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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Crisis y Elecciones Generales

Por Ignacio Azkoitia


La tarea a la que se enfrentará el nuevo Gobierno que salga elegido de las próximas elecciones generales, a celebrar el día 20 de noviembre, parece cuando menos colosal, utilizando este término como lo haría mi querido y admirado profesor Velarde.

Y esto es así, porque tras cuatro años de grave crisis económica española y mundial, seguimos sin ver indicadores positivos que nos hicieran pensar que se están produciendo avances en la salida de la crisis, más bien al contrario, se podría pensar que la crisis se autoalimenta en un círculo vicioso del que resulta muy difícil salir.

A los factores tradicionales de esta crisis, ya conocidos por todos, como son la crisis financiera y del crédito, el crack de la construcción, el déficit público y los factores estructurales negativos de la economía española, se ha unido un elemento al menos específico de nuestro sistema que ha supuesto el frenazo, casi derrumbe, del consumo interno de las economías familiares.

Este fenómeno se ha producido por varias razones:

• El tremendo aumento del paro en España, cuyas cifras se manejan por todos, ha supuesto situarnos, según los datos de la Encuesta de Población Activa al 30 de septiembre de este año, en cinco millones de parados. La primera decisión que toma un consumidor que pasa a estar desempleado es reducir el consumo de bienes y servicios a niveles de satisfacer las necesidades más básicas eliminando todo tipo de gastos que podemos denominar suntuarios. Mucho más si la persona desempleada adquiere la condición de parado de larga duración, en cuyo caso al perder las prestaciones de desempleo, pasaría a consumir a niveles de subsistencia.

• En aquellas personas que continúan trabajando con normalidad, es cierto que su capacidad adquisitiva no ha variado respecto a la situación anterior al comienzo de la crisis. Sin embargo, hay dos factores que sí han variado, por un lado, la restricción del crédito que se ha producido, impide conseguir financiación para adquirir bienes de importe elevado; por otro lado, las expectativas negativas respecto al futuro y la incertidumbre respecto al final de la crisis, hacen que las economías familiares restrinjan el consumo de manera radical, primando el ahorro, como garantía de futuro, frente al consumo, especialmente en aquellos bienes de consumo duradero. Eso explicaría en gran parte la caída sin fin del consumo de bienes y servicios de carácter duradero, y la crisis sin fin de esos sectores de actividad, como son el sector de automoción, el sector de la vivienda, los electrodomésticos, el mobiliario, etc.

El efecto inmediato del derrumbe del consumo de las familias, ha supuesto una caída en las ventas de las empresas que no son capaces de vender lo que producen en el mercado interior español. En cualquier caso las empresas tienen otros problemas derivados de la falta de acceso al crédito que le impide en muchos casos la continuidad de sus operaciones habituales.

Frente a esta problemática de la economía española, se plantean diversas alternativas de propuestas para salir de la crisis, generalmente, provenientes de las distintas fuerzas sociales de nuestro país.

Los sindicatos piden que se incremente el gasto de las administraciones públicas, como medida de fomento de la inversión y del empleo. También piden medidas que incentiven la contratación de desempleados con apoyo de bonificaciones a la realización de esos contratos.

Los empresarios piden disminuciones de impuestos y cuotas de seguridad social. También solicitan subvenciones y bonificaciones genéricas como medidas de estímulo a la creación de empleo y la inversión. Por último, se piden a ellos mismos, la orientación de las empresas españolas al exterior, ante la atonía del mercado interior.

Los dos grandes partidos políticos nacionales, ofrecen soluciones antagónicas. El Partido Socialista, propone incrementar el gasto moderadamente y no tocar, o en alguno caso subir, algunos impuestos. El Partido Popular propone bajar algunos impuestos y sanear las cuentas públicas a base de austeridad presupuestaria, es decir, no gastar más de lo que ingresamos.

Pensar que estas demandas y propuestas pueden tener éxito en estos momentos, parece complicado y difícil. Las administraciones públicas tienen que hacer frente a sus gastos normales derivados de su propio personal y sus gastos corrientes, a los gastos en prestaciones que siguen creciendo y a los gastos en inversiones para mantener la capacidad de funcionamiento de nuestro sistema. Pero además, el sector público, se encuentra con una situación novedosa, que implica que los ingresos previstos, a la hora de aprobar el presupuesto, no se obtienen a la hora de ejecutar el Presupuesto, con lo que se sigue generando déficit presupuestario, que hay que financiar con la constante emisión de nueva deuda pública. Con esta perspectiva, no podemos pensar que el Estado pueda ofrecer más prestaciones, subvenciones, bonificaciones, transferencias, etc. al menos durante varios años.

Y la opción de las empresas españolas de salir al exterior, como vía de crecimiento ante la atonía del mercado interior, ¿es factible?, ¿es posible? La respuesta a esta pregunta va, como se suele decir, por barrios. Hay sectores de nuestra economía que llevan décadas abriéndose paso en el exterior y, de hecho, están sobrellevando mucho

mejor el impacto de la crisis, sirviendo de referentes a la economía española, así, la gran banca comercial, seguros, comunicaciones, construcción de obra civil o incluso el sector de los transportes pasean en estos tiempos difíciles la marca España por todo el mundo.. Sirva como ejemplo, la reciente adjudicación de la línea del tren de Alta Velocidad “La Meca-Medina” a un consorcio genuinamente español capitaneado por la empresa de transporte ferroviario Talgo.

Pero pensar que aquellos sectores de actividad, cuyos bienes y servicios pueden ser fabricados o prestados en los países emergentes, pueden salir al exterior, es, cuando menos, una utopía. Tenemos que reconocer cuanto antes que una gran parte de nuestro tejido productivo no es competitivo en el exterior, pues nuestra productividad es muy baja respecto a esos países.

Por tanto, habría que hacer un esfuerzo enorme para reorientar buena parte de nuestras empresas hacia actividades que o bien no puede ser deslocalizadas, o bien ya poseen una gran experiencia previa en el exterior o bien tenemos ventaja competitiva por tratarse de sectores de tecnología punta que aún no se han desarrollado en los paises emergentes. Es en estas actividades donde se puede hacer el esfuerzo de desarrollo y de exportación, pero para ello, se requiere un nivel de cualificación muy importante del factor trabajo, que no siempre tenemos debido al fracaso escolar y a la pérdida de valores de las nuevas generaciones que se van incorporando al mercado laboral, aunque es cierto que esta situación no es generalizable al total de la juventud.

Con este panorama específico de la economía española, al que hay que añadir los elementos que provienen de la crisis mundial, acentuado en Europa por la crisis del Euro derivada de los graves problemas financieros y de déficit de algunos de los países que componen la Unión Europea; cabe plantearse como vamos a conseguir en España crecimientos anuales del 3% del PIB, que según se repite como un dogma de fé, es el porcentaje necesario para crear empleo en nuestro país.

Y esta será la Colosal tarea del gobierno que salga elegido el próximo 20 de noviembre. No existen soluciones a corto plazo, siempre serán a partir del medio plazo. Serás necesarios nuevos ajustes y sacrificios y nuestro Estado del Bienestar se verá inevitablemente reducido. Será necesario volver a los valores de siempre, la cultura del esfuerzo, el trabajo, la honestidad, etc. Sin ellos, difícilmente saldremos adelante.
 

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