| 
                     
					La corona de la Virgen de África es la joya de mayor valor 
					que posee esta imagen tan querida para los ceutíes. Ayer se 
					celebró el 65 aniversario de su Coronación con una solemne 
					misa a la que acudieron cientos de feligreses y las máximas 
					autoridades civiles y militares. La Cofradía de Caballeros, 
					Damas y Corte de Infantes de Santa María de África Coronada 
					permitió a EL PUEBLO poder disfrutar de los momentos previos 
					a la coronación. A las 17.00 horas en punto, el secretario 
					de la Cofradía, Antonio Fuentes, y el mayordomo, José Luis 
					Pérez, portaron el pequeño cofre que transportaba ese gran 
					tesoro simbólico que es esta corona para los ceutíes. 
					Secretario y mayordomo realizaron un breve trayecto por el 
					pasillo principal de la Iglesia Nuestra Señora de África. 
					Cerca del altar, se abrió el cofre, que contenía una corona 
					que los ceutíes tan sólo pueden disfrutar una vez al año, 
					cada 10 de noviembre. Los hermanos transportaron con mucho 
					cuidado y solemnidad este preciado bien hasta el renovado 
					Camarín de la Virgen. En una iglesia vacía, subieron con 
					mucho cuidado hasta la cabeza de la Virgen para quitarle la 
					corona que porta habitualmente. El momento fue emotivo y muy 
					importante para la Cofradía, que celebró ayer uno de sus 
					grandes días con todos los ceutíes. 
					 
					En relación con la historia de este acto, hubo varios 
					cambios para la fecha de la Coronación y en un principio se 
					propuso el 5 de agosto; sin embargo, no fue posible. Otra 
					propuesta para la celebración fue el 10 de octubre, 
					festividad de los Santos Patronos pero un “extravío” del 
					“breve que el Papa Pío XII había ordenado para la Coronación 
					Canónica de la Santísima Virgen de África”, pues el 
					documento no llegó a Nunciatura, obligó a que se aplazara de 
					nuevo el acto y se fijara la fecha final, el 10 de 
					noviembre.  
					 
					Esta ‘joya’ fue confeccionada por donación pública de gran 
					parte de las ciudades y pueblos de España, tal y como 
					explica Fuentes en un escrito cedido amablemente a este 
					diario. Además, también invirtió dinero el Estado, pero 
					sobre todo, fue gente de Ceuta la que, voluntariamente 
					aportó su dinero y “sus alhajas familiares de forma 
					desinteresada”. “No sólo las familias pudientes colaboraron 
					sino incluso los barrios pobres de la ciudad”, un aspecto 
					aún más “meritorio si cabe” si se tiene en cuenta los duros 
					que fueron los años de la Posguerra.  
					 
					En total, 584 piedras preciosas 
					 
					El trabajo de la corona fue encargado a los talleres de José 
					Santarrufina en Madrid y estuvo basado en la idea de los 
					joyeros locales Luis Pérez Gómez y Epifanio Hernández 
					Valiente. La confección costó 425.000 pesetas, pagadas en 
					cinco plazos. Compuesta por dos piezas de oro macizo, tiene 
					un peso de 4.937 gramos, casi cinco kilos llenos de 
					simbolismo y que han marcado la fe y la devoción de muchos 
					ciudadanos no sólo de Ceuta. Así, el canasto se compone de 
					tres órdenes: el primero, que corresponde al asiento de la 
					pieza, presenta engastados e intercalados seis esmeraldas y 
					seis granates de forma rectangular. En el segundo, se 
					alternan sucesivamente columnas venecianas -ocho-, ángeles 
					-seis-, así como dos escudos esmaltados de España y Ceuta 
					flanqueados por 34 brillantes cada uno, timbrados de corona 
					real en la que se engastan cinco perlas, dos esmeraldas y 
					tres rubíes. En el tercer orden hay ocho florones de hojas 
					de acanto perlados, que convergen en un mundo de oro y suman 
					una cruz de 11,50 centímetros recubierta de platino y 110 
					brillantes y 26 rubíes de 3x2 milímetros con un gran 
					brillante en el centro de 2,50 centímetros. El resplandor 
					lleva en el círculo interior y en forma oval, seis 
					esmeraldas y dieciséis rubíes, ocho zafiros azules y dos 
					grandes perlas. En el cenit de la joya hay una estrella de 
					dieciséis puntas recubiertas de plantino y 110 brillantes, 
					con una gran esmeralda de Cabujón, en forma de lágrima, que 
					perteneció a la Reina Isabel II. En total, 584 piedras 
					preciosas adornan a una joya a la que, en la actualidad, “no 
					se le puede dar un valor económico, ya que es mucho el valor 
					sentimental que tiene”, explica Fuentes.  
   |