PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Promesas electorales
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llego al establecimiento hostelero, atiborrado de recuerdos para mí, y me siento en el rincón de seguridad al cual siempre recurro cuando tengo ganas de tomar una copa solo, sin que nadie me impida reflexionar sobre lo que en ese momento crea conveniente.

Es sábado. Hora vaga de mediodía. Y en la cafetería no hay nadie que me obstaculice meditar acerca de cómo los políticos siguen enfrascados en hacernos promesas que no cumplirán. Que para eso están en campaña electoral.

Verdad es que cuando un político promete algo, hace como los niños: añade mentalmente, “si puedo”. Y se queda tan pancho. Tan pancho como se quedó Tierno Galván -aquel alcalde de quien dijo un columnista sensacional, como es Raúl del Pozo, “que era una víbora con cataratas”- cuando propaló que las promesas electorales están para incumplirlas”.

Pues bien, pensando en las innumerables tabarras que habremos de soportar de aquí al día 19 por parte de candidatos convertidos en auténticos charlatanes, especies de vendedores de habla rápida de un producto que, según ellos, será el colmo de la felicidad jamás vista, me dan ganas de hibernar todo lo queda de mes. A fin de no contaminarme con nada relacionado con lo que está sucediendo.

Pero si quieres arroz, Catalina… En esas estaba, es decir, cavilando la mejor manera de evitarme el tumulto de cuanto queda de campaña, aun viéndome obligado a pedir unos días de excedencia en este medio, cuando apareció él.

Él es uno que estaba convencido de que iba a ir en la lista de su partido cuando las elecciones autonómicas. Tan convencido como que se atrevió a pronosticar, un mes antes, incluso con qué número aparecería reflejado su nombre en relación tan esperada. Y erró. Y de qué manera. Con lo cual tardó nada y menos en poner el grito en el cielo.

¡Menuda primavera dio el gachó! Parecía que lo habían estafado. A él, atreverse a hacerle tal cosa a él… A él, sin compensarle por todas las votaciones en las que levantó la mano cuando se lo decían; a él, que apoyó al líder siempre, sobre todo en los momentos más difíciles, que los hubo. Y hasta se acordaba de cuando hubo que cerrar filas por el caso… Y qué decir de cómo se había pateado la calle en montones de campañas electorales.

Y es que la persona a la que me refiero, que lleva la tira de años comiendo de la política activa, estaba convencida de que otra vez volvería sentarse en un escaño de la Asamblea. Pues tenía la certeza de que su presencia era poco menos que indispensable, ahora. Vamos, hace meses.

A lo que iba -y perdonen la digresión-. Que él en cuanto me vio se puso a mi lado y decidió que lo mejor era acompañarme a tomar el aperitivo. Sin percatarse de que yo estaba sumido en cavilaciones sobre la mejor manera de eludir a pesados como él. A tipos que un buen día dejaron su empleo y llevan casi dos décadas viviendo del cuento. Y algunos, no sé si es este el caso, ocupando cargos de confianza. Y ganando, por supuesto, una pasta gansa. A él, o sea, al tipo que, durante la primavera, cuando se vio fuera de la lista, no cesaba de amenazar que como contase lo que sabía... se iba a liar la de Dios, le tuve encima que aguantar que me viniera a decir que el presidente más grande que ha tenido España es Aznar. Y, por si fuera poco, el tío se fue sin pagar su consumición. ¡Menudo jeta!
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto