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					LUNES 17.  
					 
					Paco López es propietario de la peluquería Logar. En 
					ella he estado yo cortándome el pelo cuando lo tenía, cuando 
					lo iba perdiendo y cuando me quedaban cuatro pelusillas. Es 
					decir, casi tres décadas. Con Paco me lo he pasado siempre 
					muy bien. Ya que nunca me ha molestado que mientras me 
					arreglara la cabellera o lo que me iba quedando de ella, me 
					contase historias bien distintas. Enfrascarme en una 
					conversación con PL era lo habitual cuando lo visitaba cada 
					quince días. Hace dos meses, más o menos, dejé de visitarlo. 
					Y, claro, Paco no ha tenido el menor inconveniente en 
					llamarme por teléfono pronto en la mañana. Y lo primero que 
					ha hecho es preguntarme por mi salud. Y le he respondido que 
					estupenda. Aunque en consonancia con mi edad. Luego, me ha 
					celebrado mi vuelta al oasis y a estas páginas, aduciendo 
					que para mí escribir es tan necesario como el comer. Más o 
					menos, que lo necesito como el respirar. Pues no, amigo 
					Paco, tampoco se trata de eso. Máxime cuando quien escribe 
					se permite hacer declaraciones que pocas personas se pueden 
					permitir porque pondrían en peligro sus ingresos o su 
					prestigio si lo tienen. En fin, que sí que he vuelto a 
					escribir de la misma manera que cualquier día me presento 
					otra vez en tu peluquería pidiéndote que mi cabeza sea 
					tratada con tu maestría acostumbrada. O sea. 
					 
					Martes. 18 
					 
					Hora del aperitivo. Se habla de todo un poco entre quienes 
					todavía solemos reunirnos uno o dos días a la semana. Y en 
					vista de que lo ocurrido en la sesión plenaria de ayer está 
					aún reciente, uno de los presentes me pregunta la causa por 
					la cual hace ya mucho tiempo que dejé de asistir a los 
					plenos para sacarle punta a lo que allí se dice. Mi 
					respuesta no se hizo esperar: en principio, porque los 
					plenos son tan largos como soporíferos, desde hace ya un 
					mundo. Luego, porque yo no tengo la menor obligación de 
					acudir a esas reuniones de debates. Pues día llegará, dice 
					otro de los contertulios, en que por no estar presente en el 
					salón municipal te pierdas la orden dada por Juan Vivas 
					a los agentes de la Policía Local para que inviten a Juan 
					Luis Aróstegui a desalojar la sala. Vuelvo a intervenir 
					para decir que no creo que eso vaya a suceder. Por más que 
					quien más manda en ‘Caballas’ esté provocando al presidente 
					de la Ciudad para que éste, en un momento de arrebato, caiga 
					en la trampa y volvamos a presenciar espectáculos como los 
					que se daban otrora. No olvidemos que lo que trata Aróstegui 
					es que en el escenario se represente una trifulca que genere 
					una noticia a escala nacional. Noticia que si siempre es 
					desagradable en todos los aspectos, y sé de lo que hablo por 
					haberla vivido en otra época no tan lejana, en estos 
					momentos sería además un motivo excelente para usarlo como 
					arma arrojadiza contra el PP cuando la campaña electoral 
					está a la vuelta de la esquina. De cualquier manera, hay 
					otros medios con los que el presidente de la Ciudad puede 
					evitar el mal comportamiento del Fulano que ha conseguido 
					someter a Mohamed Alí a sus dictados. Un Alí que ha 
					quedado solamente para permanecer, como tonto útil, a las 
					órdenes de quien no cesa de decir que es el más inteligente 
					de Ceuta: Aróstegui. Sí, hombre, el asesor de empresarios 
					ricos en una época en la cual había sindicalistas que 
					rompían las lunas de los comercios, obstruían las cerraduras 
					de las puertas con silicona, amenazaban a sus propietarios y 
					hasta le adornaban la fachada del inmueble con pintadas 
					abominables. Doble personalidad, sin duda alguna, la de este 
					insigne (!) sindicalista. 
					 
					Miércoles. 19  
					 
					A Samira Mohamed la conozco yo desde que era una 
					niña. En realidad, me precio de conocer a toda su familia. 
					Con su padre siempre he mantenido unas magníficas 
					relaciones. Y así se lo celebrado a ella cada vez que se ha 
					encartado. Ya que a Samira la suelo ver frecuentemente en el 
					Hotel Tryp. Porque trabaja en la recepción y donde se 
					distingue por su profesionalidad, discreción y la afabilidad 
					que el trato con los clientes aconseja. Hoy he sabido que ha 
					sido elegida candidata al Senado. Samira milita en la Unión 
					Popular y Democrática de Ceuta. Y he leído las palabras 
					elogiosas que le ha dedicado Jacob Hachuel, candidato 
					al Congreso por el mismo partido. Ambos serán los encargados 
					de convencer a los ciudadanos para que les voten. De modo 
					que saldrán a la calle dispuestos a hacer una campaña en la 
					cual imperará la sencillez y el deseo de que la gente no 
					dude en contarles sus inquietudes. Manifiestan que lo harán 
					sentados a una mesa allá donde vayan decidiendo instalarse. 
					Me gusta la idea.  
					 
