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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE NOVIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 31.

Ni me acuerdo de los años que hacía que yo no hablaba con Marian Hernández. Hija de Eduardo Hernández Lobillo. Dueño que fue de la Joyería La Esmeralda y hombre que supo mantener un ambiente extraordinario en una tertulia, la del Rincón del Muralla, que se convirtió en un lugar de encuentro privilegiado. Marian me llama por teléfono para decirme que está deseando verme. Por lo cual ha estado en los sitios que yo frecuento cuando decido pasear por el centro. Y en ellos le han dicho que, desde hace ya un tiempo, suelo no dejarme ver más que lo preciso. También dice haberme enviado varios mensajes por Internet. Para agradecerme las muchas veces que me he referido a su padre con palabras sentidas. Sin recibir respuesta alguna. Y me toca notificarle que yo no acostumbro a usar esa herramienta de mi ordenador. Luego, tras hablar unos minutos sobre la vida de la ciudad, quedamos en que a ver si es posible que un hijo suyo, que reside aquí, se vea conmigo para tomar una copa… En fin, que al cabo de muchos años he tenido otra vez la oportunidad de charlar con una señora con la que siempre pude hablar de todo…

Martes. 1


El hombre dice que está enamorado hasta las cachas de un joven que le presentaron hace un año mientras asistía a una boda homosexual. De modo que no ha dudado pedirle en matrimonio, después de un noviazgo que, según él, ha sido lo más maravilloso que le ha pasado en su vida. Hace una pausa, mientras los demás celebramos su felicidad, para continuar refiriéndonos que su novio reúne todas cualidades con las que él había soñado a su pareja desde que descubrió su orientación sexual. Entonces, uno de los presentes en la reunión, nos alienta a que brindemos por tan buena nueva. Pero, en ese preciso momento, otro contertulio, muy dado a reventar situaciones agradables, saca a relucir que el Partido Popular, que acompañó a los obispos en manifestación callejera contra el matrimonio entre homosexuales, parece dispuesto a seguir adelante con el recurso que tiene presentado en el Constitucional contra la Ley del matrimonio gay porque “desnaturaliza la institución”. Y además va el tío y se pone en plan Marine Le Pen: “El matrimonio entre personas del mismo sexo es una aberración antropológica”. Y acaba comparándolo con la poligamia. Lo extraño del asunto es que ambos, es decir, el que nos anunció su boda, por estar enamorado de su novio hasta las cachas, y él que habla de aberración, pertenecen al PP. Se nota, cómo no, que en este partido, como en otros, existen corrientes a gusto del consumidor. Como debe ser.

Miércoles. 2

Los miércoles suelo reunirme con Luis Parrilla. Sí, ese empresario que nos llega de Córdoba, desde hace bastantes años, y que no se cansa de hacer amigos en esta ciudad. Y con él estaba cuando llama mi atención María José Lesmes Cabillas. La cual está tomando el aperitivo con compañeras de su escuela de danza y con su madre, en un bar de la calle Jáudenes. María José, siempre tan cariñosa conmigo, no duda lo más mínimo en levantarse para darme los besos de la amistad que hemos venido manteniendo durante muchísimos años. Aunque verdad es que nunca hemos sido capaces de frecuentarnos. O sea, que solemos vernos de higos a brevas. En esta ocasión, María José me habla del homenaje que recibirá su madre el viernes, 4 de noviembre, a las 20 horas, en el Salón de Actos del palacio de la Asamblea. Homenaje que han titulado “Del Rosa al Amarillo… una vida llena de ilusiones”. Cuando estas líneas salgan, ya habrá recibido Maruja Cabillas su merecida recompensa. Y seguro que todo habrá salido cual ella merece. Maruja continúa siendo una mujer de rompe y rasga.

Jueves. 3


Me topo con Pepe Matas en las inmediaciones de mi casa. Lo cual no es nada extraño. Ya que él vive en sitio colindante con el mío. Pepe iba en coche y no se cortó lo más mínimo en buscar aparcamiento para charlar un rato conmigo. Ya que hacía mucho tiempo que no habíamos tenido ocasión de hacerlo. Conversar con el sindicalista de UGT es motivo de placer para mí. Ya que Matas siempre se ha expresado conmigo con cordialidad. O sea, de manera amistosa y franca. Hoy, cuando la tarde estaba declinando, hemos pegado la hebra unos minutos. Los justos para que ambos intercambiásemos pareceres. Incluso he tenido tiempo de sacar a relucir anécdotas que nos han hecho reír de lo lindo. Y Pepe me ha pedido que publique esos lances refrescantes. Y, claro, me he visto obligado a decirle que nones. Que no pasarían la censura. Pues el patio no está para herir susceptibilidades.

Viernes. 4


Leo una información sobre un debate de periodistas que ha tratado, entre otras cosas, de la censura en los medios. Pero todos han pasado por encima del asunto. Como si hablar de ellos les molestara o les causara algún tipo de desasosiego. Escribir no es otra cosa que una exigencia de comunicación. La cual se acrecienta, precisamente, cuando existe la censura. Gracias a ella, durante la dictadura, los periodistas se vieron obligados a reflexionar sobre lo que podía decirse y sobre cómo podía ejercerse ese deseo de la comunicación. Los más talentosos supieron eludir a los del lápiz rojo. Aunque siempre estaban abocados a sufrir la consiguiente penalización. Con la llegada de la democracia, muchos creyeron que todo el monte era ya orégano en el oficio de escribir. Y se equivocaron. Ya que no contaban con que la censura es de varias clases: una puede proceder del poder, como la vivida en España durante el franquismo; otra nace de las características políticas de la propia empresa periodística, en la que el empresario o el director imponen sus criterios y ejercen la censura. La censura, o la prohibición, no solamente tienen lugar en el mundo periodístico, sino también mediante prohibiciones o prescripciones en el mundo artístico, o administrativo, o de la enseñanza. Luego está, sin duda, la censura de quien escribe, el cual por responsabilidad, si la tiene, sabe lo que no debe decir nunca. De cualquier manera, sigue estando vigente lo que dijera Albert Camus al respecto: “La prensa libre puede ser desde luego buena o mala, pero, con toda seguridad, sin libertad no puede ser más que mala”.

Sábado. 5


Llevo muchos años escribiendo como para no saber cómo se las gastan los políticos. Lo primero que uno comprueba, y bien pronto, es que, salvo raras excepciones, al político no le gusta la crítica; por instinto será fascista. Eso sí, la mayoría, en cuanto tiene un problema acude raudo a buscar ayuda periodística. Y, entonces, son de lo más meloso que uno puede echarse a la cara. Dan la impresión de que nunca han roto un plato. Tratan por todos los medios de aparentar lo que no son. Y hasta son capaces de rebuznar, si uno se lo pidiera, con tal de que se les preste el favor que desean. Yo los he visto hacer el pino por conseguir una opinión escrita acorde con sus intereses. De la misma manera que los he conocido llamando al editor del periódico para que pusiera firme a la persona que escribió algo que él, el político, no estaba dispuesto a tolerar. Ellos son así. Tan convencidos de que una vez sentado en el sillón del poder todo les está permitido. Hay uno, con quien suelo hablar en ocasiones, pocas, pues yo no suelo frecuentar a los políticos, que en cuanto me ve se pone hecho un flan. Parece que ve al diablo. Y lo primero que me dice, con palabras torpes y balbucientes, es que me guarde muy bien de sacarle en mis escritos. Pues bien, día llegará en el cual le zurren la badana, al político de marras, debido al cargo que ostenta, y convencido estoy, créanme, que acudirá a mí, en demanda de ayuda, como otras veces ha ocurrido. Los políticos se comportan como niños. Como niños malcriados. Y con la hiel… bueno, con la hiel…
 

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