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cultura - LUNES, 31 DE OCTUBRE DE 2011


Mohamed Lahchirri. reduan.

ENTREVISTA / Mohamed lahchiri
 

El escritor que soñó con
un cine en el Príncipe

Mohamed Lahchiri acaba de publicar en
Casablanca el cuarto volumen de sus libros de relatos; los recuerdos de su niñez en Ceuta y temas como la educación o el sexo protagonizan las principales historias
 

CEUTA
Patricia Gardeu

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Yo soñaba con ser escritor, pero escribiendo en árabe”. Mohamed Lahchiri (Ceuta, 1950) acaba de publicar en Casablanca ‘Un cine en el Príncipe Alfonso’, su cuarto volumen –los otros tres son ‘Pedacitos entrañables’ (1994), ‘Cuentos ceutíes’ (2004) y ‘Una tumbita en Sidi Embarek y otros cuentos ceutíes’ (2006)– de relatos escritos en español, y que puede adquirirse en la librería ‘Krispi’, en el lateral del mercado central. Historias en las que describe recuerdos y ficciona experiencias vividas en su infancia por las calles de Tánger, Chaoüen, Rabat... y Ceuta. “De la huerta que tenía en su casa mi abuelo, que era un soldado Regular, y que estaba debajo de donde ahora está el Hospital Universitario”, apunta el escritor, quien explica que en este libro “hay mucho de autobiográfico”. “Yo no podría escribir sobre lo que no conozco, la realidad nos da suficiente como para suplir la imaginación”, añade.

Por ello, Lahchiri recrea en sus relatos los sueños de aquellos niños que vivieron en la década de los sesenta. Por ejemplo, las ilusiones que despertaban las películas de Hollywood. El cine que soñaron para la barriada del Príncipe Alfonso, y que, según apunta, nunca tuvieron. “Éramos niños, jugábamos y convivíamos todos: musulmanes, gitanos y payos. Nunca tuvimos un cine, ni siquiera de verano, pero la plaza se convertía en una especie de Plaza ‘Djemaa el Fna’, la de Marrakech, y la gente contaba cuentos en ella. Vivíamos en chabolas, no teníamos aseos, pero la convivencia era buenísima. Ahora la gente se ha liberado de aquello y viven en casas de ladrillo, pero hay un caos de construcción tremendo”, explica.

Aunque se crió en el Príncipe, donde sus padres continúan viviendo, estudió, primero en su barriada y después en Hadú, en base a los planes de estudio del Ministerio de Educación de Marruecos, y terminó trasladando su residencia al país vecino. Es en Marruecos, en Casablanca, donde ha trabajado durante cuarenta años como profesor de árabe, una experiencia que se ve reflejada en sus relatos, puesto que la educación es uno de los temas centrales de su obra. “Otro asunto que aparece con frecuencia en el libro es el del sexo –explica el autor– porque éramos unos chicos que nunca teníamos novia ni le dábamos un beso a una chica hasta que teníamos veinte años, y en aquello éramos igual los musulmanes que los cristianos”.

Un “cuentista”

Sus inicios literarios fueron los cuentos, un género que le gusta especialmente aunque considera que no está lo suficientemente valorado. En aquellos años, escribía cuentos que le publicaban en diarios de Casablanca y en los que Ceuta era siempre el escenario de referencia. Hasta que un día sus amigos le dijeron que había “muchos cuentistas”. Fue entonces cuando se centró en la traducción del español al árabe de diversas obras. En aquellos años comenzó también a colaborar en la revista, la cual fue censurada por el Gobierno marroquí. “Publicábamos cosas de calidad, hasta que una revista se hizo eco de la importancia de nuestras revistas para la vida cultural de Marruecos y entonces el Gobierno las cerró”. “Ahora hay censura, pero llevando a la gente al Juzgado; es otra manera, ahora en la calle se puede hablar sin problema”, concluye.
 

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