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OPINIÓN - FECHA DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Debate intrascendente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Se anuncia a bombo y platillo que el próximo día cuatro comienza la campaña electoral correspondiente a las elecciones generales del 20-N. Y apenas se le presta atención al debate televisado entre Rubalcaba y Rajoy, tres días más tarde.

Dicen los expertos en el asunto que el desinterés radica en que la gente ha asumido ya que el PP ganará las elecciones por goleada. Y si a eso le sumamos que los candidatos no destacan por ser guapos y seductores, mucho me temo que los índices de audiencia sean cicateros.

Tampoco los debates entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy fueron nada del otro mundo. Si bien las cámaras, la verdad sea dicha, no dudaron en ponerse de parte del candidato socialista. Y es que las cámaras, tan femeninas ellas, pierden los papeles ante los encantos personales.

Hablando de debates, a mí se me viene a la mente el celebrado entre Felipe González y José María Aznar. Corría el año de 1993 y la cifra de parados en España estaba en 3.545.950 parados. Pocos años antes, todo el mundo afirmaba que el umbral de un millón y medio de parados sería intolerable. Pues bien, habíamos sobrepasado con creces esa cifra y sin embargo las manifestaciones en la calle, tras la celebración de los fastos de aquellos tiempos, (Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla), se quedaron en nada y menos.

De aquel enfrentamiento verbal entre González y Aznar, en TVE, una cosa quedó clara: la hegemonía del PSOE, desde 1982, se truncó. Y la figura de Aznar creció considerablemente. Puesto que fue capaz de poner entre las cuerdas a un político que tenía encantados a los españoles desde que salió por primera vez en la entonces llamada pequeña pantalla.

Es cierto que las elecciones las acabó ganando González. De quien se dijo que acertó al quedarse en el interior del edificio -sito en la avenida de Prado del Rey- a fin de seguir actuando en directo ante las cámaras, respondiendo a preguntas de los periodistas. Mientras el aspirante a la presidencia salía con celeridad a recoger los aplausos, de su posible victoria televisada, de muchísimos militantes de su partido que lo esperaban en los exteriores.

Sea lo que fuere, en aquel famoso debate cimentó José María Aznar un triunfo que iba a obtener en 1996. Pues ganó fama de ser un político a quien no le temblaría el pulso a la hora de tomar decisiones para enfrentarse a una crisis económica, tras años de euforia española por haber gozado de tasas de crecimientos espectaculares. Lo que propició que se hablara del “milagro español”.

El milagro español consistirá ahora en reducir la cifra de parados. Parados que se deben a la burbuja inmobiliaria de la época de Aznar y a la deuda griega, mayormente (algo similar con lo ocurrido cuando la crisis de 1993 con la burbuja inmobiliaria japonesa y los precios del petróleo por la Guerra del Golfo).

De modo que pocos estarán en desacuerdo conmigo si digo que cuando Mariano Rajoy se instale en La Moncloa empezará a envejecer por año cual si fueran cuatro. Ya que le espera una tarea titánica. Y en su caso, por desgracia para él, ni siquiera puede acogerse a eso que es llamado, indebidamente, carisma. Ojalá que este hombre acabe siendo santificado. Por el bien de España.
 

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