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OPINIÓN - JUEVES, 3 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Laconismo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Uno de los hábitos que a los niños espartanos se les enseñaba era el de ser parcos y comedidos en el hablar. La región a la que pertenecía la ciudad de Esparta –y la primera zona que conquistó- se llamaba Laconia. Así pues, ser parco en palabras es ser lacónico. El ejemplo más famoso de ese habla “lacónica” ocurrió en el año 338 A.C. cuando el reino griego de Macedonia dominaba Grecia. Solamente Esparta permanecía aislada. El rey macedónico Filipo II envió un mensaje a los espartanos con el propósito de asustarlos, que decía así: “Si invado Laconia, dejaré a Esparta a ras de suelo”. La respuesta espartana contenía una sola palabra “Sí”.

Sí es la respuesta que yo le he dado a un individuo que me ha dicho que jamás me serán perdonadas mis columnas referidas a Juan Luis Aróstegui. Un sí que llevaba implícito el siguiente mensaje: de ser el líder de ‘Caballas’ tan inteligente como él se cree, seguramente habría dejado de proclamar que todos los que escribimos en periódicos estamos vendidos.

Sí es la respuesta que yo le he dado a un Fulano que me ha dicho que tengo todas las papeletas de la lotería para que me toque echarme encima a los dirigentes del Partido Popular de Ceuta. Por no convertirme en un adulador permanente de ellos.

Sí fue mi contestación a esos aficionados de la Asociación Deportiva Ceuta que me tacharon de ser parcial en mi opinión acerca de que nada podía influir en contra del rendimiento del primer equipo de la ciudad por vivir la plantilla en Sevilla. Por necesidades económicas.

Sí fue mi contestación a esa persona a quien aprecio, aunque me esté recordando, cada dos por tres, que es una pena que yo no escriba entregado a la causa del partido que gana las elecciones locales por goleada y que ahora ganará las generales con el mínimo esfuerzo. Ya que manteniendo esa postura no consigo más que perjudicarme.

Sí es mi réplica a cuantos quieren convencerme a cada paso de que haga lo contrario a lo que me dicta mi razón. Una razón a la que siempre suelo mantener a raya. Esperando en todo momento que alguien llegue con los argumentos suficientes para convencerme de que estoy equivocado en mis creencias relativas. Pues ya me guardaría yo muy bien de serle fiel a las creencias absolutas.

Sí es lo primero que les digo a quienes tratan por todos los medios de hacerme comprender que ya no se me ve con buenos ojos en este periódico. Un periódico donde, debido a la crisis, es razonable que se preste oído a quienes quieren pescar en río revuelto. Sin caer en la cuenta de que uno se conoce al dedillo cómo funciona la ciudad y sus elementos. Incluso a los que no dan un palo al agua y se lucen cada día en terrazas céntricas. Porque saben que llegará el momento en que se vean necesitados de ayuda.

Sí es la mejor manera de manifestarme ante quienes me reconocen esa minucia de independencia que trato de mantener, contra viento y marea, en una ciudad donde escribir cada día es tarea compleja. Y en la que, cuando menos lo espera uno, puede salirle al paso un toro suelto con las intenciones de Islero.

Sí es decirle que no, aunque parezca una contradicción, a quien me ofrece un medio en el cual podría expresarme libremente. Por una razón muy sencilla: porque ni aun así sería más libre.
 

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