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					Los estudiantes de Magisterio y Psicopedagogía de la 
					Facultad de Educación y Humanidades de la UGR en Ceuta 
					relataron ayer, ante sus compañeros y el director y 
					subdirector del Centro de Iniciativas de Cooperación al 
					desarrollo de la Universidad, la experiencia de un prácticum 
					sobre la enseñanza en los campos de refugiados de Tinduf. 
					 
					Un lugar inhóspito, marcado por una situación de injusticia 
					política y social durante años, no tiene por qué ser 
					sinónimo de un sistema educativo completamente negativo. Así 
					al menos lo vieron algunos de los estudiantes de la Facultad 
					de Educación y Humanidades de la UGR en Ceuta, tras realizar 
					un prácticum sobre la enseñanza en los campos de refugiados 
					en Tinduf (Sáhara occidental), una experiencia que tuvo 
					lugar entre abril y mayo de este año que expusieron ante sus 
					compañeros y los responsables del Centro de Iniciativas de 
					Cooperación al desarrollo de la Universidad de Granada en la 
					mañana de ayer. 
					 
					La iniciativa, de once meses de duración, incluyendo el mes 
					de estancia en Tinduf, se ha desarrollado por segundo año 
					consecutivo y su objetivo es la “sensibilización de los 
					participantes con la realidad de pueblo saharaui y su 
					sistema educativo”, además de “ampliar la visión del ser 
					humano a través de un aprendizaje personal para mejorar sus 
					aptitudes como docente”, según expliraron los responsables 
					del mismo. 
					 
					Raquel Sánchez Escalante, una de las estudiantes que formó 
					parte del proyecto, explicó su experiencia dentro de este 
					prácticum pionero en el Sáhara, para el que lo primero que 
					hizo fue cuestionarse qué es lo que ella y sus compañeros 
					podían hacer como psicopedagogos en el Sáhara.  
					 
					La respuesta, tras entrevistar a un 91% de los profesores 
					saharauis de español, es que lo primero es escuchar las 
					necesidades del profesorado en los campamentos, que según 
					explicó eran muchas, pero no condicionaban el trabajo en 
					equipo, el grato ambiente de trabajo y el compañerismo de 
					los docentes. “Es uno de los puntos fuertes del pueblo 
					saharahui”, afirmó.  
					 
					Las conclusiones del prácticum para ella y algunos de sus 
					compañeros son muy positivas, y entre ellas se valora la 
					continuación del trabajo en una tercera edición del 
					prácticum. “Mucha gente pequeña haciendo cosas pequeñas 
					puede cambiar el mundo”, recordó la estudiante como colofón 
					a su relato.  
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