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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE OCTUBRE DE 2011

 

OPINIÓN / SNIPER

África del norte: la revancha de los islamistas
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Del Makrech más cercano (Egipto) al Magreb más alejado (Marruecos) pasando por la insumisión egipcia, el sangriento ajuste de cuentas libio, la victoria electoral en Túnez, los interrogantes argelinos y el devenir inmediato de Marruecos, en todo el norte de África el islamismo político de un signo u otro no deja de tomar posiciones asaltando, con la legalidad en mano o a las bravas, los reductos del poder. Superadas otras opciones políticas a izquierda y derecha y caídos los regímenes tradicionales (se salvan por el momento los generales argelinos y el Makhzén marroquí), el paradigma de los nuevos tiempos es el ascenso de la alternativa islamista. También se dan vectores de geoconfluencia mientras que los signos de los tiempos son propicios, como adelanta el diario casablanqués “Le Soir” en su edición de éste fin de semana y de quien tomo prestado el titular: “Retrouvant une liberté de mouvement et de parole, les islamistes ont, plus que jamaís, le vent en poupe”. Por más que algunos, tanto en el Magreb como en Europa, se tiren de los pelos y clamen en contra como es el caso en España del analista Vázquez Rial en un conocido periódico electrónico, LD, debemos de asumir que no es de recibo alentar (en este caso al islamismo) al juego político para, a continuación, advertir que nunca se les va a dejar ganar. Es cierto que cada país es un caso en sí mismo: en Egipto, los radicales Hermanos Musulmanes se emboscan mostrando sus cartas parcialmente y de forma interpuesta; en la nueva Libia, el Consejo Nacional de Transición (CNT) está trufado de extremistas procedentes del islamismo más duro oportunamente reconvertidos, sin convencer a nadie. Pero en Túnez y Marruecos, los movimientos de Ennahda (Renacimiento) y el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), abiertamente islamistas, ya han dado pruebas sobre todo los segundos de comprometerse con la legislación vigente mientras que sus líderes respectivos, Rachid Ghannushi y Abdelilah Benkirán, han dejado estos días claro que ni por asomo cruzarán ciertas líneas rojas. Además, tanto en la sociedad civil tunecina como en la marroquí subyacen importantes sectores de población que, ni por asomo, piensan renunciar a sus libertades ni tampoco permitir la instauración de la sharía o ley islámica. Eso está claro.

Si en diciembre de 1991 el gobierno argelino armado de una buena dosis de prudencia y, con reveladores datos en la mano, juzgó oportuno cancelar en la primera ronda las elecciones que sin duda iban a dar la victoria al inquietante Frente Islámico de Salvación (FIS), formación decididamente extremista y que tan solo contaba con su acceso al poder mediante las urnas para dar un golpe de Estado “desde arriba” e instaurar un régimen islamista radical al amparo de la sharía (por cierto que en 1994 y 1995 el FIS contaba con una célula en Ceuta), hoy día ni Ennahda en Túnez ni los islamistas parlamentarios marroquíes del PJD guardan relación alguna, doctrinal o táctica, con el antiguo FIS argelino, además de que ni Túnez ni Marruecos son ni mucho menos la Argelia de la década de los noventa. Así pues, ¿a qué demonizar la reciente victoria electoral de Ennahda o el eventual triunfo del PJD en las próximas elecciones marroquíes del 25 de noviembre…?.

La clave de bóveda son las reglas del juego y, mientras éstas se acepten, es lo que hay. Insisto: no es de recibo alentar (en este caso al islamismo) al juego político para, a continuación, advertir que nunca se les va a dejar ganar. Ello traería consigo frustración y violencia, dándole alas al yihadismo terrorista y laminando ese islamismo político que es, de hecho, el mejor cortafuegos contra el mismo. Centremos la diana: la amenaza real es el terrorismo yihadista de matriz radical salafista, anclado ideológicamente por cierto en la versión más casposa del wahabismo hambalí. Visto.
 

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