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                     En las aulas se producen 
					situaciones de “enamoramiento” entre chicos y chicas que, 
					posiblemente sean el inicio de una relación formal que 
					terminará en boda. 
					 
					He seleccionado algunas de estas situaciones, relatadas, al 
					menos, por uno de los protagonistas. 
					 
					Fiel reflejo de lo que acontece en el aula o en el Centro se 
					recoge en el interior de las cubiertas de los libros de 
					texto, donde se manifiestan con bellas composiciones 
					poéticas o dibujos de corazones con iniciales, los 
					sentimientos de los jovencísimos enamorados. 
					 
					A Jesús le surgió el amor, el que él consideró el primero, 
					en el Colegio. Él estudiaba 7º de EGB, en el Colegio Juan 
					Morejón. La chica, era alumna de otro nivel superior, 8º, 
					por lo que solamente se podían ver en el recreo, y a las 
					entradas y salidas del Colegio, aunque, como vecinos del 
					mismo barrio, también aprovechaban algunos momentos para 
					verse. 
					 
					Confiesa Jesús que “estábamos muy enamorados”. Se 
					intercambiaban unos corazoncitos, como regalos. 
					 
					“Deseábamos que llegara la hora del recreo para vernos 
					aunque no pasábamos desapercibidos a los ojos de nuestros 
					compañeros, que aceptaban cariñosamente nuestra relación”. 
					 
					“Pero aquello fue muy breve, ya que ella finalizaba unos 
					años antes que yo, quedándome ‘compuesto y sin novia’. Fue, 
					pues, un amor pasajero. Hoy después de tantos años, seguimos 
					conservando nuestra amistad, con el sano recuerdo de una 
					etapa que, para los dos, fue muy bonita.” 
					 
					Manolo tuvo un conflicto con un gran amigo, José Manuel, 
					ambos pertenecientes al mismo nivel, en el mismo centro, 
					“Maestro Juan Morejón”. 
					 
					Cuenta Manolo que su conflicto con su gran amigo y 
					compañero, fue por un “lío de faldas”. Ambos tuvieron la 
					mala suerte de enamorarse de la misma chica, también 
					compañera de aula. 
					 
					“Y jugábamos ‘al ratón y al gato’, cada uno buscando la 
					oportunidad de estar junto a ella. Pero, lo lamentable para 
					mí fue que a la chica le gustaba estar con los dos, sin 
					tomar una decisión de cuál sería el elegido”. 
					 
					“Una disputa absurda, sin ganador ni vencido, ya que, al 
					final, los dos nos quedamos sin ella, consiguiendo ambos 
					alejarla de nuestra proximidad, salvo en el aula, que no 
					teníamos más remedio que ‘soportarla’, ya que en el recreo 
					se mostraba huidiza”. 
					 
					“Pero la sangre no llegó al río y José Manuel y yo quedamos 
					como grandes amigos y compañeros”. 
					 
					Bárbara y Manuel: “Lo nuestro empezó cuando Manuel y yo 
					coincidimos en el ‘Convoy’. Además, ambos coincidimos 
					también formando parte del ‘Batallón Infantil del Hogar de 
					Nuestra Sra. de África’, yo como majorette y él como tambor. 
					Nuestras miradas, nuestros corazones, respiraban amor, que 
					con el transcurso del tiempo se fue diluyendo, ya que 
					emprendimos caminos distintos. Transcurridos muchos años, 
					más de veinte, nuestras vidas, después de matrimonios 
					deshechos por ambas partes, se volvieron a unir. ¡Algo 
					maravilloso! Un auténtico episodio de amor recuperado”. 
					 
					Sonia: “Yo en el plano sentimental fui muy precoz. Con 
					apenas catorce años, el amor llamó a mi puerta. Un chico de 
					mi barrio, con el que había coincidido en el mismo Colegio, 
					pero no en el mismo aula. Él tenía unos añitos más que yo y 
					fue el elegido de mi corazón. Como no nos veíamos, lo que 
					necesitaba el fortalecimiento de nuestra juvenil relación, 
					nos ‘carteábamos’. Precisamente hacía las veces de 
					‘cartero’, un hermano, José María, que, formaba parte del 
					mismo nivel educativo que yo, compartiendo aula. Hoy esas 
					cartas son testigos de esa bonita relación, cuando después 
					de algo más de diez años de relaciones, felizmente terminó 
					en boda”. 
					 
					Adolfo y Milagros. Cuenta Adolfo: “Yo tuve la suerte de 
					realizar mi escolarización en el ‘Convoy’. El ambiente que 
					yo viví fue fenomenal, muy bueno. Se respetaba y te 
					respetaban. Todo distinto a lo que ocurre en la actualidad. 
					Yo, en esos momentos, irradiaba felicidad, porque a 
					Milagros, compañera de Colegio, daba la impresión de que yo 
					le gustaba; pero yo me escondía, debido a mi timidez. No 
					hubo, pues, una auténtica declaración de amor, quizás por 
					culpa de la dichosa cortedad”. 
					 
					“Ni siquiera la intervención de una amiga común, conocedora 
					de nuestra situación, sirvió para animarme y dar el paso 
					decisivo. 
					 
					El caso era que Milagros ocupaba todos los momentos de mi 
					vida. ¡No sé qué hubiese sido de mí, de no haberla tenido en 
					cuenta!” 
					 
					Me recuerda Manuel, un antiguo alumno de mi etapa en Barbate, 
					un caso al que ha definido como el “misterio de la goma de 
					borrar”. Se trataba de un curso mixto, que por primera vez 
					se producía con la antigua Ley de Enseñanza Primaria. 
					 
					Refiere Manuel que “el maestro realizaba en clases un 
					dictado, y paseando por uno de los pasillos se tropezó con 
					una goma de borrar, en principio no reclamada por nadie. No 
					se trataba de una goma cualquiera: tenía en el centro 
					dibujado un corazón con dos iniciales”. El propietario no 
					quiso salir, y Manuel depositó la goma encima de la mesa del 
					maestro, permaneciendo allí durante el resto del curso. 
					 
					“Enseguida se pensó que las iniciales pertenecieran a dos 
					alumnos de la clase, un chico y una chica. Se hizo todo tipo 
					de combinaciones y el resultado fue negativo. Lo cierto fue 
					que se consideró como el gran misterio del curso”. Fue, 
					termina Manuel, “nuestra mascota”. 
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