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					La tarea a la que se enfrentará el nuevo Gobierno que salga 
					elegido de las próximas elecciones generales, a celebrar el 
					día 20 de noviembre, parece cuando menos colosal, utilizando 
					este término como lo haría mi querido y admirado profesor 
					Velarde. 
					 
					Y esto es así, porque tras cuatro años de grave crisis 
					económica española y mundial, seguimos sin ver indicadores 
					positivos que nos hicieran pensar que se están produciendo 
					avances en la salida de la crisis, más bien al contrario, se 
					podría pensar que la crisis se autoalimenta en un círculo 
					vicioso del que resulta muy difícil salir. 
					 
					A los factores tradicionales de esta crisis, ya conocidos 
					por todos, como son la crisis financiera y del crédito, el 
					crack de la construcción, el déficit público y los factores 
					estructurales negativos de la economía española, se ha unido 
					un elemento al menos específico de nuestro sistema que ha 
					supuesto el frenazo, casi derrumbe, del consumo interno de 
					las economías familiares. 
					 
					Este fenómeno se ha producido por varias razones: 
					 
					• El tremendo aumento del paro en España, cuyas cifras se 
					manejan por todos, ha supuesto situarnos, según los datos de 
					la Encuesta de Población Activa al 30 de septiembre de este 
					año, en cinco millones de parados. La primera decisión que 
					toma un consumidor que pasa a estar desempleado es reducir 
					el consumo de bienes y servicios a niveles de satisfacer las 
					necesidades más básicas eliminando todo tipo de gastos que 
					podemos denominar suntuarios. Mucho más si la persona 
					desempleada adquiere la condición de parado de larga 
					duración, en cuyo caso al perder las prestaciones de 
					desempleo, pasaría a consumir a niveles de subsistencia. 
					 
					• En aquellas personas que continúan trabajando con 
					normalidad, es cierto que su capacidad adquisitiva no ha 
					variado respecto a la situación anterior al comienzo de la 
					crisis. Sin embargo, hay dos factores que sí han variado, 
					por un lado, la restricción del crédito que se ha producido, 
					impide conseguir financiación para adquirir bienes de 
					importe elevado; por otro lado, las expectativas negativas 
					respecto al futuro y la incertidumbre respecto al final de 
					la crisis, hacen que las economías familiares restrinjan el 
					consumo de manera radical, primando el ahorro, como garantía 
					de futuro, frente al consumo, especialmente en aquellos 
					bienes de consumo duradero. Eso explicaría en gran parte la 
					caída sin fin del consumo de bienes y servicios de carácter 
					duradero, y la crisis sin fin de esos sectores de actividad, 
					como son el sector de automoción, el sector de la vivienda, 
					los electrodomésticos, el mobiliario, etc. 
					 
					El efecto inmediato del derrumbe del consumo de las 
					familias, ha supuesto una caída en las ventas de las 
					empresas que no son capaces de vender lo que producen en el 
					mercado interior español. En cualquier caso las empresas 
					tienen otros problemas derivados de la falta de acceso al 
					crédito que le impide en muchos casos la continuidad de sus 
					operaciones habituales. 
					 
					Frente a esta problemática de la economía española, se 
					plantean diversas alternativas de propuestas para salir de 
					la crisis, generalmente, provenientes de las distintas 
					fuerzas sociales de nuestro país. 
					 
					Los sindicatos piden que se incremente el gasto de las 
					administraciones públicas, como medida de fomento de la 
					inversión y del empleo. También piden medidas que incentiven 
					la contratación de desempleados con apoyo de bonificaciones 
					a la realización de esos contratos. 
					 
					Los empresarios piden disminuciones de impuestos y cuotas de 
					seguridad social. También solicitan subvenciones y 
					bonificaciones genéricas como medidas de estímulo a la 
					creación de empleo y la inversión. Por último, se piden a 
					ellos mismos, la orientación de las empresas españolas al 
					exterior, ante la atonía del mercado interior. 
					 
					Los dos grandes partidos políticos nacionales, ofrecen 
					soluciones antagónicas. El Partido Socialista, propone 
					incrementar el gasto moderadamente y no tocar, o en alguno 
					caso subir, algunos impuestos. El Partido Popular propone 
					bajar algunos impuestos y sanear las cuentas públicas a base 
					de austeridad presupuestaria, es decir, no gastar más de lo 
					que ingresamos. 
					 
