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					Negligente es el término más suave que puede aplicarse al 
					Gobierno del señor Vivas en relación con la nueva carretera 
					de Loma Colmenar desde que la promotora de su construcción, 
					la sociedad estatal del suelo, SEPES, la entregara a la 
					Administración local, hace ya tres meses. Para empezar, la 
					tardanza en su apertura al tráfico resulta inexplicable 
					cuando se trata de un vial que se entregó con todo lo 
					necesario para su puesta en servicio, desde las farolas, 
					bancos y papeleras a la jardinería, pasando por las marcas 
					viales y señales verticales, todo. Pero es que a esta 
					tardanza en la puesta en servicio de una infraestructura 
					importantísima y en la que se han invertido millones de 
					euros de los contribuyentes, se ha sumado ahora el 
					despropósito de que haya vehículos que circulan ya, a su 
					libre albedrío, por una carretera que no se ha abierto al 
					tráfico. 
					 
					Un paseo por la zona resulta muy ilustrativo respecto a ese 
					tipo de situaciones que cualquier ciudadano de a pie diría 
					que “sólo pasan en el tercer mundo”. La España cañí, la de 
					que “alguien” haya quitado las vallas y otros elementos de 
					protección que impedían el tránsito por una carretera 
					cerrada, existe en Ceuta, y muy bien representada. La España 
					de la pandereta, la de una vecina despistada que asegura que 
					se ha puesto a circular con su vehículo por esta carretera 
					oficialmente cerrada al tráfico porque ha “leído”, en un 
					periódico que no es este, que estaba abierta. La España cañí 
					es la de un Gobierno que permite que “alguien” abra al 
					tráfico por su cuenta y riesgo una carretera que aún no 
					puede ser utilizada porque no se han cumplido todos los 
					trámites y requisitos legales para ello. ¿Y si ocurriera un 
					accidente? Fácil es que cualquier percance se produzca de 
					hecho en una carretera por la que circulan coches que pasan 
					junto a señales de prohibido el paso que están tiradas en el 
					suelo y que no se ha limpiado de las avalanchas de tierra 
					producidas por las últimas lluvias porque, evidentemente, 
					los servicios que deberían encargarse de ello no tienen 
					notificación de que la carretera esté abierta.  
					 
					¿No suena a chiste que de las tres vías de acceso a esta 
					carretera sólo una esté cerrada y sea un punto en el que la 
					Guardia Civil tiene montado un control permanente? Como nada 
					está señalizado, quienes lleguen hasta el Quemadero desde la 
					Almadraba o desde el Hospital por este vial “fantasma” han 
					de darse media vuelta en el acceso al Príncipe y Los Rosales 
					porque “alguien” ha abierto, supuestamente por su cuenta y 
					sin permiso de las autoridades sólo un trocito del vial, 
					¿quizá el que le hacía falta para ir a su casa? Todo 
					parecería una broma si no fuera porque afecta a seguridad 
					vial, a la seguridad de los ciudadanos que desconocen que 
					circulan por una carretera en la que ni patrulla la Policía 
					Local, ni hay servicio de mantenimiento ni siquiera 
					alumbrado público porque “alguien”, alguien en este caso de 
					la Ciudad Autónoma, ha permitido que se circule cuando aún 
					no es legal ni seguro hacerlo. 
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