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                     No hemos entrado, de lleno, en la 
					campaña electoral, para las elecciones del 20-N, pero 
					aunque, oficialmente, sea así, de hecho la campaña ha 
					empezado hace muchos meses y, a partir de ahora, lo que 
					queda son los remates a todo lo que se ha dicho y no se ha 
					podido hacer, aún. 
					 
					Lo sorprendente, y parece que en esto no entra nadie, es que 
					la mayor parte de los que se presentan no saben distinguir 
					lo que son unas elecciones generales de lo que son unas 
					municipales y eso lo veíamos hace muy pocos días en una 
					entrevista a alguien que quiere ser parlamentario y puede 
					que lo sea, no con mi voto, por supuesto, el cual iba 
					poniendo una serie de parches en sus respuestas que parecían 
					los más apropiados para un aspirante a concejal, de aquellos 
					que tienen posibilidades de sentarse al lado del alcalde. 
					 
					Otro tanto veo en las manifestaciones de la dama que desde 
					el PSOE quieren izar a los altares del Congreso de los 
					Diputados, y que habla, sigue hablando, y parece que no 
					sabe, o no se ha enterado, que el programa que ella, como 
					todos los demás aspirantes de su partido, debe promover es 
					el del partido y no uno hecho para cualquier barriada de 
					Ceuta o para “el barrio de arriba” de mi pueblo. 
					 
					Está claro que en los partidos, en todos, desde las altas 
					esferas, especialmente, no se preocupan de que aquellos que 
					van a llegar al Parlamento tengan una formación a tono con 
					el “empleo” que van a tener, cuando menos, para los próximos 
					cuatro años. 
					 
					En los partidos se propugna, por encima de todo, llevar 
					personas dóciles, que no se equivoquen a la hora de apretar 
					el botón, que no levanten nunca la voz y a otra cosa. 
					 
					Es lo que hay y es lo que se vislumbra en cualquiera de los 
					partidos con la mayoría de los aspirantes a parlamentarios, 
					con lo que son pocos los que se dejan ver la oreja, por su 
					cuenta. Y tiene su explicación, por cuanto una persona bien 
					formada, que conozca lo que es y como funciona un 
					Parlamento, no dejaría que “la elite dominante” hiciera 
					muchas de las cosas que, a lo largo de la legislatura, en 
					los que gobiernan y en la oposición, suelen hacer. 
					 
					María del Carmen Ruiz, por aquello de que, salvo un milagro 
					de todos los dioses juntos de las cuatro culturas de Ceuta, 
					no va a llegar al Congreso, se puede permitir eso de hablar, 
					hablar y no decir nada, como es el caso cuando hablando 
					sobre el futuro diputado del PP, Paco Márquez, dice:” El 
					discurso de Márquez es falaz y totalmente falso”. ¿Qué 
					discurso, jovencita? ¿Y el tuyo cómo es?. 
					 
					Ni el de uno, ni el de la otra pasará de ser papel mojado y 
					lo que diga Márquez en Ceuta o lo que diga María del Carmen 
					Ruiz, también en Ceuta, tiene menos valor que lo que dicen 
					“los pobres en los pajares”. 
					 
					Lo que diga Márquez en Ceuta vendrá dictado por lo que haya 
					marcado Génova, en Madrid y lo que diga, si dice algo, la 
					aspirante, María del Carmen Ruiz, vendrá consignado por lo 
					que, desde Madrid se haya acordado. 
					 
					Uno y otro lo podrán adornar, no me lo creo mucho, de alguna 
					forma, pero lo único que ponen o pueden poner ellos es “el 
					envoltorio”, ya que el “pastel” se ha condimentado fuera, 
					todo se lo han dado, en ese caso, hecho y dicho. 
					 
					Y esto es lo que nos espera, durante tres semanas, un 
					constante tostón para no cumplir ni la décima parte de lo 
					que prometan, los de fuera y los de casa. 
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