					Pensar que estas demandas y propuestas pueden tener éxito en 
					estos momentos, parece complicado y difícil. Las 
					administraciones públicas tienen que hacer frente a sus 
					gastos normales derivados de su propio personal y sus gastos 
					corrientes, a los gastos en prestaciones que siguen 
					creciendo y a los gastos en inversiones para mantener la 
					capacidad de funcionamiento de nuestro sistema. Pero además, 
					el sector público, se encuentra con una situación novedosa, 
					que implica que los ingresos previstos, a la hora de aprobar 
					el presupuesto, no se obtienen a la hora de ejecutar el 
					Presupuesto, con lo que se sigue generando déficit 
					presupuestario, que hay que financiar con la constante 
					emisión de nueva deuda pública. Con esta perspectiva, no 
					podemos pensar que el Estado pueda ofrecer más prestaciones, 
					subvenciones, bonificaciones, transferencias, etc. al menos 
					durante varios años. 
					 
					Y la opción de las empresas españolas de salir al exterior, 
					como vía de crecimiento ante la atonía del mercado interior, 
					¿es factible?, ¿es posible? La respuesta a esta pregunta va, 
					como se suele decir, por barrios. Hay sectores de nuestra 
					economía que llevan décadas abriéndose paso en el exterior 
					y, de hecho, están sobrellevando mucho  
					 
					mejor el impacto de la crisis, sirviendo de referentes a la 
					economía española, así, la gran banca comercial, seguros, 
					comunicaciones, construcción de obra civil o incluso el 
					sector de los transportes pasean en estos tiempos difíciles 
					la marca España por todo el mundo.. Sirva como ejemplo, la 
					reciente adjudicación de la línea del tren de Alta Velocidad 
					“La Meca-Medina” a un consorcio genuinamente español 
					capitaneado por la empresa de transporte ferroviario Talgo. 
					 
					Pero pensar que aquellos sectores de actividad, cuyos bienes 
					y servicios pueden ser fabricados o prestados en los países 
					emergentes, pueden salir al exterior, es, cuando menos, una 
					utopía. Tenemos que reconocer cuanto antes que una gran 
					parte de nuestro tejido productivo no es competitivo en el 
					exterior, pues nuestra productividad es muy baja respecto a 
					esos países. 
					 
					Por tanto, habría que hacer un esfuerzo enorme para 
					reorientar buena parte de nuestras empresas hacia 
					actividades que o bien no puede ser deslocalizadas, o bien 
					ya poseen una gran experiencia previa en el exterior o bien 
					tenemos ventaja competitiva por tratarse de sectores de 
					tecnología punta que aún no se han desarrollado en los 
					paises emergentes. Es en estas actividades donde se puede 
					hacer el esfuerzo de desarrollo y de exportación, pero para 
					ello, se requiere un nivel de cualificación muy importante 
					del factor trabajo, que no siempre tenemos debido al fracaso 
					escolar y a la pérdida de valores de las nuevas generaciones 
					que se van incorporando al mercado laboral, aunque es cierto 
					que esta situación no es generalizable al total de la 
					juventud. 
					 
					Con este panorama específico de la economía española, al que 
					hay que añadir los elementos que provienen de la crisis 
					mundial, acentuado en Europa por la crisis del Euro derivada 
					de los graves problemas financieros y de déficit de algunos 
					de los países que componen la Unión Europea; cabe plantearse 
					como vamos a conseguir en España crecimientos anuales del 3% 
					del PIB, que según se repite como un dogma de fé, es el 
					porcentaje necesario para crear empleo en nuestro país. 
					 
					Y esta será la Colosal tarea del gobierno que salga elegido 
					el próximo 20 de noviembre. No existen soluciones a corto 
					plazo, siempre serán a partir del medio plazo. Serás 
					necesarios nuevos ajustes y sacrificios y nuestro Estado del 
					Bienestar se verá inevitablemente reducido. Será necesario 
					volver a los valores de siempre, la cultura del esfuerzo, el 
					trabajo, la honestidad, etc. Sin ellos, difícilmente 
					saldremos adelante. 
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