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OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / PLUMA DE SECANO

El alegre alicaído
 


Manuel Corral
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Tengo un amigo íntimo al que le suelo contar mi diario deambular de cuando en cuando, y como hacía calendas que no sabía de él, de su existencia terrenal mundana, acudí en socorro de terceros y vaya hombre, cágonla, que me acaban de soplar que anda el hombre pelín cabizbajo, bien entre pesares laborales bien por problemillas familiares que requieren pronto tajo.

Para los primeros pesares vale un hombro amigo, que de los segundos mejor es ni mentar, así que al verlo tras los saludos de rigor le arrimé el susodicho miembro y la oreja ávida de sónar. Ha pasado, me susurra bajito al oído –coño, ni que tuvieramos al Mosad israelí bajo el bigote- cuatro días con sus noches de silencio recluído en su casa sin probar bocado casi debido a una fuerte infección en cierta zona que no me autoriza a publicar. Bien, le digo, míralo por el lado bueno que tienen las cosas, al menos algo gana tu bolsillo. Aunque mucho pierde el bodeguero (Y las titis).

O sea que al vendaval personal que soporta este buen hombre, caramba que suerte la suya, se le suma el desquiciamiento porque cree tener a un espía en su trabajo; pero de éste, a diferencia de los que se apostan en las esquinas para ver, escuchar y recopilar información en sus cerebritos que parecen trabajar a buen ritmo bajo la gorrilla casquivana de matón, me dice que aunque es malo de necedad, que lo blanco lo hace negro, lo bueno malo, sólo destaca en tergiversar todo a golpe de mentiras. Que su sola presencia ya jode, da grima, repele. Porque el morugo no sabe fingir, se le ve el plumero desde la costa a más de una milla de legua marina y claro, con este elemento se relaja sólo en parte porque un pajarito le ha “disho” que al pazguato elemento, sí, el mismo que debió ser el último de su promoción, el primero pues de la siguiente ¡Tío listo!, le tienen marcado como marcan los ganaderos con sellos a las reses. Animalitos.

O seáse, pésimo espía y encima ruín y despreciable. Lo siento por mi amigo, que al olerlo le vienen taquicardias. Vamos que aquí lo tengo confundido, azorado, apesadumbrado. ¡Joder tío, ni que fueras de número dos con Rubalcaba!.

Menos mal que a Antonio, que así se llama mi amigo, se le iluminan los ojos al leer a Javier Reverte, al elevar poemas de Garcilaso, al recitar de corrido párrafos de Miguel Hernández, y creo que hasta me lee a mí aunque sea con el rabillo del ojo ¡toma castaña!.

Tranquilo amigo, hermano, compañero, que alguien en las alturas dispondrá el que cada cual, en su puesto de mando, deberá escoger el talento, la honradez, el trabajo riguroso frente a la adulación, el parecer y no ser. Quizá a otros les falte cultura de trabajo y disciplina. Que las políticas de mando, desde los tiempos de maricastaña, o la Pepa, han consentido/consienten en rebajar el listón de la exigencia y reforzar, aumentar cuando menos la red destinada a sostener a los vagos, a los vividores, que los hay a mansalva. O sea, en beneficiar a estos últimos en detrimento de los que tienen la capacidad de aguante, superación y competencia ejemplar. Que suele pasar en esta tierra envidiosa, que a los que siempre avanzan con voluntad y motivación propias, incrementando aun despacito la excelencia profesional…Ni agua.

Unas tapitas cerveceras en dos de los mejores locales del centro, el Casino Militar y el cercano bar del Ángel (aún llega Navidad y todavía se ausenta uno sin degustar una sopita de grelos bien humeante, sabrosona y reparadora de fríos y humedades, para vigorizar el cuerpo y hasta el alma, vamos. De los de echar un brindis a la vida. Y olé.

Como sigamos así terminamos hechos unos zorros, tú y tu pena y yo y mi hígado, que mira como se mueven los adoquines de la calzada romana bajo los pies del Puente de los Mallorquines o popularmente conocido como Puente del Cristo, meadero creciente. Que con estos tropezones a trastabillas no llegamos ni a la esquina, que me salen por la boca los corazones de pollo y la jartá de puntillitas. Ayyyy.

Pasa el tiempo y la letanía de nuestros pesares ahogados en alcohol se aliada con el ocaso...¡No, si aún voy a preferir a un espía malo que a un embaucador excelente!.
 

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