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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 26 DE OCTUBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

En corto y por derecho
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He estado cierto tiempo sin escribir. Y aún se me sigue preguntando las causas por las que un día desaparecí de este espacio. Al paso que vas, me dice un adicto a esta columna, terminarás convirtiéndote en un perpetuo Guadiana.

Es martes cuando voy recogiendo pareceres de quienes me leen para pedirme trofeos o bien para acordarse de todos mis parientes vivos o muertos. En realidad, uno se ha hecho ya a la idea de que escribir una columna diaria es tan peligroso cual estimulante. Puesto que una verdadera columna sólo está compuesta de letra impresa y mala leche. Así lo pensaba Umbral.

Escribir es llorar. Lo dijo Larra y eso va a misa. Lo que no dijo Larra es que si escribir es llorar hacerlo en una ciudad pequeña es jugarse el físico o hacer oposiciones para mantener una dieta contraproducente por falta de medios para poder pagar la cuenta en la tienda de comestibles de la esquina del barrio.

Llevo ya veintitantos años escribiendo en periódicos y nunca me lo he llevado calentito por opinar a favor de quienes estaban gobernando en esos momentos. Aun así, he sido sometido a ordalías y los ha habido que han intentado ponerme la cara de forma que me viera precisado acudir a la consulta del doctor Cavadas. Confieso que tuve suerte de salir ileso en trances tan delicados.

He puesto mi lealtad al servicio del medio en el cual vengo colaborando desde hace siete años. De la misma manera que lo hice en otro durante más de una década. Y lo hecho contra viento y marea. Sin preocuparme de si tenía o no un burladero a mano para taparme de arremetidas peligrosas. La lealtad es decir siempre lo que sientes y estar dispuesto a dejar tu puesto si lo que dices no gusta (Sabino Fernández Campos). Y a fe que nunca dudé de afrontar ese reto. Ni lo voy a seguir dudando. Dado que con esa actitud me siento reconfortado en ocasiones. Verbigracia.

Hoy martes, cuando escribo, debo decir que a esa hora vaga de mediodía, cuando iba paseando por la plaza de Colón, Antonio García Gaona ha llamado mi atención con el fin de saludarme y poder charlar conmigo unos minutos. García Gaona, por si alguien no lo sabe todavía, es el presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta. Y alguien a quien yo he criticado acerbamente, muchas veces. Muchísimas.

Pues bien, a pesar de ello, AGG nunca tuvo un gesto desabrido hacia mí. Nunca obtuve de él una mala respuesta ni, por supuesto, jamás se dejó llevar por la iracundia. Todo lo contrario. Siempre trató de rebatir mis acusaciones con sus argumentos y poniendo en el empeño un muestrario de buena educación. Con lo cual, y conviene decirlo cuanto antes, me iba convenciendo de que estaba ante un dirigente con aptitudes sobradas para desempeñar un cargo tan importante como es ser presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta.

Por lo tanto, a mí no me duelen prendas airear el saber estar de García Gaona. Por más que uno siga pensando que debió en su momento hacer publica las cuentas de la Federación de Fútbol de Ceuta. Aunque no dejo de comprender que en esta ciudad, donde todos conocemos, la vida no va bien sin grandes dosis de olvido. Ya que un acto supremo de la inteligencia es mirar hacia delante y hacia arriba.
 

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