					Jueves. 20 
					 
					Cinco y media de la tarde. Hago antesala en la consulta de 
					un médico. No sin antes haber preguntado lo que se suele 
					preguntar en estos casos: ¿quién es el último?... Reina el 
					clásico silencio en la sala de estar. Se habla poco y se 
					hace bisbiseando y con las miradas perdidas. Menos mal que 
					de cuando en cuando un niño se hace notar y cambia la faz de 
					los allí presentes de manera momentánea. Es uno de los pocos 
					sitios en el cual los españoles conseguimos mantener la boca 
					cerrada durante tanto tiempo. De pronto, llega un matrimonio 
					conocido y, nada más verme, él se sienta a mi vera y me da 
					palique. Y, al cabo de unos minutos, me dice que si no me 
					había enterado de lo suyo. Y le dije que no. Y él se puso a 
					contarme que había sufrido un infarto. Del cual había salido 
					mejor librado de lo previsto. Y que a fuerza de repetirse 
					que su expectativa de vida es, por lógica, nueve años más 
					corta que la de su mujer, había decidido dejar de beber, de 
					fumar, de comer demasiado y, por supuesto, estaba dispuesto 
					a dejar la vida sedentaria. Y no tuvo el menor inconveniente 
					en celebrarme que se había comprado un chándal para empezar 
					a caminar cuanto antes por la carretera nueva. “Hay que 
					cuidarse, Manolo, porque los hombres somos muy 
					frágiles”. Naturalmente que sí, le respondí. Y, a renglón 
					seguido, fue y me preguntó por mi edad. Cuando le dije el 
					taco de años que tengo, más o menos veinte más que él, lo 
					primero que se le ocurrió al hombre es recomendarme un 
					régimen draconiano. Nada de grasa, nada de alcohol excepto 
					un vasito de vino tinto con el queso. Y bla, bla, bla… Y 
					aunque al principio te sientas deprimido, no cometas la 
					torpeza de desviarte de ese camino tan saludable. Cuando mi 
					conocido me dejó decir algo, a mí solo se me ocurrió lo 
					siguiente: Mira, Fulano, la idea de que tengo que privarme 
					de todo lo que me has dicho a mi edad para tener una 
					oportunidad de envejecer vivo me parece absurda. Así que con 
					todos mis respetos, te diré que prefiero cascar en seguida 
					que vivir como un asceta. Luego, una vez abandonada la 
					consulta, me arrepentí de haber respondido de manera tan 
					infantil. 
					 
					Viernes. 21 
					 
					Me llama BA. A quien conocí hace algunos años en 
					Ceuta. Cenamos con unos amigos y, desde entonces, me 
					telefonea cuando lo cree preciso para contarme cuestiones 
					relacionadas con su vida. BA se divorció hace tres años. Y 
					la última vez que nos vimos en Algeciras, que fue el verano 
					pasado, me puso al tanto de que estaba viviendo una bonita 
					historia con una mujer de veinte y pocos años y que la 
					relación tenía todas las trazas de terminar en boda. BA es 
					emprendedor y sabe ganar dinero. Pero, además, es un buen 
					conversador y tiene don de gentes. De su pareja me decía que 
					estaba decepcionada de los hombres de su edad y que a él no 
					sólo lo quería sino que lo veía como una figura paternal. 
					Quiso saber mi opinión y yo le respondí que en cuestiones de 
					cama yo carezco de parecer. BA me ha llamado hoy para 
					decirme que se ha vuelto a casar. Pero no con la veinteañera. 
					La agraciada ha sido una viuda que ha cumplido los mismos 
					años que él: 53. Y que además es abuela. Cuando le pregunté 
					qué era lo que había motivado semejante elección, BA, tras 
					suspirar hondamente, me dijo lo siguiente: “Mira, Manolo, 
					dicen que el amor es ciego. Pero en mi caso tenía los ojos 
					bien abiertos. Cuando al despertar me miraba al espejo no 
					acababa de verme casado con una mujer veinte años más joven 
					que yo: habría tenido demasiado miedo de su mirada, 
					demasiada conciencia de mis arrugas y de mis fallos. Y es 
					que, tío, se puede presumir una vez por semana con una 
					amante muy joven, pero no cada día con una esposa demasiado 
					joven”. Mi amigo, BA, sabe lo que no hay en los escritos.
					 
					 
					Sábado. 22 
					 
					La gente está harta, muy harta, de tanta demagogia. Causa 
					vergüenza ajena ver a los políticos tratando de halagar 
					interesadamente a las masas cuando les conviene a sus 
					intereses. Resulta decadente comprobar de qué manera se 
					acercan a los niños, cuando están en campaña, con el fin de 
					hacerles cuatro carantoñas que hagan babear a sus padres. 
					Siendo éstos tan culpables como los políticos en lo que no 
					deja de ser una simulación. Un puro paripé. Yo recuerdo lo 
					bien que me cayó Kennedy cuando se dijo de él que 
					odiaba esa escena. Diciendo, más o menos, en campaña alejen 
					a los niños de mí. Y encima, en esta España nuestra, la 
					agresividad pueril de las campañas electorales dura todo el 
					año. Aquí el Parlamento es un lugar de broncas. Aquí no hay 
					maneras, no hay humor, no hay finura, sólo un tedioso y 
					permanente griterío. Me acabo de acordar de Antonio Rallo. 
					Al que tantas veces le oí decir lo que he escrito. Y además, 
					cuando aún no ha principiado oficialmente la caza del voto, 
					los de ‘Caballas’ han decidido echarle los perros a 
					Francisco Márquez. A fin de meterle las cabras en el 
					corral. De amedrentarle, vamos. Si bien es cierto que 
					Márquez debería recapacitar sobre si le es tan necesario 
					ocupar tantos cargos. 
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