Gómez
ceuta
@elpueblodeceuta.com

La situación en El Príncipe se torna muy difícil por la permanente actuación de un grupo vecinal en contra de la presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de la Ciudad Autónoma. Los agentes son tratados como el enemigo ante el silencio, la ceguera y la sordera de los habitantes de la zona, que siguen mostrando su miedo a los ‘señores’ del barrio, los que dominan lo ilícito tanto de drogas como de armas.

La intensa presencia policial en la zona del Príncipe, absolutamente acordonada y patrullada por Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Local, sirve para que existe una incomodidad manifiesta entre quienes se han acostumbrado a vivir fuera de la Ley dominando el barrio a base de amenazas para reinar con sus trapicheos constantes entre los pequeños tráficos de hachís e, incluso, de armas en una zona, que construida durante años al margen del ordenamiento urbanístico, ofrece vericuetos y angosturas suficientes entre callejuelas para convertirse en perfectos escenarios de emboscadas a la Policía y escape en caso de persecución. El Príncipe es un laberinto complicado del que los fuera de la Ley sacan provecho en cualquier escenario.

Este fin de semana, la evidencia de estos hechos ha mostrado a un Cuerpo de Bomberos apedreado mientras trabajaban en la extinción de un fuego evidentemente provocado para este juego parecido a la ‘intifada’. Los aprendices de la ‘Kaleborroka’ saben cómo plantear un escenario con el que atraer la mirada de la Policía y entretenerla en un punto mientras por otro la operativa narcotraficante sigue funcionando.

La Policía está, pero los vecinos siguen ciegos, sordos y mudos. Se protesta cuando se producen hechos delictivos lamentables porque “no hay comisaría”, pero con las fuerzas y cuerpos de seguridad presentes, hasta ahora nadie ha mostrado colaboración. Los vecinos asociados, tampoco.

En tierra hostil

Los vecinos del barrio que se dedican a actividades ilícitas se amparan en las circunstancias de la barriada. Los ‘señores’ del barrio suelen campar a sus anchas porque no perdonan a quienes hablen con la policía. La amenaza atemoriza a quienes tienen que soportar esa situación. Sin embargo, cual ‘síndrome de Estocolmo’ una mayoría de la población ve en la policía o en las fuerzas del orden al enemigo, lo que hace que la situación empeore a medida que la presencia policial es más diaria, intensa y el marcaje es más férreo.

Con una economía subterránea en gran medida por la labor del narcotráfico, el hecho de que las Fuerzas de Seguridad del Estado, con su presencia, impidan el movimiento de la mercancía, o de los contactos ilícitos para este negocio, u otros de similar naturaleza, daña los muchos o pocos ingresos que se genera entre un buen número de familias residentes en el barrio. Así que tanto el ‘empleo directo’ como el ‘indirecto’ que se genera con las actividades ilícitas, entran en disputa frontal contra los agentes de las Fuerzas y Cuerpos del Seguridad que se desplegan por la zona.

Las estrategias suelen funcionar. Son decenas bien organizados, contra quizá 8 ó 10 policías que logran juntarse para responder a alguna acción puntual. El terreno, por sus elementos constructivos, siempre es una ventaja y los ‘malos’ lo saben. Sobre todo porque mientras que ellos emplean todo tipo de artes, los agentes deben actuar dentro del margen de la Ley, lo que supone para los que actúan fuera de ella una tremenda ventaja.

Frente a las escaramuzas y las acciones de emboscadas, los vecinos callan, no han visto o no han oído, pero después hay que aguantar lamentos exigiendo derechos sin que el deber de buen ciudadano salga a relucir en ningún momento.
 


Avisan con silbatos de la llegada de la Policía

Ante la presencia diaria y permanente de la Policía, los actores dependientes de los ‘señores’ de la droga y de lo ilícito en el barrio, es decir, los miembros de las distintas bandas, actúan organizadas. Incluso unidas frente a la presencia de la Policía. Los agentes se enfrentan a diario a un territorio hostil donde la Policía es el enemigo. Las patrullas de los vehículos uniformados. Fundamentalmente los furgones de la UPR son constantes calle arriba, calle abajo por norte, sur este y oeste del barrio. La llegada de estos vehículos se percibe claramente y son muchos los vecinos que sirven de centinelas las 24 horas en zonas estratégicas. De tal modo, que ante la visión de un vehículo policial, el sonido de un silbato sirve de aviso de la llegada de la Policía Nacional. EL PUEBLO ha sido testigo de cómo se orquesta semejante situación en un barrio donde muchos quieren seguir protegiendo lo ilegal.
 


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