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                     Me echo abajo de la cama con el 
					pensamiento puesto en la columna. Y me digo que de hoy no 
					pasa el que yo escriba de fútbol porque estoy de política 
					hasta los mismísimos. De la política y de una campaña 
					electoral que lleva ya más representaciones que la 
					inconmensurable Marifé de Triana en el teatro 
					Calderón de Madrid, allá en los años sesenta. 
					 
					Pero, nada más enfrentarme al folio en blanco, caigo en la 
					cuenta de que me es imposible hacer la columna futbolística. 
					Por una razón muy sencilla: tendría que opinar de la 
					Asociación Deportiva Ceuta, y ello es algo que me resulta 
					imposible.  
					 
					Y me resulta imposible por no haber visto ni un solo partido 
					del equipo entrenado por Sergio Lobera. Y, claro, 
					sería una osadía imperdonable, por mi parte, ponerme a 
					opinar de un conjunto del que no sé nada más que sus 
					jugadores residen en Sevilla. Decisión tomada por la 
					directiva, por mor de contar con un presupuesto muy bajo en 
					relación con anteriores temporadas.  
					 
					De semejante decisión, es decir, que la plantilla del primer 
					equipo local fijara su estancia en la capital hispalense, 
					escribí, en cuanto se tuvo noticia de ello, que era una 
					medida acertada. Dije más –cito de memoria-: creo que es el 
					primer éxito de la temporada. Y hasta recuerdo haber 
					defendido la causa ante algunos aficionados que, con todo el 
					derecho del mundo, rebatían mi parecer y los argumentos que 
					yo esgrimía al respecto. 
					 
					Tampoco me he olvidado de cómo torcí el gesto cuando leí, 
					una y otra vez, que la ADC iba a jugar igual que el FC 
					Barcelona. Así que no tengo el menor inconveniente en 
					proclamar que aquella comparación me hizo temer por el 
					futuro deportivo del equipo. De modo que cuando me tocó 
					opinar del asunto no me corté lo más mínimo y respondí que 
					echar mano de esa semejanza me parecía peor que haber 
					pronosticado que esta temporada se volvería a jugar la 
					promoción de ascenso. 
					 
					No hace la menor falta que yo diga, aquí y ahora, que la 
					expresión de jugaremos cual el Barcelona fue desafortunada; 
					por motivos tan claros como contundentes. Pues se trataba, 
					simple y llanamente, de comunicarles a los aficionados que 
					los jugadores iban a ser instruidos en darle buen trato al 
					balón. Que es frase que ha hecho furor en el mundo 
					balompédico, que todo el mundo entiende, y que uno no tiene 
					nada en contra de esa figura retórica.  
					 
					Tratando bien al balón, el equipo entrenado por Lobera, 
					técnico joven y que ha hecho su aprendizaje en la Masía 
					azulgrana, despertó expectación nada más principiar el 
					Campeonato. Por más que los resultados no acompañaban a lo 
					que llamaban los aficionados jugar muy bien. Y, en un 
					momento determinado, quizá porque uno es perro viejo en el 
					asunto, temí que el jugar bien y perder se convirtiera en 
					otra frase hecha. En otra locución muy futbolística y que 
					nunca ha perdido vigencia: “Jugamos como nunca y perdimos 
					como siempre”. 
					 
					Pero, por fortuna, no ha sido así. Y el equipo ha ido 
					creciéndose en la adversidad y ahora está que se sale, según 
					dictan los resultados. Que son los únicos que avalan a los 
					técnicos, a los jugadores y a los directivos. Ahora bien, 
					dejen de decir que la ADC está jugando como el equipo 
					entrenado por Pep Guardiola. Pues seguro estoy, y me 
					atrevo a decirlo, que eso no beneficia a nadie. Toca 
					aprender, pues, de los errores.  
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